El recuerdo de la vida

570 127 58
                                    

Noventa y seis amaneceres atrás

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Noventa y seis amaneceres atrás

El cuerpo de Alis levitaba en la sala de sanación, envuelto en una elipse de energía turquesa. El poder de la Aquamarina lo preservaba inalterado. Sus rizos negros todavía brillaban con el reflejo azul de los mares del reino. Su piel escarchada todavía rutilaba con el recuerdo de la vida.

Resultaba difícil creer que hubiesen pasado cuatro atardeceres desde su fallecimiento, pues parecía que se iba a despertar de un momento a otro. Cuando el Ix Realix le acarició la mejilla helada, sin embargo, comprendió que sus deseos jamás se harían realidad. Su hermana no volvería a mirarlo a los ojos ni a gritarle que era un necio por no dejarla salir de la Fortaleza. No le regalaría más abrazos cargados de afecto mientras le recordaba que no era una niña y que ya tenía edad para vivir romances y aventuras a través de los reinos.

Aventuras que le habían arrebatado con el filo de un cuchillo.

Killian llevaba toda la vida aprendiendo a ser el Ix Regnix que merecía el reino Aquamarina. Desde que era pequeño, le habían enseñado a comportarse de forma adecuada en cada situación; le habían mostrado qué palabras calmaban al pueblo y cuáles inspiraban los corazones de sus habitantes. El jefe del clan había aprendido lenguas muertas, estudiado el arte de la guerra, investigado civilizaciones antiguas y buscado formas de preservar la paz de Neibos. El Ix Realix había dedicado cada instante de su existencia a convertirse en un buen líder para el reino del agua, pero nadie, en todos sus ciclos de vida, lo había preparado para el atardecer en el que tuviese que decirle adiós a su hermana pequeña.

¿Cómo te despedías de alguien que formaba parte de tu alma? Killian había oído la primera carcajada de Alis tras hacer que un copo de nieve acariciase su rostro sonrojado. La animó a dar sus primeros pasos, jugó con ella todas las tardes lluviosas y la abrazó siempre que estuvo triste. Su hermana le había enseñado que el amor incondicional carecía de límites. ¿Cómo dejabas ir a alguien que se llevaba un pedazo de tu corazón consigo?

Los sollozos del jefe del clan inundaron la estancia. Las lágrimas le humedecieron el unüil, y el dolor y la angustia lo arañaron por dentro. Su cuerpo se sacudió hasta que ya no le quedaron más lágrimas que llorar. Hasta que llegó el momento de acudir a la siguiente reunión del Consejo Aquamarina. Hasta que se vio obligado a levantarse, alisarse la vestimenta y ser el Ix Realix que todos necesitaban que fuera.

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
El engaño de la calma (Completa)Where stories live. Discover now