11. Problemas

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Os cuento algo al final 

El lobo se removió frenético

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El lobo se removió frenético. Una risa malévola resonó entre las dunas y me rebotó en los huesos. Levanté la vista para toparme con unos ojos blancos en los que el iris y la pupila parecían haberse desgastado con los soles. La piel azul grisácea de la criatura estaba cubierta por trazos púrpuras. De su cráneo nacían dos cuernos dorados con reflejos que evocaban a la superficie del mar. Una larga melena blanca le caía a ambos lados del cuello, donde destacaban mechones verdes y rosados que resplandecían bajo el brillo del desierto. La capa negra tras la que se ocultaba su expresión perversa flotaba ante mí y bajo ella sobresalían dos manos aprisionadas por grilletes. Las cadenas brillaban con una poderosa luz turquesa y ascendían hasta llegar al cuello de la mujer.

—Duacro —la saludé mientras aceptaba su ayuda para levantarme.

Las largas uñas doradas de la criatura me acariciaron la piel. Luché por contener un estremecimiento, pues cuando las clavaba en la yugular de un nei, Duacro tenía el poder de acceder a su mente e invadir sus pensamientos. Además de manipular a quien se le antojase para que cumpliese sus deseos, podía visitar todos los recuerdos de la vida de una persona, como si estuviesen almacenados en una biblioteca memorial que se inauguraba en cuanto abríamos los ojos por primera vez.

—Estás delgada —observó tras analizarme con detenimiento—. Y más sucia.

—¿Te sorprende? Llevamos hebdómadas esperándote.

Duacro frunció el ceño antes de reparar en la presencia del lobo. Las cadenas que le limitaban los movimientos emitieron un tintineo armónico.

—Conseguir información no es sencillo —respondió con suficiencia.

—Sobrevivir a este lugar tampoco es sencillo.

—Me sorprende que no me hayas convocado mediante el vínculo aurático.

—Se llama confianza, ¿no conoces el concepto?

Duacro ladeó la cabeza con una sonrisa. Me alejé irritada y empecé a recoger las telas que se amontonaban sobre las dunas. La magia brotó de entre la arena con un gesto de la criatura. Me llevé una mano a la frente, afectada incluso ante una muestra de poder tan ínfima como aquella. Las telas rubíes se estiraron en el aire, sostenidas por manos invisibles que arrojaron una agradable sombra sobre nosotras.

—Gracias —dije mientras reflexionaba sobre las limitaciones de sus poderes.

—¿No vas a preguntarme qué he descubierto?

—Oh, suprema Duacro, ¿qué información has obtenido mediante el uso de tus habilidades únicas e inigualables?

La mujer se sacudió la melena con expresión ufana. Trasno se acurrucó entre las patas del lobo, que no se inmutó, y soltó un resoplido. Esen me dedicó una mirada de advertencia antes de volverse hacia Duacro.

El engaño de la calma (Completa)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt