CAPÍTULO 2

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Todo era un grotesco caos, pero me salvé, salvé mi vida para poder ir a buscarle

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Todo era un grotesco caos, pero me salvé, salvé mi vida para poder ir a buscarle. Debía de informarle las bajas que habíamos sufrido y buscar a todas las mujeres que habíamos perecido. En cuanto a los hombres, habían intentado recuperarnos de nuestros secuestradores, pero todos ellos dijeron que, si movían un solo dedo, matarían a todos los bebés y niños del clan, por lo que todas nosotras nos fuimos de allá por voluntad propia.

Pero no era estúpida; sabía perfectamente que les habían atacado en algún momento inesperado cuando ellos tuvieran la guardia baja.

Debía de volver en cuanto diera con Sebastián para trazar una estrategia y así saber dónde debíamos escondernos de nuestros atacantes ya que ahora estábamos en el punto de mira de ellos. El Exilio era el infierno en la tierra cuyas garras eran demasiado mortíferas, capaces de saber en todo momento dónde podrían estar sus víctimas, razón de más para moverse rápido.

Conforme pasaban los minutos, mi ansiedad era extremadamente elevada cuando iba abriendo armarios o levantando sábanas para buscar a las mujeres que habían quedado heridas. Muchas de ellas, al percatarse de que sólo estaba yo, hicieron un gesto para indicar que seguían respirando. Fueron un total de 12 mujeres las que pude recuperar de unas 42 que éramos. Eso supondría un duro golpe sentimental y como especie al apenas haber nacimientos próximos.

No sé cómo iba a hacerlo, pero tenía que encontrar un lugar seguro para todas ellas y así salir en busca de Sebastián. El único punto que se me ocurría era en la zona de la cascada donde había numerosas cuevas entre las rocas. Era un lugar que, si alguien osaba circular por allá, el eco de sus pasos resonaría en el interior de la cueva y todas nosotros nos daríamos cuenta.

El tiempo estaba en nuestra contra por lo que debíamos de salir de allí. Era un viejo almacén olvidado por lo que pude observar, con algunas habitaciones como oficinas e incluso un dormitorio para quienes quisieran dormir entre horas de descanso. Probablemente era uno de los lugares secretos donde operaban los miembros del Exilio y dudaba que fuera el único.

El número de los que pertenecían a aquella institución era incalculable; nadie sabía con exactitud quién o quienes se encontraban en el poder y si había un cerebro máximo que orquestaba los movimientos que harían el resto de los integrantes. Era un secretismo llevado celosamente y que nos ponía a todos nosotros en peligro.

En un principio, el Exilio fue creado como cárcel correctora para vampiros que no cumplieran con las normas establecidas en cuanto a su jerarquía y rango social, pero ahora, quizás por el poder que ostentaban, no le hacían ascos a llevarse a cuanta criatura no humana se les pusiera por delante. ¿Las razones? Creo que por mera diversión.

Mientras que íbamos saliendo del edificio como buenamente podíamos, una de ellas me dijo:

—Jefa, faltan algunas de las nuestras.

—No puede ser, las fui comprobando y las que no vienen con nosotras es porque cayeron. No hay más supervivientes—Le contesté apenada, pero ella negó la cabeza, insistiéndome de nuevo.

—No, tres de nosotras han desaparecido. Sus cuerpos no se encontraban por ningún lado. Sé que se las llevaron porque una de ellas se escondió cerca de mí y uno de ellos se la llevó arrastrando. Pensé que...pensé que encontraría su cuerpo...pero no. Yo sé...sé que la llevaron.

Un sentimiento terriblemente gélido se instaló en mi pecho, reclamando una fiera venganza y una necesidad de desentrañar el lugar exacto donde se encontraba dicho maldito lugar. Estaba segura que se las llevaron, que estaban en aquel infierno del que pocos lograron escapar con vida.

Sebastián fue uno de ellos y aun no lograba explicar cómo demonios lo consiguió. Por eso era nuestro líder, la luz que nos llevaba por sendas oscuras. Confiábamos plenamente en él; era nuestra sombra, nuestro protector.

Y el que dio vidas dentro de la barriga de muchas de nosotras.

NICOLE

Debía de hablar con ella y saber qué rondaba por su mente inquieta. Había una tormenta aproximándose dentro de la mansión de los Bartholy, amenazando con acabar con la poca paz que se había instalado en este mundo que se hallaba en guerra.

Marché con pasos pesados pero decididos a ver a Cathy, dejando al resto charlando en el salón, unos más sonrientes que otros y otros más pensativos y callados.

Mi hermana casi parecía esperarme, sentada en aquella cama con la vista en la ventana abierta. El crujir de mis pasos sobre la madera desgastada de la habitación le hizo darse cuenta de mi presencia.

—Hueles como mamá, sé que usas su perfume desde que se marchó. Casi puedo cerrar los ojos y verla, recordar esos días antes de desatarse todo el dolor que padecimos. Aun me acuerdo de papá, de su carta.

Aquello me hizo pensar en la enfermedad que tanto mi madre y yo padecimos. Entendí cuan desesperada estaba ella como para venir hasta aquí en su estado a por el lago milagroso para al menos intentar tener una posibilidad entre un millón de curarse.

—El mundo es muy hostil hermana, tanto que agradezco no ser capaz de generar vida. No quiero traer al mundo un niño a sufrir y a que pudiera padecer mi enfermedad y la de mamá. No quiero que sienta esa desesperación, esa necesidad de callar, pero también de decir a los demás lo que te ocurre. Esa sensación de que te miran con pena en vez de con admiración porque luchas contra un mal invisible pero constante. No sé qué ocurrirá con Drogo o Sebastián, pero si algo te puedo jurar es que ese niño jamás estará solo.

Mi hermana se giró en mi dirección sin derramar una sola lágrima, completamente estoica y ligeramente sonriente. Parecía haber madurado diez años de golpe.

—Mi vida ha sido una constante preocupación por los demás. Sé que el enamorarte de un vampiro es quizás la decisión más alocada del mundo; una decisión típica de ti, pero no de mí. Pero él se coló entre mis huesos, forma parte de mis suspiros y mis sueños. No somos tan diferentes, Nicole.

Asentí y abracé a Cathy sin necesidad de decir nada más. A veces las palabras estropean los momentos más sinceros y pacíficos, por ello me limité a demostrarle que estaba para ella por completo.

Como siempre lo había estado, por eso cuando supe lo de mi condición, me alejé de ella, para que no tuviera que revivir nuestro horror. Esperaba que en la vida ella pudiera perdonar lo que hice, aunque en mi fuero interno, sabía que ella me había perdonado desde el día que fue al hospital cuando me estaba muriendo.

Cuando hablábamos de su miedo a las tormentas y el cómo la protegía. Fue la forma que tuvimos de reconciliarnos la una con la otra y con nuestro ser propio.

The liberation of the beast(Is It Love?Nicolae parte IV)Where stories live. Discover now