42. Libros antiguos y viajes clandestinos

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Me aferré al colgante que se balanceaba sobre mi pecho en busca de refugio

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Me aferré al colgante que se balanceaba sobre mi pecho en busca de refugio. No podía dejar de pensar en los ojos ruines del asesino de Catnia. La juventud que denotaba su rostro, junto con la sucesión de estaciones que me mostró Baloo, probaron que aquel recuerdo había sucedido soles atrás. Mónica se había mudado a Aqua con la creación de la Guardia Aylerix, así que debía tratarse de un acontecimiento posterior a la muerte de Adaír.

Tras obtener toda la información posible de la lechuza y agradecerle la ayuda, me dirigí al corazón de la Fortaleza. En aquel momento había demasiados frentes abiertos, pero el más prioritario siempre sería el bienestar de mi familia.

—Hija —susurró mi padre mientras me abrazaba.

Aunque los sanadores ya se habían encargado de curar a los supervivientes, lo analicé para asegurarme de que se encontraba bien. Al parecer, el clan había vencido gracias a las tropas llegadas de los demás reinos. Mi padre —al igual que los Ixes, cuyo nerviosismo era evidente— dudaba de que hubiésemos resultado victoriosos sin su ayuda. El uso de la magia alquímica de los atacantes fue sobresaliente. Tanto como el número de soldados que osaron enfrentarse a la Fortaleza del reino de mayor poder de Neibos.

—Con la energía transmutada de su lado —dijo Cruz antes de beber un buen trago de nögle—, no le tienen miedo a nada.

Los grandes maestros y los neis de magia superior se encargaron de reconstruir las ruinas del castillo. Mientras los centinelas patrullaban hasta el último rincón del perímetro para asegurarse de que no aumentaba el número de fallecidos, los eruditos y los consejeros debatían lo sucedido en las salas de reunión. Los agentes del castillo, sin embargo, se ocupaban de organizar los preparativos para la ceremonia en honor a los caídos.

En cuanto salí al exterior, vi las decenas de cuerpos que descansaban sobre la hierba vestidos de azul, con la piel cubierta de enlaces de escarcha y una esfera de agua suspendida en el corazón. El desconsuelo se posaba sobre la Fortaleza como una tormenta cruel. Los gritos de las familias que habían perdido a sus seres queridos a manos de un ejército sin nombre se alzaban sobre el rugido de las olas. Me tragué el nudo que se me formó en la garganta y apreté los puños hasta que sentí la humedad de la sangre sobre la piel. No podía traer a sus familiares de vuelta, pero haría todo lo posible para dar con los infames que nos habían arrebatado tantas vidas inocentes.

La presencia que se me acercó por la espalda provocó que desenvainase el cuchillo en un latido. El lobo se alzó sobre las patas traseras y se apoyó contra mi cuerpo para regañarme en un idioma que entendí a la perfección.

—Perdóname, amigo —me disculpé mientras lo acariciaba—. No pretendía dejarte atrás.

El animal emitió una serie de reproches que terminaron cuando empezó a lamerme la mejilla. Me reí, agradecida por su cariño, y juntos caminamos en busca de la Guardia Aylerix. Los neis con los que nos cruzamos nos mostraron un recién ganado respeto al que todavía no me había acostumbrado, aunque la incomodidad desapareció en cuanto vi a mis amigos charlando en una esquina del jardín. Corrí para abalanzarme sobre Aidan, aliviada por el buen estado en el que se encontraba.

El engaño de la calma (Completa)Where stories live. Discover now