CAPÍTULO 37

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Aquella advertencia aun sonaba en mi cabeza, incluso a pesar de que ciertas noticias sobre mi madre, me habían dejado estupefactas

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Aquella advertencia aun sonaba en mi cabeza, incluso a pesar de que ciertas noticias sobre mi madre, me habían dejado estupefactas. Según los resultados médicos, mi madre no padeció ni un solo episodio de la enfermedad desde que puso un pie en esta ciudad, por lo que algo me decía que quizás aquella bruja tenía razón sobre el lago colindante a la mansión.

Las habladurías eran muchas, pero, si nos vamos a los resultados científicos, nada abala en realidad aquello que se dice que sus aguas resultan curativas.

—Según los resultados, no había ni rastro del síndrome Melas en tu madre. Quizás hubo algún error en el hospital de tu lugar de procedencia y pensaron que se trataba de este síndrome. Te sorprendería saber cuántas enfermedades diferentes comparten la misma sintomatología—Me contestó el médico tras revisar minuciosamente una y otra vez, el historial de mi madre. Aquello me dejó acongojada y con más respuestas que preguntas.

Barajé el ir al hotel donde se hospedó mamá; quizás entre aquellas cuatro paredes hallara la inspiración. Durante las semanas que pasó aquí, fue donde sus recuerdos, vivencias y sufrimientos, fueron plasmados silenciosamente. Necesitaba sentir que, de alguna manera, ella estaba conmigo.

No quería admitirlo, pero tenía miedo. Seguía buscando a mamá cuando las cosas se torcían hasta el punto que no sabía cuándo todo caería al suelo por su propio peso. En cuestión de valentía, ella lo era mucho más que yo. Porque por mucho que le diga a Nicolae que puedo vivir perfectamente sin él, no sabría qué hacer si él me mandara los papeles del divorcio en el preciso lugar donde intento curarme para pasar lo restante de mi vida con él.

Mis pasos me llevaron a ese preciso lugar. Si yo misma no perteneciera al mundo sobrenatural, pensaría en la posibilidad de que la magia existe. Y no, no es que lo sea, sino que existe como lo existimos tú y yo. Sin darme cuenta, caminaba riendo y llorando a la vez. Y aquello me recordaba a cuando tuve la amarga noticia de que mi contador de años se había averiado. Probablemente lo sabía desde pequeña; aquel hormigueo, aquella sospecha de que no me quedaban muchos amaneceres que admirar. Quizás por eso miraba tanto a mis padres y mi hermana, para retener en mi memoria cada uno de sus gestos, cómo era el nacimiento de sus cabellos, las muecas que hacían cuando se sentían estresados. Incluso la ropa de cada día, por muy extraño que pareciera.

—Y ahora, me he salvado. Y por desgracia, tú no—Me decía a mí misma una y otra vez hasta que llegué a recepción. Un chico me saludó amablemente con un deje de preocupación en su voz. Al verme con el maquillaje corrido, el pelo enmarañado y mis manos temblorosas, supo que algo no iba bien. Y me lo hizo saber con una pregunta:

—Señorita, ¿Se encuentra bien?

Asentí levemente en silencio. No había venido a mantener una conversación entretenida o formal; necesitaba la habitación donde se había hospedado mamá. Rebusqué en mi monedero, extrayendo su documento de identificación, pues tras su fallecimiento, me lo quedé como recuerdo. Se lo enseñé al chico y le pedí la misma habitación que había tomado mi madre durante las semanas que estuvo en la ciudad. Le dije la fecha aproximada a la que fue y esperé a que reaccionara.

—Señorita, lo siento, pero no puedo darle las llaves de esa habitación. Está reservada. Pero tenemos otras tantas que perfectamente podríamos darle.

—Creo que no me has entendido. Necesito las que correspondan a esa habitación. Tengo mis razones y son muy personales.

El muchacho estaba contrariado y, por mi parte, estaba perdiendo las formas por segundos. Respiré hondo y le pedí de nuevo por favor, apelando que era algo muy importante y que le pagaría generosamente por las molestias. Pero no, la 404 estaba ocupada según él.

Pero mi vista se deslizó hasta la caja portallaves tras el recepcionista y, para mi sorpresa, las llaves colgaban de allí. Aquello me molestó profundamente y decidí no irme de allí hasta saber las razones por las que no me daban la habitación.

