CAPÍTULO 63

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Olía a cera e incienso, pero sobretodo, la curiosidad impregnaba el ambiente por encima de todas las cosas

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Olía a cera e incienso, pero sobretodo, la curiosidad impregnaba el ambiente por encima de todas las cosas. Ludwig me miraba con atención mientras estaba sentado en el círculo que había dibujado a su alrededor a modo de protección. Lancé las mismas advertencias que solía hacer antes de que comenzara la función, ya que no deseaba lágrimas y reproches.

—Si hay alguien que no está seguro de estar presente, puede marcharse.

Pero nadie se movió; era tal la enfermiza vehemencia con la que todos seguían a su líder que sabiendo la posibilidad de que pudiera sufrir, preferían acompañarlo en todo momento para repartir las penas. Asentí en silencio, invocando a las fuerzas de la naturaleza para que me diesen su bendición. Si todas las velas que hacían el círculo protector que rodeaba a Ludwig, se encendía, eso significaba que era seguro acceder al reino de los muertos.

El problema sería que no se encendieran todas, pues eso implicaba un desequilibrio en el reino espiritual y, por tanto, podríamos toparnos con un espíritu peligroso. Le advertí a Ludwig sobre era posibilidad, por lo que todas las partes implicadas estaban de acuerdo con el proceso. El viento comenzó a levantarse como siempre ocurría cuando siempre realizaba una invocación. El resto de los presentes, los que eran más jóvenes, miraban el espectáculo completamente asombrados. El resto, lo hacía con cierta emoción ya que habían vivido las épocas en las que podían despedirse de sus seres queridos con la tranquilidad de que una bruja como yo, los guiara hacia el descanso eterno. Para ellos, era un espectáculo, para mí era un enorme azote a mi cuerpo. Mi envejecimiento se había disparado los últimos meses, comenzando a tener diferentes enfermedades y dolencias típicas de la edad. Ya tenía hipertensión y la artrosis estaba cada vez más presente en mis manos las que una vez fueron esbeltas y elegantes. Ahora ni siquiera las reconocía, ni mucho menos reconocía mi rostro. Las dos trenzas plateadas que siempre solía llevar, antes eran dos trenzas doradas como el sol, que hacían girar las cabezas masculinas a mi paso.

Por lo menos, me había ganado el respeto de muchos y eso era algo muy importante. El ego de la juventud, había desaparecido por completo de mi persona, pero a veces, la parte más joven de mí que aun dormita en algún lugar, sale a la luz para fastidiarme y recordarme lo vieja que soy. E incluso, para increparme que aquello era culpa mía por involucrarme en temas espirituales.

El viento soplaba más fuerte cada vez, hasta el punto en el que comencé a escuchar susurros. Estaban aquí e intentaban comunicarse conmigo para ofrecerme el permiso que requería. Por desgracia, se encendieron todas las velas menos cuatro de ellas.

Y eso no era bueno.

Ludwig al verme tan indecisa, me preguntó:

—¿Ocurre algo?

—Desgraciadamente no me han concedido el permiso completo, pues hay posibilidades de que algo salga más. Y no es bueno que cuatro de las velas hayan quedado encendidas. En algunas culturas, ese número se pronuncia semejante a la palabra muerte, por lo que da mal fario. Los espíritus han querido dejarme claro el peligro que hay detrás de todo este asunto.

The liberation of the beast(Is It Love?Nicolae parte IV)Where stories live. Discover now