Mil pedazos

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Los ojos ruines del líder del ejército alquímico se posaron en el rostro de Moira

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Los ojos ruines del líder del ejército alquímico se posaron en el rostro de Moira. Mateus se posicionó frente a ella, al igual que el lobo, y a su espalda se reunieron decenas de neis preparados para luchar. El rostro mezquino de Vulcano se transformó con una sonrisa taimada. De las palmas de sus manos brotaron llamas que lo acercaron a sus enemigos. Las tinieblas trajeron la noche y se removieron sobre las tropas de los reinos. Kyros y Casiopea inundaron el cielo de rayos y relámpagos que prometieron luz incluso donde solo reinaba la oscuridad. El ejército de Neibos se recompuso entre gritos y explosiones de poder. Los Trece levitaron sobre los soldados y se esforzaron por contener a las criaturas que ansiaban aniquilarlos.

—Tú... —susurró Vulcano en cuanto reconoció a Ígnea entre la multitud.

La hrathni reprimió el escalofrío que amenazó con recorrerle la espina dorsal al escuchar la voz de aquel miserable. El recuerdo de los cientos de ámbares a los que había traicionado le inundó la memoria. Sus voces cargadas de esperanza resonaron entre las paredes de Las Catacumbas e Ígnea los vio atravesar la puerta hacia la muerte. La ámbar recordó la voz aterciopelada de Vulcano, la comida caliente y el techo que la había protegido de las noches más frías del invierno. Recordó los golpes, los insultos y los hechizos que la mantenían atrapada hasta que aceptaba cumplir los deseos del antiguo Ix Regnix. Ígnea alzó la barbilla y se posicionó junto a Moira. No habría más muertes, más engaños ni más huidas.

—Si llego a saber que me esperaba una reunión de viejos amigos, ¡hubiese venido antes! —exclamó Vulcano con una carcajada.

El ámbar alzó los brazos. Las tinieblas se agruparon para cargar contra los neis. Una espiral de fuego anaranjado iluminó la oscuridad y los soldados sintieron el calor sobre ellos. Las llamas se dirigieron a Vulcano, que las detuvo gracias a un escudo de sombras que sorprendió a los eruditos por su conocimiento sobre la alquimia.

—¡Lumbre! —bramó Crystal.

La Ix Regnix del clan de las llamas se abalanzó sobre las tinieblas, creando torbellinos de fuego que acorralaron a Vulcano. Los grandes maestros ámbar fueron tras ella, motivados por el dolor que había sufrido su pueblo a manos del tirano. Ícarus generó un tornado de energía anaranjada que fluyó por el desierto y atrapó a cientos de sombras. Las explosiones de magia ámbar brillaron bajo el cielo ennegrecido. El ejército alquímico avanzó hacia Moira y los Aylerix. Los elementales y los soldados lucharon por detenerlos, pero con la presencia de Vulcano, la voluntad de la energía oscura ostentaba un mayor poder.

Las sílfides se unieron a Los Trece para apoyar al ejército desde el cielo. Moira se volvió en busca de su arco y el miedo le retorció las entrañas en cuanto comprendió que no lograría encontrarlo entre la arena. Mrïl gruñó a su lado. La vegetación que cubría el cuerpo del lobo se iluminó, destruyendo a las sombras que se acercaban a ellos. Los Ix Regnix se elevaron en un intento por proteger a Lumbre y luchar contra Vulcano. Mateus y los Aylerix se enfrentaron a los alquímicos que los rodeaban. Los hrathnis contuvieron a los monstruos de las tinieblas, que atravesaban los huesos de las tropas como si se tratase de espuma de mar, usando la magia que acumulaba el valle.

El engaño de la calma (Completa)Where stories live. Discover now