CAPÍTULO 50

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Fue demasiado fácil encontrar la llave que mamá escondió para abrir la caja metálica que había cargado durante un largo viaje en el que, al principio, pensaba que lo haría sola, pero la vida, como siempre, da sorpresas más o menos agradables

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Fue demasiado fácil encontrar la llave que mamá escondió para abrir la caja metálica que había cargado durante un largo viaje en el que, al principio, pensaba que lo haría sola, pero la vida, como siempre, da sorpresas más o menos agradables. Sebastián parecía un tanto curioso cuando entró por la puerta, pues era donde la mujer que él amaba había pasado prácticamente toda su vida. Conforme buscaba en la cocina, él se paseaba mirando las fotos que estaban colocadas por las paredes y alacenas de la planta inferior.

Su voz parecía cargada de emoción.

—Cuéntame algo sobre Catherine. Algo que poca gente sepa.

—Me pides algo muy importante, pues puede matarme por tu culpa si te cuento algo embarazoso sobre ella.

Él rio mientras acariciaba la fotografía de graduación de mi hermana. Estaba tan radiante que incluso yo misma se lo tuve que admitir. El vestido era el que me iba a poner, pero como la plantó el chico que le gustaba, decidí que mejor le daba el mío para animarla. Cuando me preguntó qué llevaría yo, le dije que no se preocupara, que le había dado el vestido más feo para quedarme el mejor. Era completamente mentira, llevé el que llevó mamá en su graduación, pero con diferentes detalles pues ella le hizo unos arreglos para que pareciera un poco más moderno. Por aquel entonces, mi madre ya estaba enferma y los medicamentos eran muy caros, por lo que nos teníamos que ajustar el cinturón para que no debiéramos nada al banco o pudiésemos comer todos los días. Papá por su parte, tenía trabajos a media jornada aquí y allá, por lo que apenas estaba en casa.

Miré por la ventana, justo donde ahora se encontraba el árbol de mamá. Como si una fuerza invisible me impulsara a hacerlo, comencé a contar cosas del pasado.

—Catherine era muy miedosa, incluso ahora lo es. Teme a las tormentas, muchísimo, por eso siempre tiene un peluche en su dormitorio para así tener algo que abrazar cuando hay una. Cuando éramos pequeñas, ella era la que me abrazaba a mí.

—Si ella me deja, yo seré su peluche cuando tenga miedo.

Admitía que era doloroso escucharle hablar así, pues nadie merece tener que ver a la persona que más quieres en brazos de otra persona. Y menos, cuando se supone que hay un hijo en camino, cuando la familia que comenzasteis a formar, ahora se caía a pedazos porque los sentimientos no eran correspondidos.

El tema no era muy agradable, por lo que no quería hacer que la atmósfera fuera más incómoda de lo que ya de por sí era. Di gracias a que la llave se encontraba a simple vista para el que comprendiera bien el acertijo de mi madre; se encontraba en la silla donde siempre se sentaba, dentro del cojín que ella se colocaba en su espalda. Mirar por la ventana era de las cosas que más le gustaba hacer; algo tan sencillo y auténtico solo podía salir de alguien como mamá.

En un principio iba a esperar a llegar a la mansión para abrir el contenido, pero Sebastián comenzaba a ser un tanto pesado con el tema. Por mucho que subiera la música o le obviara, él no cesaba en su empeño de abrir la caja.

—¿Y si todo es una trampa?¡Piénsalo Nicole, podría tener alguna especie de GPS!¡Nos encontrarían!

—¡Ni que todo esto fuese una película!

—¡Es peor que eso, es la maldita realidad!

Aquello me hizo callar de golpe. Si hace dos años me llegan a decir que los vampiros existen, que me iba a "curar" de mi enfermedad y que encima me iba a convertir en uno, pensaría que había perdido el juicio. Pero aquí estaba, marchándome de la que era mi casa para poner rumbo a la mansión, el lugar que ahora consideraba mi hogar. Cualquier cosa podía suceder, por lo que no podía dar por sentado nada. Era muy entrada la madrugada, prácticamente amanecería en una hora como máximo, por lo que no era muy prudente hacer una parada. Pero Sebastián me dio la solución, dando un pequeño desvío para ir a una cafetería de carretera que no nos quedaba demasiado lejos de donde nos encontrábamos.

No quería ver a nadie, pues tenía un remolino de emociones que temía hacerme desbordar. En su caso, a él también parecía pasarle lo mismo.

—No vamos a beber por obvias razones, pero quiero que hagamos el pacto de hacerlo cuando lleguemos a la mansión. Tanto tú como yo estamos hechos mierda.

Aquella contestación me hizo explotar en carcajadas al punto que la camarera retrocedió varios pasos. Se lo pensó mejor e hizo la visita con su cafetera por otras mesas antes que por la nuestra.

—Estupendo, ahora se piensan que hay una loca que se ha escapado por estos lares. Brindo por eso—Dije mientras sacudía un vaso con agua al aire. Sebastián me siguió la corriente, chocando su vaso con el mío. Éramos una especie de cadáveres emocionales, pero en aquella madrugada, ambos nos entendimos por primera vez. Comencé a verlo como un aliado, alguien en quien confiarle tu pellejo, pero con unos demonios difíciles de domar en ocasiones. Entendí que su vida no había sido fácil y que, por ello, no siempre fue el hombre bueno y justo que se supone que siempre había sido.

Lo acepté en mi pequeña manada, en mi gran familia que habíamos construido. Tenía que explicarnos mucho, pero seríamos todo oídos. Me lo pensé un poco más, pero decidí preguntarle de qué murió su padre. Él también parecía desear rehusarse a responder.

Finalmente, lo hizo.

—Murió envenenado, fue un asesinato. Lo más increíble es que todos se piensan que he sido yo por la mala relación que siempre he tenido con él. En mi mundo, si traicionas al Alpha, los traicionas a todos y estás condenado a ser exiliado para no poder volver jamás.

—Encontrarás un lugar al que pertenecer, no sufr...

—No lo entiendes, los hombres lobo nos necesitamos mutuamente. Incluso si tuviera una mujer humana, requiero de la presencia de los míos por razones energéticas. Es una especie de simbiosis difícil de explicar; nos nutrimos de la energía del resto, nuestras transformaciones son mejores cuando vivimos con los nuestros. Somos menos propensos a enfermedades y nos curamos más rápido.

—Entonces, ¿Planeabas llevarte a Catherine a tu manada? —Le pregunté, pero con su mero silencio ya me contestó. Conocía bien a mi hermana y no hubiera transigido con que su hijo se criara en un lugar de tanta represión y con las ideas tan cuadriculadas.

Asentí en silencio tomando la llave del bolsillo. Era un buen momento para cambiar de tema y ver qué guardaba aquella caja. Sebastián se colocó en un punto donde nadie pudiera olisquear lo que hacíamos. Para mi sorpresa, tan solo encontré un desgastado cuaderno, unas runas y una fotografía donde salíamos mi hermana y yo con mamá. Tras de ella, unas letras en rojo que decían:

—Cuidado con el niño de pelo blanco. Él fue el que lo empezó todo.

—¿Qué cojones significa eso?

—No lo sé, pero de lo que estoy segura es que tenemos que marcharnos ya. Betty tiene que darnos unas cuantas explicaciones.

The liberation of the beast(Is It Love?Nicolae parte IV)Where stories live. Discover now