62. La llama que arde entre esquirlas de hielo

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¡Solo nos queda el epílogo! 😭

El amanecer llegó con nuestro regreso a la Fortaleza Aqua

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El amanecer llegó con nuestro regreso a la Fortaleza Aqua. La luz iluminó el punto en el que convergían el mar y el cielo y los primeros rayos de los soles bañaron a las víctimas del reino. Los fallecidos flotaban sobre el océano en una marea de destellos azules que se veía desde cualquier punto de la capital. Sus cuerpos estaban cubiertos por enlaces de escarcha dibujados por sus seres queridos y la magia de la Aquamarina centelleaba a su alrededor. Tras ellos todavía se apreciaba el recuerdo de las tres lunas y me satisfizo saber que ellas también estarían presentes para despedir a las personas que habían dado su vida por nosotros.

Pero no todas se encontraban suspendidas entre el cielo y el mar.

En el jardín de los acantilados, rodeado por árboles de bruma, descansaba mi padre. La llama que ardía entre esquirlas de hielo. El ámbar que había hecho de los océanos su hogar.

Aunque su piel ya no estaba bañada por el reflejo del fuego, la luz del amanecer me hacía creer que se despertaría de un momento a otro para regalarme una sonrisa con la que iluminar el resto de mis atardeceres. Pero Mateus Flame ya lo había dado todo en aquella vida y, por desgracia, no podía acompañarlo en la siguiente.

Deslicé los dedos bajo su túnica ámbar en busca de los recuerdos que llevaba en el bolsillo. Acaricié una imagen de agua con las yemas de los dedos. En mi rostro brilló una sonrisa incompleta, pues todavía era una niña desdentada cuando mi padre me había tomado aquella instantánea. Tras ella encontré un retrato de mi madre. Las lágrimas me quemaron la piel y sonreí mientras buscaba nuestro parecido. Acerqué las imágenes en un intento por compararlas y de sus cantos brotaron líneas de agua que las unieron con un susurro cargado de magia. En mi mano se materializó un recuerdo en el que nos encontrábamos los tres juntos. Mi padre me sostenía entre sus brazos y mi madre lo observaba con un amor que iba más allá de las palabras.

—Espero que volváis a ser felices en la otra vida, papá —susurré con el pecho lleno de calidez.

Los eruditos se acercaron para ofrecerme su magia, pero la rechacé agradecida. Los Flame éramos llamas rodeadas por océanos y habíamos aprendido a arder incluso sobre el mar. Mis ojos reflejaron el poder del fuego y la esfera ámbar que deposité sobre el pecho de mi padre centelleó bajo el amanecer.

—Adiós, papá —susurré entre lágrimas amargas—. Gracias por quererme.

El calor de las llamas me acarició la piel. La magia ámbar se expandió hasta rodear el cuerpo de mi padre y el fuego cobró vida en su interior. A nuestro alrededor se formó una cálida brisa que lo sostuvo con sus manos invisibles. Las ráfagas de viento lo elevaron hasta que se reunió con los cientos de fallecidos que descansaban sobre el océano.

—La llama que arde entre esquirlas de hielo —murmuré orgullosa.

Los aquas prendieron cientos de llamas azules entre la multitud que brillaron en su honor. Mrïl se restregó contra mis piernas y Cruz me abrazó con el cariño de alguien que había perdido a un segundo padre. Sobre las manos de los Aylerix y los seis Ix Regnix centellearon fuegos con los colores de los reinos. Los hrathnis, sin embargo, despidieron a mi padre con llamas tan blancas como el corazón de su hogar.

El engaño de la calma (Completa)Where stories live. Discover now