Reflejos

577 120 108
                                    

Mateus, Cruz y el sanador compartían frutos del amanecer recubiertos por escarcha de caramelo

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Mateus, Cruz y el sanador compartían frutos del amanecer recubiertos por escarcha de caramelo. El silencio reinaba en la sala de erudición mientras pasaban páginas de libros antiguos tan rápido como comprendían el significado de las palabras de sus ancestros. A pesar del cansancio, se habían levantado antes de la salida de los soles, ya que, como había cientos de cuestiones de las que ocuparse en el clan, se veían obligados a robarle latidos a la noche para investigar la enfermedad de Moira.

La joven empeoraba con cada atardecer, y a pesar de la situación, su moral se mantenía intacta. Quizá se debía a que tenía la mente tan degradada que ya no lograba distinguir las realidades en las que vivía, si es que alguna vez lo había hecho. Lo que le más le preocupaba a su familia, sin embargo, era que hubiese dejado de intentarlo.

Los habitantes de la Fortaleza observan sus episodios con el corazón encogido, pues habían desarrollado una gran admiración por la joven. Cuando la veían hablando sola o sorteando obstáculos inexistentes, no sabían cómo ayudarla. Moira solo comprendía que estaba interactuando con una creación de su mente al sentir las miradas de pánico de los neis, pero para entonces, ya era demasiado tarde.

La gente cuchicheaba allí por dónde pasaba, pero como siempre había sido así, para Moira nada había cambiado. La joven estaba acostumbrada a ignorar comentarios hirientes y miradas desaprobadoras, lo que impedía que percibiese que ya no la criticaban por la espalda.

Los neis susurraban para no ofenderla, porque, para ellos, hacer alusión a su enfermedad, a lo que probaba que no era perfecta, era una falta de respeto. Nadie comprendía que estar enfermo no tenía por qué ser un tema tabú si se trataba desde la tolerancia. Los neis no veían que hacían más daño susurrando que encarando la situación con interés y respeto.

Por desgracia, la sociedad de Neibos no estaba preparada para aceptar que no se podía examinar la vida de las personas con un mismo cristal. Hacerlo los obligaría a cuestionar su comportamiento, y nadie deseaba analizar su propio reflejo cuando resultaba más sencillo criticar la figura de los demás.

Pero a Moira le daba igual. La joven había tenido que aprender a amar sus diferencias a una edad muy temprana y eran aquellos atardeceres de esfuerzos los que permitían que lidiase con la situación sin generar un gran alboroto. Sus seres queridos desconocían cuántos latidos le había dedicado a trabajar en sí misma y por eso confundían la fortaleza de la joven con una mala gestión de sus emociones.

La gestión de las emociones era, sin embargo, una de las cualidades que Elísabet más admiraba de Moira —a excepción de la rabia, claro—. La aqua deseaba tener la capacidad que poseía la Sin Magia para salir adelante a pesar de las circunstancias, y también la confianza en sí misma que demostraba con cada una de sus respuestas. Elísabet se sentó frente al mueble de cristal que había en el cuarto de Killian y posó las manos sobre el agua que contenía. Las olas acudieron a saludarla y la joven sonrió antes de mirarse al espejo.

Ella también había empezado a analizar su reflejo, y cuando no le gustó lo que descubrió al otro lado, decidió esforzarse por cambiarlo. Elísabet necesitó convertirse en una persona de la que se avergonzaba para darse cuenta de que había tocado fondo. Y también la ayuda de un alma bondadosa que decidió tenderle una mano cuando ella solo quería ver el mundo arder.

Aquel era, precisamente, el dilema al que se enfrentaba Elyon. El maestro aqua y líder del Hrath no sabía si estaba preparado para ver cómo ardía el mundo sin hacer nada por evitarlo. ¿Cómo podría vivir consigo mismo si presenciaba el sufrimiento de los neis y no se dignaba a ayudarlos?

Ayuda fue lo que le pidió Vayras a su antiguo contacto del clan Diamante. Para muchos, Sterk era un demente, pues tras investigar la energía transmutada durante soles, se había visto afectado por ella. Los eruditos lo habían dado por perdido, al igual que los sanadores. Nadie tenía en cuenta sus opiniones, puesto que carecían de sentido, pero como había dado la vida para ayudar a combatir las amenazas que se cernían sobre su pueblo, todo el mundo le guardaba un gran respeto.

De la misma manera, los Annorum Vitae empezaban a sentir en sus propios cuerpos los efectos que tenía estudiar la magia alquímica. La lágrima de energía oscura que les había entregado Moira les susurraba desde las sombras, y con cada atardecer, su voluntad cobraba más fuerza. Cuando cerraba los ojos, Sterk todavía podía oír su voz. Según el diamante, en Neibos no existía nada más persuasivo que el poder transmutado.

Vayras y Sterk se habían conocido en una misión conjunta realizada hacía edades, cuando Adaír se acababa de convertir en el Ix Realix. Habían pasado decenios desde entonces, pero el Ixe era uno de los pocos neis que todavía confiaban en el conocimiento de Sterk. Vayras sabía que resultaría difícil, pero como bien había dicho Killian, necesitaban toda la ayuda de la que pudiesen disponer.

La situación era crítica. El consejero seguía sin poder comprender que la mayoría de sus compañeros se hubiesen aliado con Catnia. El aqua era el primero en reconocer que no había lidiado con las circunstancias de la mejor manera posible, pero, a pesar de sus errores, Vayras siempre había intentado hacer lo mejor para el reino.

Y en aquel momento, el reino se caía a pedazos.

Los pedazos de cristal que brillaban entre los dedos de Casiopea proyectaban destellos en las paredes de la cueva sagrada del Hrath. La guerrera diamante no podía dejar de admirar los árboles que habían brotado del corazón de la Cumbre Solitaria, y sabía que no era la única. La colonia estaba fascinada por ambas especies, pero la mujer sentía especial predilección por el árbol iridiscente que ni los esmeraldas parecían conocer.

La piel de la hrathni se tiñó de violeta cuando un rayo cobró vida en el tronco de cristal. Casiopea no pudo evitar sentirse atraída por la amenaza de destrucción que prometía su energía.

En el pasado, Doc ya había sentido el miedo a la destrucción que se cernía sobre los habitantes del reino. El sanador se había enfrentado a Catnia cuando Adaír todavía luchaba por convertir a Aqua en un clan mejor. Y, a cambio, lo había perdido todo.

O eso le habían hecho creer.

O eso le habían hecho creer

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

🏁 : 100👀, 60🌟 y 42 ✍

El engaño de la calma (Completa)Where stories live. Discover now