33. La energía no miente

602 128 164
                                    

Me negué a encogerme bajo el poder de las miradas felinas de los Ix Regnix, que me analizaban con atención

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Me negué a encogerme bajo el poder de las miradas felinas de los Ix Regnix, que me analizaban con atención. Recordé los momentos en los que me habían puesto a prueba con el orbe de la verdad. La realidad estaba sujeta a interpretaciones; tendría que utilizarlas a mi favor. Si cuidaba cada palabra que salía de mi boca, todo iría bien.

—Empecemos por lo más sencillo —dijo Oak con voz suave—. ¿Cuándo te diste cuenta de que habían suplantado a Alis?

«¿Eso es lo más sencillo?» —pensé inquieta.

—No fue un momento en concreto, sino la suma de varios comportamientos que no encajaban.

La mesa que ocupaban los Ix Regnix se llenó de una niebla azul que ocultó las espirales de agua como prueba de mi honestidad.

—¿Cómo cuáles? —me preguntó Emosi—. ¿Qué te hizo desconfiar?

—Empezó a actuar de manera extraña. Desaparecía durante posiciones y cuando regresaba me interrogaba sin descanso. La vi discutir con sus amigos sin mostrar ni un ápice de compasión y destrozar... —Me detuve, pues no sabía si debía mencionar la torre de Adaír, y fingí que me aclaraba la garganta—. Destrozó una sala entera en busca de información y presionó a todo aquel que podría informarla sobre cuál sería el siguiente paso a seguir.

La niebla celeste regresó para confirmar que decía la verdad. La torre de Adaír también era una sala; el secreto estaba en ser lo bastante vaga como para satisfacer la necesidad de saber de los Ix Regnix sin sumergirme en mareas peligrosas.

—Lo que describe me parece un comportamiento tolerable en alguien que acababa de descubrir la situación en la que se encontraba su reino, señorita Stone.

La voz de Geo se expandió por la estancia como el retumbar de un trueno en la inmensidad. Alcé la mirada y descubrí recelo en los rostros de los Ix Regnix.

—¿Conoce a Alis personalmente, Ix? —le pregunté.

—No puedo decir que haya tenido el placer.

—Entonces nada de lo que diga les va a resultar lo bastante convincente. Podría contarles que se refirió al antiguo Ix Realix como Adaír en lugar de su padre, pero no la conocen lo suficiente como para saber que, dada la estrecha relación que compartían, eso es algo que Alis jamás haría. Podría decirles que le gritó a su amigo más cercano en atardeceres en los que la presión impedía que respirásemos con tranquilidad, pero ustedes no saben que Alis nunca pondría en peligro a otras personas para asegurar su propio bienestar. Podría decirles que la vi merodeando por los corredores antes de adentrarme en una reunión que llegaría a oídos del enemigo, pero ustedes no saben que Alis daría la vida luchando antes que traicionar a los habitantes de su reino.

La mesa se llenó de símbolos elementales que atestiguaban la veracidad de mis palabras. Los ojos de los seis Ix Regnix se clavaron en mi rostro.

—Es un bonito discurso, señorita Stone —dijo Crystal con voz afilada—, sería una buena política. Entiendo que, dado el origen de su relación, sea cercana a Ix Alis, pero ¿cómo explica que usted fuese la única que se percató de lo que ocurría?

El engaño de la calma (Completa)Where stories live. Discover now