CAPÍTULO 61

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El estómago lo tenía vuelto del revés al ver al que era mi padre y no consideraba como tal

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El estómago lo tenía vuelto del revés al ver al que era mi padre y no consideraba como tal. Madeline me tomó de la mano para apoyarme un poco más e insuflarme un poco más de calma que necesitaba para afrontar la presencia de semejante monstruo. Nos pidió que por favor nos reuniésemos todos en la cripta, pero Nicole no pudo soportarlo y se marchó a su dormitorio. Catherine impidió que Nicolae fuera a su encuentro, pues sabía perfectamente que era un tiempo que ella requería para serenarse.

La noche era demasiado hermosa como para que ocurriera tal tragedia. Sabía que Sophie era mi madre biológica, pero no guardaba recuerdo alguno de ella, tan solo los que construí con ella el tiempo que estuve en El Exilio y cuando fui liberado gracias a su valentía. Le agradecí cada día lo que hizo por mí, pues en caso de haber sido vista, podría haber acabado muerta o torturada.

Aunque conociendo a mi padre, él prefería los castigos ejemplares. Nunca se le ocurriría acabar con uno de sus trofeos, pero sí le provocaría daños. Era extraño verle con ese semblante tembloroso, con esos ojos casi negros cubiertos en lágrimas y esa mirada perdida. En ningún momento pude ver a mi padre llorar y nunca supe lo que era la compasión de su mano. Apenas recibíamos visitas por su parte, y aunque no convirtiera a Lorie, la trataba también como una de sus hijos, aunque técnicamente, era Nicolae el que la había convertido pues era el que más toleraba la sed de sangre. Aquellos tiempos fueron trágicos; tuvimos que lidiar con una vampira recién convertida que había perdido a su novio y a su hija, mientras que nuestro padre vivía su vida lejos de nuestros problemas.

Desde que llegó a la mansión, no nos pidió nadas más excepto que nos quedásemos. Era su última voluntad antes de desaparecer de la vista de todos, pues según él, se iría tan lejos que nadie le encontraría. Quería quitarse de en medio para darnos la paz que tanto ansiábamos, aunque sonaba a enorme farol. Nunca hacía algo con un porqué detrás o sin ninguna intención que beneficiarse. Por lo que yo me creí lo justo y necesario. Me puse en el lugar de mi madre, pues ella no merecía que, al menos, le dedicásemos un trozo de nuestra noche, aunque la tuviésemos que compartir con ese monstruo que la miraba con tristeza a través de la sábana que la cubría.

El agujero ya estaba hecho y el féretro de piedra completamente abierto para poder meterla. Antes de eso, Víktor dijo unas palabras de despedida. Todos apartamos la vista de él, pero nos quedamos a escuchar.

—Es ahora o nunca querida, aunque sea tan tarde que me quiero arrancar el alma y la piel con mis manos. Mi egoísmo me ha llevado a lugares terribles y mis manos a cometer los más horrísonos pecados. No tengo perdón ni de Dios ni de nada divino que baje a visitarme, pues nací maldito y configuré mi existencia dentro de esa nube oscura en la que me sentí conforme. No podré volver a mirarte, tan solo cuando cierre los ojos y pueda verte entre mis recuerdos. Qué triste que tus ojos siempre estuvieran cristalinos, cubiertos de unas lágrimas que nunca derramabas delante de mí y que, aunque me las ocultabas, siempre lograba verlas. Pues siempre estaba a tus espaldas, aunque tú no te dieses cuenta. Te amé con mi corazón turbulento y lleno de odio, de las más inhóspitas tormentas donde tú me esperabas con los brazos abiertos. Te acostumbraste a mi presencia, aunque a veces deseabas huir, y con razón amor mío, pues debí de ser un tormento.

Acepto todo lo que hice y no puedo enmendarlo por mucho que lo desee, pues lo que he hecho en el pasado es tan terrible que no podría sino reencarnarme de nuevo para lograr aliviar un poco el dolor que he provocado en muchas personas. Hoy hago algo que siempre debí hacer. Libero a tu hijo de las cadenas que le impuse, libero sus recuerdos para que así pueda despedirse de ti como es debido. Tú Peter, eres libre. Dejo que el odio terrible que sentirás por mí, puedas descargarlo como desees, pues no tengo perdón.

Tras ello, se acercó a mí con gran rapidez, clavando sus ojos negros en los míos. Las manchas de su iris se movían lentamente, de forma que parecía hipnotizarme. Fue tan rápido que nadie pudo impedirlo; no sé qué demonios me hizo, pero, de repente, una oleada de sentimientos extraños me hizo dar varios pasos atrás.

