CAPÍTULO 36

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Meses, largos meses entre casi escombros, pero era necesario

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Meses, largos meses entre casi escombros, pero era necesario. Por aquel entonces, era necesario que en cada hogar hubiera un búnker por si la guerra nos obligaba a escondernos. Prácticamente no asomaba mi cabeza al exterior, pero alguien amable me dejaba varios viales de sangre que dejaba caer por la chimenea, envueltos en varios trapos.

En un principio pensé que se trataba de que alguien del Exilio me había encontrado y que había introducido algo para hacerme daño, pero en cuanto vi las telas que los envolvían, supe que era alguien bueno. Las telas eran trozos de las batas del hospital donde yo misma trabajaba, por lo que pensé que quizás se trataba de un antiguo compañero de profesión que había sufrido un destino semejante al mío. La humedad recalaba en la pequeña habitación donde apenas se podía respirar aire limpio, sino viciado por los hongos que crecían aquí y allá, salpicando lo que antes era un inmaculado papel de pared marfil.

En ese momento, parecía que mi cabeza comenzaba a divagar más que de costumbre. Había pasado mucho tiempo desde que aquel amable extraño me dejaba sangre en la chimenea, así que, si no me alimentaba pronto, mi vida se esfumaría lenta pero dolorosamente. Me permití entonces deslizarme a la planta superior para así ver el viejo piano que tanto me encantaba escuchar. Cerré los ojos evocando aquellos hermosos conciertos que tanto disfrutaba en compañía de mi hijo.

Y mi voz se soltó, ese nudo que tenía amarrado en mi interior, decidió deslizarse para liberarme sin pensar en las consecuencias de que alguien me escuchara.

Susurrando, deslizando, escribiendo sobre papel,

Está tu letra, está tu esencia, estás tú.

El mañana parece más claro, las nubes se fueron danzando,

Pues el viento susurrando, deslizando, las hizo correr.

Las gotas de tormenta ahora deslizan sobre el cristal,

Milenios pasaron y yo te sigo amando,

Esperando, susurrando, deslizando,

Recuerdos hasta que te pueda volver a ver.

El tiempo parecía detenerse mientras que entonaba aquellas líneas que salían con la misma inercia que se respira. Habían sido tantas veces en las que mi hijo y yo realizamos improvisados conciertos en casa, que en mi caso era el único escenario que conocía. Pues por mucho que me lo recomendó, nunca tomé la determinación de introducirme en las turbias y agitadas aguas de la interpretación.

Me costaban encajar los halagos, por lo que, tras un concierto para muchas personas, me sentiría asfixiada e incapaz de llevar una vida tranquila. No, los grandes escenarios no eran para mí, prefería el calor y la sencillez de las bambalinas. Por recomendación de Antonella, me dijo que me marchara allá donde yo misma supiera que estaría segura al cien por cien, ya que no deseaba saber mi ubicación por si la interrogaban.

Pensaba en Víktor y en cómo se habría vuelto loco al perder de vista a su trofeo. Que yo recordase, hasta ahora no había conseguido zafarme de su ojo de halcón, así que era refrescante no sentirse vigilada por encima de las penurias que andaba padeciendo desde hace unos meses que me marché de la vista de todos.

Cada día pensaba en asomarme al exterior, aunque solo fuera para ver el tiempo que hacía. Aunque me encontraba en un pequeño pueblo francés y apenas había personas pululando por las calles, en la zona donde me encontraba, todos los edificios habían sido abandonados. Se correspondían con una serie de viviendas que habían sido adquiridas por todo el personal sanitario que trabajaba en el hospital de guerra de la zona, por lo que todos ellos, tras el cierre, decidieron marcharse a mejores lugares.

En cambio, en mi caso, fui arrastrada a una vida que no deseaba. Víktor hizo de las suyas manipulando la memoria de Peter, lo suficiente como para no recordarme a mí o a su vida de humano. Saber aquello me hacía sufrir y más teniendo que permanecer el uno lejos del otro por el bien común, eso decía aquel bastardo.

Pero lo que realmente deseaba decirme es que quería criar a mi hijo para que dejara de ser un alma sensible, sino más bien, alguien sádico como él mismo. Crear criaturas a su imagen y semejanza con el pretexto de "salvar vidas ajenas". No nos había dado un futuro sino más bien, una sentencia.

Pero ya estaba cansada, la vida se me hacía cuesta abajo. Pensé en los viales que nunca llegaban y, por primera vez, sonreí aliviada. Quizás era mi destino, el apagarme lentamente hasta consumirme de una buena vez. Y si eso era así, dejaría por escrito una carta a mi hijo para explicarle todo lo que había pasado antes de perder la memoria.

El destino tejía unos hilos finos pero resistentes al igual que las telarañas, por lo que nadie puede escapar de él. Peter encontraría la carta pues estaba escrito que él supiera de su vida real, creía con toda mi alma que era así. Pues los hombres como él, merecen todas las bendiciones que la vida, sea o no infinita, pudiera darle.

Tenía derecho de saber que nunca había sido abandonado, sino arrancado de mis manos. Que su madre vivía cada día por él con la esperanza de tener una vida parecida a la que tenían antes de morir en vida. Y que luchara, que luchara por el amor pues es lo único real de este mundo y de los otros que no conocemos.

Me senté en aquel piano, tan polvoriento pero hermoso. En el tintero yacía la pluma con la que escribíamos las partituras que Peter componía. No había tinta pues el tiempo la había esfumado.

Pero no hay mejor huella que deja la sangre, ni mejor mensaje que se deja con ella. me clavé la punta en uno de mis dedos con profundidad, para así obtener sangre suficiente con la que poder escribir. Si hacía esto, sabía perfectamente que no permanecería mucho tiempo en el mundo de los vivos ya que hacía mucho que no tomaba sangre.

Era un sacrificio necesario, por lo que barajé cualquier lugar para esconder la carta. Pensé en el asiento, el cual podía abrirse. Pensé en el interior del piano, pues cuando Peter llegara y tocara una tecla, sonaría tan extraño que miraría en su interior.

Mi menor, esa era su preferida. Siempre comenzaba con esa tecla.

Me senté lo más erguida que pude, dejando que brotara el pasado a través de mis dedos. Disponía de poco tiempo hasta que las fuerzas se me agotasen y cayera víctima del agotamiento. Intenté abreviar, pero sin dejarme nada.

Pues eran mis últimas palabras y no tenía más oportunidades para decirlas que ésta.

The liberation of the beast(Is It Love?Nicolae parte IV)Where stories live. Discover now