La vida de un loco

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Killian posó una copa vacía sobre la mesa y desvió la mirada más allá de la ventana

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Killian posó una copa vacía sobre la mesa y desvió la mirada más allá de la ventana. El clan estaba patas arriba y los Ix Regnix se ponían cada vez más nerviosos. La Fortaleza todavía sufría las consecuencias del ataque alquímico. Los habitantes de Aqua se escondían en sus hogares. Si los enemigos habían logrado adentrarse en el edificio más protegido del reino, ¿qué podrían hacer ellos para salvarse?

El jefe del clan sintió la presencia de Aidan y se volvió para aceptar la copa llena que le ofreció su hermano. Cuando se la acabó de un trago, su rostro se transformó por la quemazón que se le acumuló en la garganta. Killian había perdido la cuenta de la cantidad de nögle que había bebido, pero empezaba a sentir los efectos del abuso en sus capacidades motoras. Aunque la mente no le funcionaba con normalidad, sabía que aquella forma de comportarse no era apropiada para un Ix Realix.

Lo cierto era que no le importaba.

Moira había perdido el sentido. Cada vez que pensaba en ella aumentaba su furia, y es que si le hubiese prestado más atención a los detalles, si se hubiese acercado cuando percibió que las cosas empezaban a ir mal, quizá no habrían llegado a aquel punto. En lugar de ayudarla, había permitido que pasase lunas en el desierto triste y sola, lo que no había hecho más que agravar la situación.

Killian apretó el puño hasta que los nudillos se le tornaron blancos. El Ix Realix apoyó el codo sobre la mesa y ocultó el rostro entre las manos. Estaba tan cansado... Aidan se acercó y le posó una mano en el hombro.

—Encontraremos la forma de lidiar con esto —le prometió.

Eso mismo se decía Mateus una y otra vez. El ámbar se encontraba en el ala académica, rodeado por eruditos e Ixes que enterraban los rostros en libros antiguos. Cruz, que se sentaba junto a él, lo miró con la misma intranquilidad que sentía en el corazón. Habían pasado posiciones buscando una respuesta entre la sabiduría de los antiguos, pero sobre el reino ya había descendido otro anochecer. Se estaban quedando sin tiempo. Y Moira los necesitaba más que nunca.

—Sé que es duro, pero Moira nos necesita —dijo Zeri en la cabaña secreta de los Annorum Vitae.

Sus amigos lo miraron agotados y asintieron en acuerdo. Ninguno conocía la naturaleza de lo ocurrido en la Cima Inalcanzable, ni siquiera Alis. Sin embargo, no necesitaban saber que Moira se encontraba en peligro para esforzarse al máximo por ayudarla. Sus investigaciones sobre los distintos tipos de energía habían derivado en hechizos que los dejaban exhaustos y con una terrible sensación de derrota. En cualquier caso, no podían rendirse ahora.

Mrïl también estaba derrotado. Marco y Musa intentaron animarlo, aunque el lobo se sentía tan desanimado por el estado de Moira como ellos. El animal se tumbó en el suelo y permitió que los esmeraldas lo acariciasen en busca de consuelo. Ambos vestían ropas aquas para pasar desapercibidos ante los sanadores que iban y venían sin descanso, pues Adra había ordenado una nueva serie de pruebas en un último intento por ayudar a la joven.

«¿Por qué necesitaban su ayuda?», se preguntaba Sterk. El diamante llegó a Aqua desganado y con el rostro ajado. Los helios lo habían desmejorado tanto que Vayras casi no lo reconoció cuando lo fue a recibir a las puertas de la Fortaleza.

—Amigo —le dijo tras permitirse el atrevimiento de abrazarlo.

Sterk se tensó, pero no se apartó. Habían pasado ciclos desde que alguien se acercaba tanto a él. Los neis creían que había perdido la cabeza y ya nadie lo tomaba en serio. La vida de un loco era muy solitaria, aunque, por suerte o por desgracia, la voz de la magia oscura nunca lo abandonaba.

—No creí que fuese a volver a verte —murmuró, animado por ver un rostro familiar.

Vayras y él se habían conocido hacía generaciones. Por aquel entonces, Sterk era uno de los eruditos más respetados de Diamante y el único en los seis clanes que había tenido el valor de investigar la energía transmutada. Cuando las facciones alquímicas resurgieron para derrocar el sistema que regía Neibos, él y otros Ixes se vieron obligados a abandonar sus proyectos para proteger a los neis del peligro que se avecinaba.

Una vez perdida la cordura, sin embargo, de poco le servían los vítores y las alabanzas.

—Te agradezco que hayas venido —le dijo Vayras—. Jamás he visto nada como esto.

—Ver veeeer —canturreó Sterk—. ¿Quién quiere ver cuando puede soñar con un fruto del anochecer recubierto de escarcha? —preguntó el hombre con una risilla—. Me gusta el caramelo.

El diamante se alejó brincando hacia los árboles de bruma. Vayras lo vio empequeñecer en la distancia con el rostro desencajado. Aquello iba a ser más difícil de lo que pensaba.

Tumbado en el jardín de la Casa Aylerix, Killian analizaba las dificultades que afrontaba el reino. El jefe del clan no se molestó en meterse en la cama, pues sabía que no sería capaz de dormir. Sus pensamientos iban de un lado a otro, estudiando hasta la última pieza del complejo rompecabezas que se extendía ante sus ojos.

Killian no podía confiar en nadie, solo en su instinto. Por desgracia, la voz de su intuición había quedado sepultada bajo capas de desconcierto y temor. Los Aylerix cumplieron las órdenes que habían recibido al pie de la letra, aunque ellos tampoco estaban pasando por su mejor momento. A los habitantes de la Fortaleza les resultaba imposible concentrarse cuando había un ejército de neis alquímicos esperando atacarlos en cualquier momento y la Guardia no estaba exenta de preocupaciones.

El şihïr de Killian se iluminó con los colores de la Aquamarina y el joven se tensó de inmediato.

«La señorita Stone va de camino, Ix Realix».

Killian agradeció la información de la agente del castillo y volvió a desviar la mirada por la ventana. El anochecer se había apagado bajo la luz del mediodía, pues el jefe del clan ya no se encontraba en el hogar de sus amigos, sino en una sala de reunión. Killian se giró hacia la puerta y suspiró. No se sentía preparado para enfrentarse a lo que estaba por venir.

 No se sentía preparado para enfrentarse a lo que estaba por venir

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El engaño de la calma (Completa)Where stories live. Discover now