CAPÍTULO 42

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Sabía el camino que debía tomar, pero desgraciadamente, por el bien de todos, me sentía obligada a hacer un desvío

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Sabía el camino que debía tomar, pero desgraciadamente, por el bien de todos, me sentía obligada a hacer un desvío. No podía tomar la carretera yo sola sin decírselo a nadie y menos cuando llevaba tanto tiempo fuera sin apenas dar señales de vida.

La Nicole de antes era mucho más inconsciente, más intransigente con aquello que me dificultaba lograr lo que pretendía conseguir. Había comprendido que no iba sola en el camino, que debía de respirar hondo y aceptar la ayuda de aquellos que siempre me tendían la mano. Conforme conducía, la necesidad de abrir aquella caja, era abrumadora. Me estaba matando, torturando; era un suplicio. Casi podía escuchar el crujir de su interior, llamándome a que volviera a por las llaves, pues por la información que tenía al respecto, comprendía dónde podrían estar.

—¡Joder, me odio! —Pataleé cuando comenzaron a temblarme las manos. Quedaban unos quince minutos aproximadamente para llegar a la mansión y el tráfico, que no solía colapsarse, me había hecho una jugada. Me froté la cabeza comenzando a gritar y golpear el volante; estaba histérica pues la antigua y la nueva Nicole, a veces luchaban entre sí en una pelea encarnizada en la que una de las dos deseaba prevalecer sobre la otra.

Deseaba ir a por esas malditas llaves, pero, por otra parte, no podía hacerlo sola. No era por ser precisamente una cobarde, sino por lo peligroso que podía llegar a ser. Respiré hondo y me obligué a permanecer en la carretera que me llevaba a la mansión, pero el volante no estaba de acuerdo con mis planes.

—A la mierda, no puedo aguantarlo más.

Y cambié completamente de dirección, tomando el sentido contrario al que estaba llevando. Los Bartholy y el resto me colgarán del poste en cuanto pusiera un pie de nuevo en la mansión, pero era un mal necesario. No podía vivir sin saber qué demonios permaneció durante tantos años en la caja que ahora estaba en el asiento del copiloto. Era curioso, pero no había forma de abrirla, ni incluso con mi fuerza. Tampoco podía emplearla en su totalidad, pues no sabía lo que había dentro y podía romperla. La única opción viable era hacerlo de la forma en la que mi madre lo quería.

—¡Lo siento por todo, pero debo de viajar sola! —Gritaba como una histérica para intentar canalizar mi adrenalina. No era la mejor decisión de la historia precisamente, pero, ¿Quién era yo para dar lecciones de algo?

En mi ensimismamiento, me salí de la carretera al tomar un camino pedregoso. Las señales me indicaban que me encontraba en la dirección correcta, pues el nombre de mi ciudad aparecía en las indicaciones. Era un camino de un sentido, sin asfaltar, pero sin elementos peligrosos que pudieran hacerme estampar el coche.

Era un jodido safari, con ardillas saltando por encima del automóvil mientras que pasaba entre los árboles. Algún que otro pájaro hacía el amago de estamparse en el parabrisas, pero con algunas cabriolas, siempre se libraban del golpe fatal.

Pero a mí me sacaban de quicio.

Comencé en la posibilidad de que la carretera fuera utilizada por una persona que tuviera una vivienda por los alrededores, pues no era raro encontrarse enormes casoplones o desvalijadas cabañas por estos lares. La visibilidad dejaba mucho que desear, pues apenas había alumbrado, por lo que tuve que poner las luces largas para así ver mejor, también porque comenzaba a caer la tarde y, en el bosque, la oscuridad venía antes que en plena ciudad. Mi madre decía que era porque los animales dormían antes que los humanos, por lo que requerían de la oscuridad mucho antes que nosotros.

Siempre se inventaba historias cuando Cathy y yo éramos unas crías. Era su forma de alentarnos creatividad e imaginación a nuestras tiernas mentes. Siempre agradecí que, a pesar de su enfermedad, nos cuidó con devoción incansable. Incluso a pesar de estar enamorada de mi padre como una auténtica adolescente, siempre apostó por nosotras por encima de su hombre.

