El reclamo de la venganza

490 114 189
                                    

Capítulo largoooo

La luz del amanecer se extinguió en cuanto Elísabet y Àrelun atravesaron el portal directo hacia Chantara

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

La luz del amanecer se extinguió en cuanto Elísabet y Àrelun atravesaron el portal directo hacia Chantara. La aldea estaba consumida por hielo y espinas, y sobre ella se arremolinaban tempestades de tinieblas que impedían que los rayos de los soles alcanzasen a los neis. El ejército alquímico llevaba ventaja, pues el poder de la energía transmutada se acumulaba en el aire. Los cadáveres controlados por Vulcano sonreían ruines —ajenos a las extremidades que habían perdido durante la batalla— y atacaban sin contemplación a los aquas que se las habían arreglado para sobrevivir al anochecer. Las sombras serpenteaban entre los soldados y sobre los edificios derruidos. La voz de la oscuridad, para aquellos que podían escucharla, tenía más fuerza que los gritos que resonaban en la inmensidad.

El portal de Àrelun emitió un fulgor que iluminó el faro central de la aldea. Los ornamentos en honor al agua que decoraban su superficie desaparecían bajo un mar de hiedras negras que enterraban cadáveres entre sus gruesos tallos. Elísabet y el elfo se vieron obligados a pisar los cuerpos que cubrían el suelo para escapar. El poder elemental atrajo la atención de los enemigos, por lo que Àrelun se volvió para cerrar la puerta hacia la Fortaleza Aquamarina.

El elfo susurró unas palabras que agitaron la energía y lanzó a tres enemigos al mar sin perder de vista el portal. Cuando se disponía a cerrarlo, descubrió que Moira seguía al otro lado. La joven corrió hacia ellos y arrojó una esfera de energía rubí contra la mujer alquímica que se disponía a atacarlos por la espalda. Elísabet maldijo y dirigió un torbellino de hielo hacia las filas enemigas en un intento por ralentizarlas.

Los ojos de Àrelun se detuvieron en el rostro de Niamh, que parecía contrariada mientras observaba lo que sostenía entre las manos. El elfo aguzó la gran vista de la que gozaba su especie para descubrir de qué se trataba. En cuanto reconoció la residencia de su familia contenida en una imagen de agua, palideció. Los ojos de la reina dejaron de admirar la antigua ciudadela de la Dinastía del Manantial de Loto para encontrarse con su mirada. Los recuerdos de Àrelun cobraron vida y los gritos de sus seres queridos, que habían fallecido atrapados entre aquellos muros, junto con la mayor parte de su pueblo, le removieron las entrañas.

El elfo cerró el portal con un grito y se volvió hacia la encarnizada batalla que tenía lugar a su alrededor. Entre la multitud descubrió el brillo argénteo de Alarë, que parecía centellear en la oscuridad. Moira hundió la espada de una elfa derribada en el cuerpo de un soldado alquímico y Elísabet lanzó un hechizo de luz turquesa en su dirección. La energía transmutada abandonó el cadáver del nei para sumarse al cúmulo de tinieblas que se arremolinaban en el cielo. Dos centinelas obsidianas ayudaron a la elfa a levantarse.

—¿Vas a pasar el atardecer mirando o tendrás la bondad de hacer algo de provecho con tu tiempo? —le preguntó Moira a Àrelun, rompiendo el trance en el que se había sumido.

El elfo le dedicó una sonrisa torcida mientras avanzaba hacia ella.

¿Yálul hálâhel elí? —le preguntó la elfa sorprendida. El líder de Iderendil le posó una mano en el hombro y le dedicó una mirada cargada de afecto.

El engaño de la calma (Completa)Where stories live. Discover now