CAPÍTULO 32

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Las palabras de aquella bruja hicieron eco en mi mente, sospechando que quizás se tratase de una especie de encerrona

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Las palabras de aquella bruja hicieron eco en mi mente, sospechando que quizás se tratase de una especie de encerrona. ¿A santo de qué vendría a un lugar a exponerse de tal manera como lo había hecho para lanzar simples conjeturas?

Si mirábamos los archivos del pasado de la ciudad, era cierto que al lago se le atribuían propiedades especiales. De hecho, los campos magnéticos de la zona eran muy fuertes, hasta el punto en el que las brújulas se volvían locas. Es así como comenzaron a advertir a los padres de que no dejaran a sus hijos pasear por el bosque colindante a la mansión, pues podrían perderse y no volver nunca. Si a eso le añadíamos los cientos de historietas de fantasmas y criaturas extrañas avistadas, se creaba el caldo de cultivo perfecto para convertirse en el lugar de destino preferido para turistas intrépidos.

Y fue el canto de sirena que escuchó mi madre, una mujer casi desterrada de la vida, cuyo tren estaba a punto de descarrilarse. No tenía esperanzas, ya que de eso se trata tener una enfermedad terminal: sabemos el final exacto que vamos a sufrir. Quizás en un intento desesperado para curarse y evitarnos el sufrimiento de tener que cuidar de ella, hizo que se desplazara por un tiempo a este lugar. El tiempo apenas me acordaba, quizás fueron como mucho un par de meses...no sé, aquella época era confusa y ruidosa.

Mi hermana y yo nos quedamos en casa, esperando que la vuelta de mamá fuera fructífera y que trajera buenas noticias. Lo que nunca sabíamos que iba a pasar es que nuestro padre tomó aquello como una oportunidad para escapar de todo aquel marrón que le vino encima. Y toda esa palabrería del matrimonio, quedó como una simple anécdota para llevarse la gallina al huerto.

Pobre gallina, pobre mamá.

Ambas quedamos solas, pero cuando ella llamaba y preguntaba cómo nos encontrábamos y si nos apañábamos bien con el desastre de papá, siempre le ocultábamos la poderosa verdad. Aunque deseábamos llorar y gritar hasta desgañitarnos, era importante para su estado delicado, mantenerla lo más tranquila y alejada de los problemas posible. Pero claro, mi padre nunca permitiría que la paz reinase por mucho tiempo en nuestro pequeño y fragmentado mundo.

Los papeles del divorcio fueron enviados al hotel donde mi madre se hospedaba. No pasó mucho tiempo entre aquello y su muerte. ¿Razón que dieron los médicos? Paro cardíaco, quizás por la debilidad del estado avanzado de la enfermedad.

Y un cuerno, mi padre la había matado. Corazón roto, se llama la puta dolencia.

No sé qué fue lo que me hizo convencerme de ir al hospital donde mi madre se hizo sus chequeos mientras pasaba una temporada en Mistery Spell; quizás fue que Betty fue la única persona que la cuidó mientras intentaba curarse de una enfermedad que la tenía sentenciada. Solo quizás por eso le daba un poco de credibilidad.

Insistí en ir sola, incluso después de la enorme discusión que tuve con Nicolae, no di mi brazo a torcer. No tenía idea de lo que iba a encontrarme, ni cómo reaccionaría a ello, pero era esencial e importante ir sola para enfrentarlo. Porque si era justa, cuando murió nuestra madre, zanjamos demasiado rápido el asunto sin indagar un poco más en sus últimos días y en que si era verdad que el desencadenante de su muerte era lo que decían los médicos.

Tenía demasiados problemas encima como para preocuparme por otro más. El mensaje de alguien que conocía bien, me hizo desviar la mirada de la recepcionista a la pantalla de mi teléfono.

Sé que tienes mucha mierda encima. Intentaré ser un buen cuñado.

Drogo.

Aquello sí que me dejó estupefacta.

—Vaya expediente X. Desde luego, en mi vida no hay cabida al aburrimiento—Suspiré mientras seguía en la cola. No le contesté, simplemente guardé mi teléfono y me quedé mirando al reloj de pared.

Era bastante temprano, como las nueve y cuarto de la mañana. Cuando salía de la mansión, me tropecé a Madeline paseando con Catherine con rostros bastantes circunspectos. La situación era tensa y eso me preocupaba enormemente por el tema del embarazo.

Y el maldito Sebastián seguía sin aparecer. Aunque pensándolo mejor, no estaba segura si su presencia mejoraría mucho más las cosas. De nuevo, un mensaje interrumpió mis pensamientos. Aunque tenía ganas de ignorarlo, era mi deber echarle un vistazo.

No reconocí el número.

Tenemos algo que te interesa, solo tú sabes a lo que me refiero, ¿Has perdido el contacto recientemente con alguien a quien tienes aprecio? Haz memoria. Y quizás, solo quizás, podamos llegar a unos términos que sean interesantes para ambas partes. Si le dices algo a alguien, incluyendo a ese Bartholy, perderás toda oportunidad. Es hora de que seas la heroína que siempre quisiste ser, Nicole. Si no, quizás podrías correr la misma suerte que tu padre.

Y a quién menos esperaba encontrarme, de repente salió en la conversación, ¿Qué demonios tenía que ver mi padre en todo el asunto? Él simplemente nos abandonó porque no podía digerir todo aquello. Pero, si alguien lo mencionaba, era por alguna razón. Y no, no era equivocación alguna, pues sabía de mi relación con los Bartholy además de mi nombre. Las opciones eran muchas conforme pensaba en los candidatos que podían haberme mandado aquel mensaje. Era claro; nadie podía saber de mis charlas con aquel fantasma al otro lado del teléfono.

Y en cuanto a las personas que había perdido de vista, no eran tampoco pocas. Estaba Sebastián, el padre de mi sobrino y una moneda de cambio perfecta para los del Exilio. También Antonella, cuya pobre mano derecha había muerto hacía bien poco. Y finalmente, estaba Sophie, la madre de Peter, de la cual no teníamos noticias desde que escapamos de la fiesta hará unos meses.

Y de entre ellos, mi percepción se balanceaba hacia Antonella. La voz de Claudette dándome la macabra noticia, era una pista suficiente para pensar que era ella de la que hablaba el mensaje. Fuera como fuese, cualquiera de esas tres personas, significaba un mundo para cada uno de nosotros, por lo que debía de pensar fríamente y, esta vez, completamente sola.

El problema era manejar todo aquello sin que nadie se enterase, pues tenía un vínculo con un vampiro melenudo que me conocía bien. Con una simple mirada, era capaz de saber en qué demonios pensaba o lo que pretendía hacer, ¿Cómo iba a lograr si quiera moverme de la mansión sin levantar sospechas?

—Señorita Hudson, su turno.

Pero claro, toda esa cuestión debía esperar. Las putadas mejor por partes y dosificadas, como el picante. No quería acabar chamuscada antes de tiempo, pues el infierno se abría justo debajo de mi culo. Y no, no soportaba el calor.

The liberation of the beast(Is It Love?Nicolae parte IV)Where stories live. Discover now