CAPÍTULO 48

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Había hecho mis averiguaciones tras la visita que tuve con Antonella

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Había hecho mis averiguaciones tras la visita que tuve con Antonella. Desde que comencé a recordar quién era, tomé la decisión de aislarme durante unas semanas porque ni mi mente ni mi corazón pudo soportar tanto peso. Puse de excusa que tenía planes en cuanto a ampliar el Exilio a otras partes del mundo y que había comprado unos billetes de avión para revisar qué parte del mundo era la más propicia para mi proyecto. Intenté que sonara lo más convincente posible, sobretodo, para Claudette que era la que antes se percataba de este tipo de cosas. No tenía idea de cómo lo lograba, pero con una simple mirada, sabía perfectamente quien mentía y quién no. Pero no iba a menospreciar mis habilidades; era un vampiro cuya procedencia era un tanto desconocida, pues no teníamos idea de nuestros antepasados, por lo que muchos de mis poderes o habilidades no habían sido descubiertas.

Nada más recordar, un horrible arrepentimiento se arremolinó en mi pecho. La primera persona por la que pregunté fue por mi querida Sophie, el único amor real de mi vida. Horrores que provocaron mis manos y mi boca, se agolparon y me hicieron casi morir de puro sufrimiento y cargo de conciencia. Casi muero de hambre pues quería dejarme morir de una vez, pero la presencia de Shurna y su continua atención, hizo que me replanteara las cosas. Era cierto que debía de enmendar, aunque fuera solo una pequeña parte, de todo lo que había provocado. Yo era quién más conocía a Sophie y sabía perfectamente donde buscar. Puse un cebo para comprobar si estaba en lo cierto; un vial de sangre envuelto en un trozo de una de las mantas del hospital en el que ella trabajaba. Y estaba en lo cierto; mi esposa estaba allí, en medio de un cementerio de edificios y escondida de mí. Me temía y nunca me había querido, cosa que entendía perfectamente pues, ¿Quién podría amar a un monstruo?

Mientras que las cosas se calmaban, le pedí a uno de mis subordinados que entregase varias veces a la semana, un vial de sangre envuelto con la misma tela que había usado anteriormente. En ocasiones, iba con él para intentar ver a Sophie aunque fuera a los lejos, pero ella siempre se esperaba un buen rato hasta recoger el vial. En una ocasión, pude ver su frágil mano, más pálida de lo normal, por debajo de la puerta. aquello fue como una flecha envenenada para mi corazón que, cada vez, estaba más muerto.

Conforme más pasaba el tiempo, más sentía la necesidad y la obligación moral de matarme. Pero Shurna no se rendía; se quedó conmigo en todo momento, convirtiéndose en mi sombra. Si ya de por sí confiaba en ella, con todo lo que estaba sucediendo a mi alrededor, era capaz de poner la mano en el fuego sin temor a quemarme. Las noches ahora me parecían muy largas porque apenas pegaba ojo; por mucho que intenté cualquier cosa, nada funcionaba.

—Estoy condenado a llevar el peso de todos estos recuerdos. No puedo describir lo horrible que es.

Shurna me escuchaba en silencio, asintiendo cada poco tiempo. Se echaba las culpas mentalmente, podía verlo en la tristeza de sus ojos y su semblante cabizbajo. Su fortaleza era contagiosa y por primera vez en mi vida, aquella seguridad me la insufló otra persona, pues la mía propia se había desvanecido. Había momentos muy pequeños en los que ella desaparecía sin decir exactamente dónde iba. Le pregunté en varias ocasiones y la respuesta era la misma. Se la había aprendido para no tener que darme explicaciones de más.

—A ningún sitio en especial. No te preocupes por mí.

Pero sí lo hacía, en cada momento, pues ella era mi ancla y la posibilidad de mi redención. Necesitaba empezar de nuevo con Sophie y lo más importante, ayudar a que ella y Peter retomasen la relación de nuevo. Otro de los grandes problemas a los que me enfrentaba era el Exilio; no podía frenarlo todo ahora que gente tan poderosa había invertido su tiempo, energía y dinero en experimentos y en la protección que dábamos a los más pudientes. Eso sin contar el apartado de leyes, en los que nos habíamos hecho un hueco gracias al bien que ejercíamos en la comunidad vampírica. Podíamos participar en la aprobación e implantación de nuevas normas y leyes en la comunidad vampírica y eso comenzamos a hacer poco a poco.

