Sueños de valentía compartida

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Seis amaneceres atrás

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Seis amaneceres atrás

Killian era un hombre tolerante y justo, pero estaba empezando a perder la paciencia. Nadie le reprochó el error que había cometido al darle a la Sin Magia la oportunidad de influenciar a las mentes más jóvenes del reino. No era necesario, lo presenciaba cada atardecer. El grupo formado por los estudiantes de Vida Antigua no se había fragmentado con la huida de Moira, sino todo lo contrario. Killian veía a Zephyr, Kala, Aster, Saraiba y los demás cuchicheando en los pasillos, escuchando las conversaciones de los consejeros a escondidas y colándose en el ala de erudición cada vez que tenían la oportunidad. Los Annorum Vitae se habían convertido en unos insolentes que no sabían cómo aceptar un no por respuesta, y lidiar con ellos empezaba a ser un problema.

Ciclos atrás, Alis había encontrado un hogar en aquel grupo, y cada vez que los veía, el Ix Realix no podía dejar de buscar a su hermana entre ellos. Por suerte para él, la labor de pararles los pies recaía sobre la Guardia Aylerix. Los soldados habían intervenido en decenas de conflictos y Mónica incluso había obligado a Eirwen y a Coral a pasar una noche en el calabozo. Nada les servía como escarmiento. Su ansia por defender a la traidora aumentaba con los atardeceres, al igual que sus protestas, que habían alterado a los habitantes de la Fortaleza tantas veces que Max incluso había perdido la cuenta.

Zeri era uno de los principales instigadores de aquel afán por creer en la inocencia de Moira. Con el paso de las lunas, Aidan había comprendido que aquella certeza nacía en el corazón de los muchachos, al contrario de lo que argumentaba el Consejo, que atribuía su fe en la Sin Magia a la manipulación a la que se habían visto sometidos durante ciclos.

Quentin sintió el dolor que invadió a los Annorum Vitae tras la muerte de Alis, pues la Ix pertenecía a la familia que habían forjado entre los muros de Slusonia. El sufrimiento que les causó perderla animó a los soldados a ser benevolentes con ellos. Todos estaban atravesando el duelo y, al final del atardecer, enfrentarse al dolor se convertía en un acto de valentía compartida.

Excepto que, aquella vez, se habían pasado de la raya.

Killian sintió el cúmulo de poder que atravesó el escudo de la sala. Los soldados que protegían el cuarto en el que descansaba el cuerpo de Alis gritaron al otro lado del pasillo. La puerta se convirtió en una miríada de astillas que salieron despedidas en todas las direcciones. Mónica susurró un hechizo para vincularlas a la tierra y detener su avance. De las manos de Max brotó una brisa cargada de luz esmeralda que las redujo a polvo. Aidan materializó una barrera con la que protegió al Ix Realix. Quentin, mientras tanto, creó proyectiles rubíes que se extendieron por la estancia y apuntaron a sus enemigos.

Los Annorum Vitae se adentraron en la estancia.

Las expresiones de la Guardia Aylerix pasaron de la rabia a la incredulidad. Killian formó un escudo de hielo alrededor de la burbuja de plasma que había mantenido a su hermana intacta durante lunas. Los ojos de los muchachos se concentraron en el cuerpo de su amiga, que bajo la luz del poder aquamarina, parecía sumida en un sueño del que pronto lograría despertarse.

El engaño de la calma (Completa)Where stories live. Discover now