43. RPC

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La furia se desató en mi interior como el poder de un dragón que llevaba edades dormido

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La furia se desató en mi interior como el poder de un dragón que llevaba edades dormido. Deslicé la mano en el saco de lágrimas de luna y me alejé antes de que Killian pronunciase mi nombre. Los centinelas arquearon las cejas cuando me negué a responderle. Encontré satisfacción en dejar al Ix Realix en evidencia. Quería aniquilarlo. Quería llevarlo al borde del acantilado y sostenerlo sobre el vacío hasta que pidiese clemencia.

—¡Moira! —exclamó airado.

Pero si alguien tenía derecho a estar enfadada allí era yo. Me sentía ridícula por creer en sus palabras mientras él seguía compartiendo el cuarto con otra persona. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida?

—Quizá no estaría de más escuchar lo que tiene que decir —sugirió Trasno después de que estallase una lágrima esmeralda a mis pies.

—¿Ahora te pones de su parte?

El duende levantó las manos con inocencia y tuvo la precaución de no aparecer al otro lado de portal de enredaderas.

—¡Moira Stone!

En lugar de detenerme, imaginé lo que ocurriría si daba media vuelta y me enfrentaba a Killian. La magia de otra lágrima esmeralda me acarició la piel con palabras de protesta. El frescor del eucalipto se convirtió en el salitre del mar. El suelo se endureció y el bosque al que me dirigía se convirtió en la torre secreta de Adaír.

Las velas se encendieron en cuanto percibieron mi presencia. El fuego de la chimenea reflejó la batalla que se libraba en mi interior. Killian apareció a mi espalda y di un paso atrás para alejarlo de mí. Mi cuerpo chocó contra el escritorio. El sonido de la colisión rebotó en las paredes.

—¿¡Cómo te atreves a traerme aquí a la fuerza!? —bramé colérica.

—¡A lo mejor no tendría que hacerlo si te detuvieses a escucharme!

—¡A lo mejor es que no quiero hablar contigo!

El corazón me latía desbocado. Killian me observó con la mirada oscurecida por la rabia. El furor de su rostro se suavizó en cuanto se pasó una mano por el cabello para serenarse, lo que no hizo más que aumentar mi frustración. ¿Por qué yo no podía hacer lo mismo?

—Es un motivo absurdo por el que estar enfadada, Moira —razonó con la voz en calma.

—¿Ahora también decides por qué puedo enfadarme y por qué no?

—Deja de comportarte como una cría.

Sentí el calor de la ira en las mejillas. Me volví en busca de algo que lanzarle a la cara, pero no quería destrozar ningún objeto valioso, así que grité.

—¡Eres un estulto! —exclamé furiosa.

Killian se rio entre dientes y la indignación me atravesó los huesos. Me volví hacia la puerta. Él dio dos zancadas para detenerme.

El engaño de la calma (Completa)Where stories live. Discover now