En unos pocos meses, se abriría la veda de tomar sangre humana de forma ilimitada, dando la posibilidad a cualquier vampiro de cazar humanos. Y lo peor de todo: a cuantos quisieran y en el momento que quisieran. Eso no solo afectaría a su población, sino que, además, supondría la exposición de todos nosotros. Con ello, la paz quedaría desequilibrada; otras especies se encontrarían en profundo descontento, generando rencillas y guerras inter especie que debilitarían aún más la diversidad de criaturas mágicas que poblaban la tierra. Estábamos destinados a extinguirnos, a excepción de algunos vampiros.

—Mañana mismo voy a por Sophie. Necesito saber de ella e intentar recuperarla, aunque bien sé que es imposible. Deseo que al menos no me tema y devolverle aquello que le arrebaté.

Shurna parecía estar de acuerdo, prometiéndole que no tardaría demasiado en volver. Ella se quedaría en la zona para resolver algunos asuntos pendientes. Me rehusé a preguntarle pues la respuesta me la sabía de sobra.

Apenas pegué ojo en la noche, quizás por los sentimientos divididos que sentía aprisionados y a punto de colapsar. La enorme congoja del daño que le había provocado a mi mujer y el regocijo de verla de nuevo, de abrazarla y cuidar de ella hasta que se recuperase. Apenas tomé equipaje, pues no lo necesitaba para aquello en lo que me embarcaba. Tampoco fui acompañado; simplemente no deseaba fingir la frialdad que el Víktor que todos conocían, saliera de nuevo. Era bastante cansado pensar en todo lo que había hecho como para fingir.

Pero claro, debía hacerlo para deshacer todo lo que hice.

Hacía frío cuando llegué. No era para menos porque hacía bien poco que había llovido y era temprano. Caminé con cuidado temiendo que Sophie se escondiera de mí en cuanto me viera aparecer, pero todo se encontraba en la mayor de las quietudes. Su aroma ahora no era tan perceptible, sino que era muy tenue.

Aquello me preocupó, me atravesó el pecho al pensar que quizás algo le había sucedido. También existía la posibilidad de que hubiera salido a cazar al desesperarse por la falta de comida. En cualquier caso, algo no iba bien, pues supe de buena tinta que el hombre encargado de mandar los viales, había sido despedazado en las cercanías de la casa.

Aquello me daba la pista de que alguien conocía mi secreto; quizás alguien que no deseaba que mis sentimentalismos echaran a perder el imperio que había construido. Me odié de nuevo a mí mismo por permitirme abandonarme a los golpes de la corriente, que tan fuerte me azotaron y moldearon mi carácter hasta ser el ser despiadado que era.

Me vi tentado a llamarla, pero el riesgo a que ella saliera corriendo era bien alto si seguía escondida dentro de la casa. Opté por entrar despacio, intentando ser lo más silencioso posible. Imploraba que no le hubiera sucedido nada, que el atacante no la hubiera encontrado, ¿Y si ella había huido y por eso su olor no era tan perceptible como la última vez?

Pero nada más acceder al interior, comencé a comprender las razones por las que ella parecía haberse marchado. Su cuerpo se encontraba desplomado sobre el viejo piano de su hijo. Su querido Peter, el que, por culpa mía, pasó gran parte de su vida, alejada de ella sin tener ningún tipo de contacto.

Tuve una leve esperanza que no estuviera muerta, que la debilidad la hubiera obligado a dormir, pero la lividez de su rostro, sus labios azules y la rigidez de su cuerpo, me confirmó aquello que más temía. Entre sus manos, una pluma con la punta llena de su sangre, descansaba hermosamente, adornando la elegancia de sus dedos. Siempre admiré sus manos, llenas de determinación y que tanto había hecho por el mundo. Le arrebaté tantas cosas que apenas podía soportar el peso. Me tambalee a su lado, llorando en su regazo mientras me sujetaba a su vestido. Imploraba al cielo que la trajera de vuelta y que, si alguien debía de rendir cuentas al infierno, ése fuera yo mismo.

The liberation of the beast(Is It Love?Nicolae parte IV)Where stories live. Discover now