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Volvía a encontrarme entre aquellas cuatro paredes de hospital que tanto odiaba ver, específicamente en la sala de emergencias con algo de ruido a mi alrededor debido a la cantidad de pacientes. Mi madre no esperó a abrazarme al momento de abrir los ojos para luego comenzar a llorar en mi hombro, recalcando que hubiese sido lo peor si algo llegaba a pasarme.

Y por un segundo me detuve a pensarlo, ¿en serio hubiese sido lo peor?

Por algún motivo, no hablé en ningún momento, ni cuando me decían algo ni mucho menos voluntariamente. Por un lado, agradecía que mi cuerpo no había recibido un daño tan extremo como para internarme en el hospital, pero por otro, no me sentía contenta porque eso no cambiaba el hecho de que Hoseok ya no estaba aquí.

—No quiero que salgas más, por lo menos no sola.

—Ahora sí vas a hacer el papel de madre.

—Seoyeon, estoy haciendo lo mejor que puedo, ¿por qué no ves el lado bueno de las cosas?

—Jungkook, llévame a donde sea que vayas, quiero estar contigo —me dirigí al castaño que se encontraba manejando en silencio.

Al quedarnos solos en el auto, llegamos a un lugar sin mucha gente alrededor, por lo que todo lo que se escuchaban eran otros autos pasar de vez en cuando junto a las voces de desconocidos. Me quedé callada en los asientos traseros mirando a un punto en específico y apenas me percaté de cuando Jungkook abandonó el piloto para hacerme compañía justo al lado, sus ojos estuvieron en mí por largos minutos, y su respiración empezaba a desvanecerse justo antes de impactar con la piel de mi rostro. Sabía que estaba hablándome, pero no podía escucharlo porque estaba oyendo una voz distinta, una voz que no me tomó tiempo en reconocer.

Ya se estaba haciendo costumbre escuchar a Hoseok en todas partes, tanto a lo lejos como cerca de mí, una voz tan suave y hermosa. Las palabras nunca serían suficientes para describir lo que sentía al escucharlo, pero a pesar de que me gustara hacerlo, una pequeña parte de mí estaba consciente de que me provocaba un daño irremediable, algo que ardía por todos los rincones de mi cuerpo, tanto por dentro como por fuera, pero no quería dejarlo ir.

—Lo extraño —solté para luego empezar a llorar, Jungkook me acercó a su pecho mientras acariciaba tanto mi espalda como la parte posterior de mi cabeza —No dejo de escucharlo, es como si siempre estuviera conmigo. Y sé que odiaría verme así, a él no le gustaba que llorara —sonreí a mitad del llanto —Pero es tan difícil.

—Hoseok siempre está contigo —aseguró sobre mi coronilla —Y a mí tampoco me gusta verte llorar, pero no te pediré que no lo hagas, solo estaré aquí consolándote en silencio si es lo que quieres.

—Es justo lo que quiero.

Después de estar un buen rato intactos en aquel abrazo, Jungkook bajó para dirigirse a una tienda de conveniencia y comprar unas bebidas para los dos. Su celular empezó a sonar segundos después y vacilé en atender ya que se trataba de un número desconocido, pero la curiosidad terminó ganando al final, así que deslicé mi pulgar sobre la pantalla y acerqué el objeto a mi oreja.

—¿Hola?

Nadie contestó de vuelta, intenté varias veces más teniendo el mismo resultado y alejé el celular observando el número con confusión, lo descifré con detalle para ver si concordaba con alguno que yo sí conocía, pero no.

Dejé el celular sobre mis piernas y pronto me percaté de la presencia de una chica a una distancia prudente de la tienda de conveniencia, estaba parada al final de un callejón mirando ésta con detenimiento mientras su celular reposaba en su mano. Vestía una camisa blanca abotonada con mangas hasta las muñecas y unos jeans negros hasta las pantorrillas junto a unos tenis.

It's Always YouWhere stories live. Discover now