Una condena eterna

563 126 122
                                    

Junto al árbol de cristal hueco que brillaba sobre el acantilado se formó una puerta de luz anaranjada

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Junto al árbol de cristal hueco que brillaba sobre el acantilado se formó una puerta de luz anaranjada. Mateus supo lo que había interrumpido en cuanto vio a su hija tan cerca del Ix Realix. Se sintió culpable, pero en aquel momento, tenían cosas más importantes en las que pensar. Los jóvenes se volvieron hacia el consejero, que les hizo una seña para que lo siguiesen a través del portal.

Killian ayudó a Moira a estabilizarse cuando llegaron al otro lado, pues la magia que albergaba la sala de los eruditos probó ser demasiado para ella. La joven apretó la piedra blanca que le colgaba del cuello y analizó la estancia con curiosidad. Las estanterías estaban repletas de libros que brillaban con luz propia debido al poder que contenían, y en el aire flotaban enlaces en distintos tonos de azul que le acariciaron la piel con su energía.

Los ojos de la joven sin magia se toparon con los eruditos, que le dedicaron un gesto de respeto al Ix Realix. Mientras tanto, la Guardia Aylerix observaba a Duacro. La criatura se sentaba sobre la gran mesa que descansaba en el centro de la estancia. Aidan no le quitaba ojo de encima. Junto a él se encontraban Cruz y Quentin, ambos ocupados repasando los símbolos elementales que habían trazado sobre un libro de hechizos. Mateus se acercó a ellos y les dedicó un asentimiento.

Cruz generó una nebulosa turquesa que sacudió el cabello de los presentes y Quentin trazó un enlace carmesí entre la magia del aqua. El padre de Moira intercambió miradas con los eruditos y juntos inclinaron las manos sobre Duacro. Los rayos que brotaron de sus dedos atravesaron el cuerpo de la criatura, cuyos gritos rebotaron en las paredes.

Aidan se removió nervioso y Mónica se acercó a él en una muestra de apoyo. Mateus se posicionó ante Duacro. La luz anaranjada que iluminó a la criatura inundó la sala con el poder de los soles. Quentin y Cruz posaron una mano en los hombros del ámbar, haciendo que la energía de Ixe Flame se tiñese con los colores de sus gemas afines. El cuerpo de Duacro convulsionó: el hechizo de los neis le había alcanzado los huesos.

Moira escondió el rostro tras el omóplato de Killian, buscando aliviar el dolor que le causaba la magia. Trasno la distrajo haciendo virguerías sobre el suelo. La joven sonrió mientras Duacro gritaba con cientos de voces que no le pertenecían, pues eran las almas que había consumido durante los últimos tres lustros encerrada en el Laberinto del Olvido.

El sudor se acumuló sobre las frentes de los eruditos, una muestra del gasto energético que suponía realizar semejante hechizo. Moira sintió cómo la magia alquímica se resistía contra la fuerza que buscaba doblegarla. La joven se esforzó por identificar los distintos tipos de energía que acudían a la llamada de los neis. Cuando la niebla amenazó con sobrepasar el límite de su mente, la luz remitió. La sala se llenó de jadeos y los eruditos que se desplomaron sobre el suelo, ayudados por sus compañeros, llevaron las manos a los tallos de udela. Su primer instinto fue buscar el nögle que los ayudaría a recuperar fuerzas. El desconcierto que les transformó los rostros, sin embargo, los detuvo a medio camino.

El engaño de la calma (Completa)Where stories live. Discover now