Y eso la honraba como la mejor de las madres. Por eso, en la lucha entre las dos Nicole, ganará la que favorezca a mamá, independientemente de que el modo que tuviera que seguir fuera el menos recomendable. No tardó en sonar el teléfono, pero no podía cogerlo. Era una zona peligrosa de escasa visibilidad, por lo que mis sentidos debían estar alerta.

—¡Joder, qué coño! —Grité cuando algo se atravesó en mi camino y me hizo golpearlo. Había sido tan rápido que no era capaz de identificar qué bicho se me había cruzado por delante. Tuve que parar por si lo había herido y hacer una revisión antes de ponerme en marcha. Pero antes de quitarme el cinturón de seguridad, un golpe en mi ventanilla me hizo gritar del susto. En cuanto le vi la cara...

No supe ni cómo reaccionar.

—Bendito los ojos. Esto es a lo que llamo suerte.

—Eres un capullo—Le escupí. Parecía ser que ahora el nuevo hobby de Sebastián era desaparecer sin dejar rastro, preocupar a la familia y luego volver como si nada con una enorme alegría como si hubieran pasado años desde la última vez que nos viera. Si no fuera el padre de mi sobrino, le hubiera dado una lección de esas que dejan una huella en el cuerpo y no una de esas que recuerdas memorablemente.

Abrí los seguros para que entrase. Se encontraba un tanto desaliñado, con la ropa un tanto desgarrada, aunque tenía cierta sofisticación.

—Desapareces, pero veo que tienes tiempo de citas. A juzgar por tu aspecto, te ha ido bien.

—Vengo del entierro de mi padre—Me contestó apáticamente.

Eso me hizo amainar la velocidad, intentando encauzar la conversación que ahora se había vuelto un tanto agresiva con mis reproches. Podía oler la apatía y la tristeza desde mi asiento sin necesidad de mirarle; no mentía por el tono de voz y el lenguaje corporal, pero al ver que no me fiaba demasiado, me miró y me dijo.

—Sé que últimamente no soy de fiar, por lo que comprendo que no desees que me acerque a tu familia. Léeme la mente si así lo deseas.

Me vi tentada, pero negué con la cabeza. Si me lo ofrecía, era suficiente como para darle un voto de confianza por el momento. Y no, si me preguntaban admitía que no me era precisamente agradable tenerlo bajo mi mismo techo junto a todos nosotros, pero ahora formaba parte de nuestra peculiar familia. Mi sobrino llevaba su sangre y, para bien o para mal, me lo tenía que tragar por el bien de mi hermana.

Alargué la mano para poner música, aunque fuera en un volumen un tanto bajo. Quería crear un clima menos hostil porque ya de por sí, el volver a casa, me hacía evocar recuerdos que antes eran buenos pero que ahora me provocaban dolor. No me apasionaba mostrarme vulnerable ante Sebastián, pero quizás sería hasta bueno por aquello de tender puentes y dejarnos al descubierto para entendernos más el uno al otro.

Él debía venir conmigo y, para cuando volviera a la mansión, ya me daría más explicaciones de dónde cojones había estado durante ese tiempo, además del motivo de la actitud de mierda que tenía desde hacía unos meses. Las cosas debían de cambiar.

—De acuerdo, no voy a interrogarte por el momento, pues puedo imaginarme por lo que estás pasando. Pero, una cosa si debes de tener clara y es que vas a tener que ser muy convincente para que nos creamos la versión de tu historia. Y esta vez, si veo necesario, sondearé tu memoria. Espero que las cosas no sean como antes y que trates a mi hermana con el mayor de los respetos.

Sebastián asintió en silencio, casi como en una reverencia. La culpabilidad se abrió paso entre la pena que llevaba en su corazón. Con la voz más ronca de lo normal, él me contestó la única frase que me dijo en todo el trayecto de camino a casa.

—Nunca en mi vida he deseado más estar con alguien como con tu hermana. Ella representa todo lo que amo en la vida y, para mi gran suerte, tiene un hijo mío. Es hasta curioso que me de tanta alegría cuando no sé cuántos niños ya he traído al mundo...pero para mí, este es el único que tengo. Pues lo engendré con amor y no con obligación. Ella es libertad, tu hermana es la esencia misma del aire Nicole, por eso la amo tanto. Porque gracias a ella, puedo respirar.

Y por una vez en la historia, sentí compasión de él.

The liberation of the beast(Is It Love?Nicolae parte IV)Where stories live. Discover now