—Peter, querido, ¿Qué te ocurre? —Me preguntó Madeline mientras intentaba levantarme. La angustia crecía en mi interior conforme los recuerdos que tenía bloqueados, iban saliendo a la superficie. Desde mis años de estudiante de magisterio musical, a los conciertos que hice con mi madre en el calor de nuestro hogar, al día que recibimos la noticia que mi padre había muerto en la guerra...Todo iba surgiendo, como burbujas que ascienden hasta la orilla del agua. Y conforme más tiempo pasaba, más necesidad tenía de matar a ese cabrón.

La sangre burbujeaba con más intensidad conforme las siluetas pasaban de ser borrosas a claramente nítidas. El dolor era tan intenso; me atravesó por completo el corazón como una descarga eléctrica que entumeció mis sentidos. El enorme vació se abrió a mis pies, amenazando con tragarse a cualquiera que se pusiera por delante. Me temía, en esos momentos me temía como nunca antes. El ardor en mis ojos me indicó que me había transformado en mi versión más mortífera.

Y no lo pensé dos veces en atacar.

Un sonoro grito gutural irrumpió en mitad de la noche, haciendo volar a todas las aves que estaban posadas en las cercanías de la cripta. Con todas mis fuerzas, tiré a Víktor al suelo, desgarrándole la ropa. Intentaron detenerme, no por él sino por mí, porque temían que me hiciera daño. Las intenciones de él nunca fueron buenas, por lo que, en el momento más inesperado, podía estar poniendo uno de mis pies en la tumba.

Unas manos me quitaron de encima, arrastrándome lejos. Cuando pude enfocar la vista, vi a una Antonella demacrada, con su pelo enmarañado y su ropa hecha trizas. Olía a sangre por doquier, por lo que debía tener heridas serias. Todos quedamos mudos ante su presencia pues no sabíamos de ella desde hacía un buen tiempo. Se interpuso entre Víktor y nosotros con los brazos extendidos y una mirada llena de desesperación.

—¡Por favor, deteneros!¡Las cosas no son como parecen!¡Tenemos mucho que contaros, pero necesito que me deis la oportunidad!

—¡No hay oportunidad que valga!¡Este engendro ha entrado en mi casa y le ha hecho algo a mi hermano!¡Mi mujer tuvo que irse corriendo porque no soportas su maldita presencia! ¿Y ahora quieres que olvidemos todo eso y que lo acojamos con los brazos abiertos?

—No Nicolae...no es eso. Solo deseo que me deis una oportunidad. Las cosas...son muy diferentes. Comprendo que no queráis la presencia de mi hermano, pero creedme cuando os digo que no le volveréis a ver jamás y que pagará sus actos. Tan solo dadme una oportunidad para explicaros algo que no sabéis.

La presencia de Antonella fue lo mejor para enfriar los ánimos, pero, aun así, deseaba destruirlo con todas mis fuerzas. No quería darle el placer de explicar todos sus deplorables actos, pero al ver la desesperación de ella, tuve que pensarlo mejor.

Quizás era algo que la involucraba y con eso era suficiente como para darle un poco de tiempo. Pero eso sí, bajo mis condiciones.

—Está bien, pero no quiero que esté presente en el entierro de mi madre. Ambos os quedaréis en el comedor con la puerta cerrada para que no pueda deambular por la mansión. Solo pido eso, enterrar a mi madre en paz.

Antonella asintió mientras tomaba de los hombros a Víktor. Sin mediar una palabra, ambos comenzaron a caminar en dirección al interior de la mansión, acompañados por Nicolae que era el que iba a cerciorarse que se quedasen donde dije.

Mientras que miraba la silueta de mi madre bajo la sábana, una mano que conocía bien se instaló con la mía. Su suavidad siempre me hacía sonreír, aunque fueran en momentos trágicos como éste. Su apoyo fue esencial para no perder la cordura que el mundo gris donde vivía, me intentaba quitar. Su luz siempre fue muy luminosa, pero conforme más tiempo pasábamos juntos, más brillante era su halo.

—Siempre te sujetaré la mano, no importa lo mucho que desees estar solo y perderte del mundo. Soy parte de ti y tú de mí.

Las lágrimas no tardaron en aparecer. Para ambos, aquella noche era el preludio a un cambio, un camino extraño por donde descarrilaríamos sin saberlo. Pues cuando los cuervos sobrevuelan una casa, ya se sabe lo que puede pasar.

The liberation of the beast(Is It Love?Nicolae parte IV)Where stories live. Discover now