—Me gustaría saber por qué me miente. Si hay alguna razón en especial por la que no pueda dármela, quisiera saberlo.

Miró hacia ambos lados tímidamente, pidiéndole a su compañera de que se ocupara de unos asuntos ya que él me estaba atendiendo a mí. Cuando nos quedamos solos, el chico me respondió en voz baja:

—Mire, no quiero ser descortés, pero la mujer de la que habla pagó una buena suma de dinero para reservar dicha habitación durante mucho tiempo. Solo tengo orden expresa de dársela a cualquiera de sus dos hijas en el momento que preguntasen por ella. Y no sé si tú eres una de ellas, pero debes demostrármelo si deseas acceder a su habitación.

—Yo tampoco quiero ser desagradable, pero no comprendo las razones por las que mi madre pagaría por una habitación en la que no iba a estar nunca más. Ella tenía una enfermedad terminar y estaba claro que no iba a volver.

Aquella frase me hizo un nudo en la garganta. De un gesto un tanto brusco e intentando apartar las lágrimas que intentaban salir, puse mi documento de identidad sobre la mesa para que el recepcionista comprobara quién era yo realmente. Se me quedó mirando unos instantes y abrió uno de los cajones de su mesa. Rebuscó un buen rato mirándome de vez en cuando. Sin sacar nada de él, se volvió de nuevo bastante enigmático:

—Voy a darte la llave y, cuando acabes, avísame. No importa si no estoy; debes de avisarme.

Asentí en silencio tomando las llaves que me ofrecía. El número se hallaba en un estado lamentable y eso era algo llamativo pues se suponía que llevaba mucho tiempo cerrada. Por las directrices que me dio antes de marchar, desde que mi madre se marchó del hotel hará unos cuantos años, aquella habitación quedó clausurada tal y como ella la dejó. Me avisó sobre el desorden que debía haber y en las probabilidades de encontrarme cosas que quizás no me serían agradables. Pasé de todas aquellas advertencias pues mi madre no querría nada malo para mí y, si había guardado tan secreto, su razón de peso tendría.

Mientras intentaba atinar a la cerradura, el pitido de mi móvil hizo que las llaves se me cayesen al suelo. El nombre de mi hermana apareció en la pantalla y, aunque me vi tentada a no contestar, supe que quizás estaría preocupada por la cantidad de horas que llevaba fuera de casa.

—¡Oye tú! ¿Se puede saber dónde te metes? Son casi las cuatro de la tarde y no sabemos nada de ti. ¿Dónde estás?

—Se empieza con un hola y eso. Y no es necesaria tanta reprimenda contra una servidora—Le dije mientras me frotaba las sienes. La voz de Cathy podía ser bien gritona cuando se enfadaba; casi como un globo que pierde aire, esa era la comparación que siempre hacía sobre ella.

Mi contestación, a mi pesar, no hizo descender su ira sino más bien todo lo contrario. Pero intentó suavizar su tono para evitar que la conversación pasara a mayores.

—Dime dónde estás. Todos estamos preocupados y queremos saberlo por si la situación se tuerce. No puedes desaparecer así, por muy mal que te encuentres. Entiendo que la conversación con Betty te dejó un poco mal, pero no podemos permitirnos ningún fallo. Juntos somos más fuertes.

Dejé un incómodo silencio entre ambas. Era cierto que nuestra fortaleza era inigualable cuando permanecíamos en aquel pintoresco equipo. Sebastián no se encontraba en las filas por el momento y no sabía si en algún momento volvería. Esa decisión era de mi hermana y de la actitud que tuviera.

Antes de colgar, le contesté:

—Habitación 404, hotel central de Mistery Spell.

—¡Espera! ¿Has dicho 404? —Me preguntó un tanto sorprendida. Una oleada gélida me recorrió la espalda, ¿Por qué una pregunta tan simple me ocasionaba un temor así de grande? Afirmé y una especie de risa precedió a una respuesta igual de increíble.

—Es curioso, pues es la misma habitación que me dieron cuando llegué a Mistery Spell por primera vez.

Y si eso era cierto, cosa que jamás dudaría de ella, aquel recepcionista me había mentido.

The liberation of the beast(Is It Love?Nicolae parte IV)Where stories live. Discover now