CAPÍTULO 47

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El viaje era tedioso, aunque era cierto que lo hubiera sido más en soledad

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El viaje era tedioso, aunque era cierto que lo hubiera sido más en soledad. En un principio, me quejé de llevar al pelmazo de Sebastián, pero lo cierto es que había sido una ayuda para mantener a raya los demonios que tendían a aflorar en mi interior cuando el pasado llamaba a mi puerta. Entre la música, algunas paradas que hice para estirar las piernas y que Sebastián comiera, unido a algunas palabras o bromas casuales, se había convertido en una especie de viaje fraterno. Aquello me servía para comprender más a mi hermana, pues con el enfado por la actitud de él, no supe ver lo que ella vio en algún momento en Sebastián.

Pero comenzaba a hacerlo. Tenía un gran sentido del deber y el respeto, era gracioso y atento. Y siempre que mencionaba a Cathy, los ojos se le iluminaban. Dios, era tan empalagoso que podía ganar una batalla contra Nicolae en cuanto a una guerra de piropos.

La cuestión y el gran problema era precisamente ése, que aquel amor no era realmente correspondido. La verdad es que Cathy le tuvo cariño y la relación de confianza que construyeron al empezar a vivir juntos, hizo que algo entre los dos surgiera, porque como dice el dicho, el roce hace el cariño.

Ella simplemente se dejó guiar por lo que la vida le pusiera delante, quizás precisamente para apagar ese dolor al pensar que Drogo estaba muerto. Aquella época fue propicia para Sebastián, porque así pudo hacer ese acercamiento que deseaba, pero a un precio que le iba a doler pagar a la larga. Conocía a Cathy y no iba a permitir que su hijo se criara en la misma casa donde sus padres no se amaban ni un poco, sino que simplemente, era cariño. El caso era, y eso me preocupaba enormemente, cuando ella le dijera que deseaba custodia compartida, pues en el mundo de Sebastián, eso no existía. Por el momento era un tema aparcado, pero tarde o temprano, de enfrentaría a él y creo que, sinceramente, tenía las sospechas que iba a ser así en el futuro. Cuando las excusas del Exilio no existieran, cuando las razones de huir se desvanecieran y cuando las aguas volvieran a su cauce por primera vez en la historia para todos.

—Necesito hacer una parada. Digamos que tengo que respirar un poco—Me dijo. Solté una queja apenas audible antes de parar el coche. A este paso, nunca llegaríamos a mi destino. Le pedí por favor que se diera prisa, pero él parecía casi tomarse todo aquello como una excursión. La pregunta del millón no tardó en aparecer.

—¿Qué llevas en la caja del asiento de atrás?

Me crucé de brazos y seguí callada. Cualquier ser humano que tuviera idea de lo que era capaz de hacer o decir, se callaría como una tumba y dejaría pasar las preguntas. Pero claro, estábamos hablando de alguien temerario como el sujeto que tenía delante. Tenía pelotas, no tantas como las que yo tenía, pero podía reconocerlo.

—No te incumbe, es asunto familiar.

—En ese caso, sí que me incumbe.

Intenté controlar mis ganas de abandonarlo allí e irme, pero la noche se nos había echado encima y acababa de perder a su padre por razones que no me había contado. Por no decir que, aunque no había mostrado ningún gesto de tristeza o disgusto, podía sentir que había más de lo que me había contado, que no era mucho, por cierto.

No quería tener que hablar del tema de mi madre, pero era cierto que, para bien o para mal, él ya formaba parte de mi familia. Decidí hacerle un resumen.

—Mi madre dejó algo para nosotras en la habitación de hotel donde pasó toda la estancia en la que visitó la ciudad. Necesito la llave y para eso debo de volver a casa. Tengo una pista clara y quiero comprobar si mis pálpitos son ciertos.

—¿Seguro que no es una trampa? —Me preguntó pensativo. Me había planteado esa posibilidad, pero la letra era claramente la de ella, además del testigo del hotel, el cual aunque podía mentirme, tenía buenos pálpitos acerca de él. Me encogí de hombros y le dejé claro que tenía toda la determinación del mundo en ir y que, si no estaba de acuerdo, podía volver por su propio pie.

—No es necesario ser tan borde, aunque siendo tú, has sido hasta amable. Sé que no eres de hablar de sentimientos o de cosas del pasado, por lo que te lo agradezco.

—Menos agradecer y más contarme qué demonios llevas dentro. Y no es nada de la muerte de tu padre; percibo algo más, aunque no me lo digas.

Pero en este caso, él no soltó prenda. Entendía perfectamente lo que era necesitar espacio, por lo que lo dejé estar y nos pusimos de nuevo en carretera. No estábamos demasiado lejos, por lo que no tardaríamos en llegar a nuestro destino y más que el tráfico no era demasiado concurrido. Al ser casi las once de la noche, la gente ya estaba casi toda en casa en la comodidad de sus sábanas. En cuanto vi el cartel de mi ciudad, un sentimiento extraño se instaló en mi garganta, sobre todo cuando pasé cerca del hospital. En uno de los semáforos, llegué a un paso de peatones que recordaba perfectamente, pues era el que crucé con la idea clara de que mi vida iba a cambiar para siempre. Y no me equivocaba, pues pasó, pero no de la forma que me imaginaba.

En aquel lugar pasaron muchas cosas, pero sobretodo, fui feliz. En mi ignorancia al creer que todo sería tan bonito como lo había sido, pensando en que mis padres se convertirían en un par de viejos adorables que mi hermana y yo tendríamos que cuidar. Pero la ruleta de la suerte no cayó precisamente en buen lugar, aunque no podía quejarme actualmente.

Finalmente conseguí un amor que nunca pensé lograr, una familia que pensé nunca formar y un sobrino en camino. Quizás era la nostalgia o el pensar en mamá, en cómo se sintió cuando la abandonó papá, pero deseaba parar el coche y llorar por ella. Pero iba a ser fuerte, pues si debía de llorar, lo haría con Nicolae, pues era la persona que más me entendía y que en mis horas más bajas, él me había tendido la mano. Y por esa razón entre otras tantas, deseaba volver a la mansión.

Llegué a mi antigua casa, donde el tiempo pareció haberse detenido. Había pasado un año aproximadamente desde que hubo gente en ese lugar y la decadencia podía comenzar a verse. Las plantas estaban en su mayoría secas, sobre todo las flores. Aquello me dio una profunda pena, pues a mamá le encantaba su jardín. Pasaba muchas horas allí, perdida en sus pensamientos y con las manos llenas de tierra. Pero había un elemento que no recordaba; el árbol que plantó Catherine en honor a mamá.

La placa de madera con su nombre estaba colgada aun en una de las ramas. La toqué suavemente, lo suficiente como para sentir una descarga en el corazón. Dejé atrás todo sentimentalismo pues mi mente debía de trabajar a todo trapo para dar con la llave que abriría la caja.

—¿Por dónde buscamos? —Interrumpió Sebastián.

Agité las llaves delante de su rostro, respirando hondo varias veces antes de abrir la puerta. si todo había resultado ser una trampa, pronto lo averiguaríamos. Y en caso de serlo, tuve una enorme suerte de que Sebastián hubiera aterrizado delante de mí.

The liberation of the beast(Is It Love?Nicolae parte IV)Where stories live. Discover now