CAPÍTULO 24

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Era triste el cómo la vida había cambiado tanto en tan poco tiempo. Una y otra vez, miraba el calendario para cerciorarme si habían pasado minutos, días o meses, ya que desgraciadamente, debido a mi puesto y a la época en la que me hallaba, mi tiempo era para estar con los pacientes.

El número de miembros enyesados y de cuerpos que cubrí con esas sábanas desgastadas de hospital, eran tan elevados que me provocaban escalofríos. El aroma a humo de las armas sobre los uniformes de los soldados, de los cigarrillos de los propios médicos con los que trabajaba y los antisépticos, me daban náuseas aun a pesar de que estaba acostumbrada a todo ello.

Lo peor era saber que mi hijo iba y venía de la universidad a casa y que, un día, podía caer en el duro y frío asfalto francés. Que alguien me traería su cartera de piel con sus iniciales bordadas o su cuaderno de música. Mis manos eran diestras en mi trabajo, pero mi corazón era sumamente frágil. Y no era precisamente por haber enviudado: eso más bien fue lo que me dio tanto a mí como a mi hijo, un par de alas con las que volar. Mi marido era perteneciente al ejército francés y fue en septiembre de 1792, que fue llamado para combatir en la batalla de Valmy, al norte del país. Nos encontrábamos en la primera coalición de las guerras revolucionarias francesas, una época sumamente peligrosa en la que solo sobrevivía el más callado y el que menos llamaba la atención. En mi caso, al servir al ejército por mi labor en el campo sanitario y ser viuda de un ex soldado, tanto mi hijo como yo nos encontrábamos en una buena posición social. Nuestra casa aún estaba sin pagar en su totalidad, pero el dinero no era un problema precisamente grave, pues mi esposo nos dejó una buena suma económica para acarrear con los gastos que pudieran venir.

Me lo tomé como un premio divino por todo lo que tuve que aguantar y una compensación por cada golpe recibido tanto por mí como por mi hijo. Ahora él podía convertirse en el músico famoso que deseaba ser, ya que su padre no se encontraba en el reino de los vivos para continuar torturándolo.

Por mi parte, no tenía prisa de que se casara: él tan solo contaba con 22 años de edad y una vida bien larga por delante. Mientras que formase una familia antes de yo dejar este mundo, me daba por satisfecha.

Me imaginaba como iban a ser: con esa mirada verde turquesa y ese cabello negro como la noche más profunda, mi hijo era un ser arrebatadoramente hermoso. No había fémina que no girase su cabeza para contemplarlo y cuando comenzase a realizar conciertos por todo el mundo, como moscas a la miel caerían todas. Y yo sonriente, esperaría a ver qué dulce pajarillo que quedaba con el néctar de mi vástago, pues no era idiota y conocía bien a mi hijo. Él no era alguien débil en cuanto al amor, sino más bien prudente, paciente y romántico. Su pasión desmedida no eran para todas las mujeres que se le cruzasen en el camino, sino más bien, para aquella que se ganara su corazón.

Y yo estaba feliz porque fuera así, pues los hombres de gatillo fácil abundaban en el mundo. Mi hijo era una brisa fresca en un mundo contaminado, donde las apariencias y el provenir de una buena familia, era lo más importante.

bonjour sois avec toi, maman—Dijo una voz alegre tras de mí que conocía muy bien. Mi corazón henchido de alegría, bailaba en mi pecho al ver a mi hijo con una cesta bajo su brazo. Me la tendió con delicadeza y señaló el reloj de pared tras de mí.

—Un día perderás la cabeza, maman. Olvidaste tu desayuno, pues he comprobado que la barra de pan se encontraba intacta en la panera. Me aventuré a comar unos trozos y algo de queso para acompañar.

—Merci beaucoup mon fils bien-aimé. Te adoro con el alma y con el corazón que te llevaste. No sabes lo que te agradece tu exhausta madre tales atenciones.

Con un abrazo, hizo un gesto con el sombrero a modo de despedida, pues era hora de marcharse a la universidad. Varias enfermeras pasaron por delante de nosotros para regalarnos unas encantadoras sonrisas que bien sabía a quién eran dirigidas.

—Mi querido hijo hace ojos allá adonde va. No me digas que no hay género donde elegir.

Le di un codazo a mi avergonzado pequeño, el cual apartó la mirada de las mujeres y se centró en mí. Por su semblante nervioso, supe que llegaba tarde.

—Lo siento maman, pero debo marchar. El deber me llama y mis dedos desean comenzar a acariciar la música de nuevo. Recuerda que hoy tenemos codornices para cenar y que ambos tenemos nuestra sesión musical de los viernes.

—Cómo olvidar el día de la semana que más me gusta. Diligente marcha a dónde tienes que ir, prometo volver a casa cuanto antes.

Agitó su mano y apretó el paso, dejándome con una enorme sonrisa en los labios. Hoy habían realizado dos amputaciones en el hospital y eso le dejaba mal cuerpo a cualquiera, incluso a los más experimentados. El ambiente no era precisamente placentero y el cansancio era palpable. Para colmo, el dinero comenzaba a escasear y los equipos de los que disponíamos, eran cada vez más desfasados. El director del hospital se hallaba en profunda discordia con muchos de los enfermeros y doctores, ya que su enorme preocupación lo hacía enfurecer con cualquier pequeña cosa. Solo nos quedaba aguantar y darles a los enfermos el mejor trato posible.

—¡Todo personal sanitario debe venir a la sala de reuniones en cinco minutos ! .Parece ser que viene alguien importante a visitar nuestro hospital y, si las cosas salen bien, puede que invierta en nosotros.

Me quedé atónita al escuchar tal cosa. Muchos hombres acaudalados invertian en sanidad pues era una forma de tener un seguro contra cualquier mal o enfermedad que le viniera tanto a él como a cualquiera de los suyos. No era un acto precisamente altruista pero nos beneficiaba a todos.

Cada uno de nosotros teníamos un lugar designado y nos informaron sobre cómo debíamos comportarnos. Ninguno de nosotros podía hablar, en nuestro rostro siempre debía haber una sonrisa, la cual debía ser natural como la vida misma y mostrarse servicial ante cualquier cosa que requiriera el visitante. El protocolo era estricto y claro ; casi parecíamos un batallón recibiendo órdenes de como atacar al enemigo.

Respiré hondo y me centré en la sonrisa que el director nos mandó a poner a todos y cada uno de nosotros. A mi parecer, muchos de los presentes no tenían todos los dientes en sus encías y eso, lejos de ser estético y bonito, era tétrico e incluso un poco cómico. Me centré en lo que tenía que hacer y en el día que era hoy ; cuando volviera a casa, podría descansar, ponerme cómoda, tomar una copa de vino y disfrutar de una cena en compañía de mi hijo. Necesitaba que todo este embrollo quedara zanjado cuanto antes.

—Por favor, saluden a nuestro querido visitante, el señor Víktor Bartholy, nuestro nuevo inversor y socio de este hospital.

Y un hombre trajeado, con una gabardina que arrastraba por el suelo, entró a la estancia y la hizo diminuta con su presencia. Su tez era pálida pero destacaba gracias a esos ojos tan profundamente oscuros. Apestaba a éxito, dinero y elegancia.

Pero su mirada fue directamente a mí. No reparó en nadie más que en la pequeña y peliroja Sophie.

The liberation of the beast(Is It Love?Nicolae parte IV)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin