Visitas olvidadas

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Noventa y cinco atardeceres atrás

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Noventa y cinco atardeceres atrás

Moira sostenía el diario de Adaír contra el pecho. Estaba nerviosa: las patrullas de la Autoridad le pisaban los talones. Encontrarse en un punto tan próximo a Aqua era una irresponsabilidad, algo que las voces que le aturdían la mente le repetían sin descanso. Moira hizo caso omiso y esperó a que los söka y los soldados abandonasen la zona para salir de su escondite.

Los soles se inclinaban hacia el horizonte y la luz daba paso a los tonos anaranjados y violetas que teñían el cielo. Faltaban escasos amaneceres para el comienzo de la temporada estival y el frescor del bosque disminuía con cada latido. Moira estaba cansada, pero llevaba menos de una luna vagando por el reino; todavía no sabía lo que eran el agotamiento, el calor ni la sed.

—Estoy al tanto de que es una mala idea —les dijo a los arbustos—. Todo lo relacionado con este lugar es una mala idea.

El rostro de la joven se tornó grave. Las imponentes paredes del Laberinto del Olvido se inclinaron sobre ella. El viento rugió airado. Moira suspiró derrotada. Jamás creyó que regresaría por tercera vez a aquel lugar maldito. Los recuerdos le oscurecieron el semblante mientras se acercaba a los altos muros de piedra cubiertos por sedimentos y hiedras del color del océano.

Moira ignoró el miedo que le silbó entre las costillas y se aferró al papel de algodón que sostenía. Oculto tras la vegetación, encontró un círculo de piedras cubiertas por hierba y musgo. Se preguntó si serían las mismas que ella y la Guardia Aylerix habían dispuesto alrededor del fuego tantos ciclos atrás.

Un rugido resonó en la inmensidad. Los pájaros, alarmados, abandonaron las copas de los árboles. El cielo se tiñó de plumas de colores mientras Moira tanteaba las rocas en busca del mecanismo que accionaría la puerta del laberinto. Nunca había accedido a la prisión por la entrada principal, pero esperaba poder tirar de la argolla y atravesar vestíbulo como una invitada privilegiada que tan solo estaba de visita.

Las rocas ásperas le arañaron las manos. Moira apoyó la mejilla contra el muro y no se separó hasta que logró activar la palanca que elevó la gran puerta de piedra. La tierra vibró bajo sus pies. El laberinto se extendió ante ella, inundado por un viento corrompido que le golpeó el rostro. La magia que contenían las paredes le debilitó la mente. El miedo le retorció el estómago. Moira adoptó una expresión desafiante y cruzó la barrera invisible que velaba la prisión.

La humedad le atravesó la carne, pero no se estremeció. La joven se deslizó por los corredores con la familiaridad de quien se encuentra en su propio hogar. Moira se detuvo ante una pila de huesos que, antes de quedar atrapados entre aquellos muros, habían tenido rostro y familia.

—Nadie te pide que pases aquí tus vacaciones —le reprochó al aire.

El viento trajo un tintineo metálico que aceleró el pulso de la joven. Moira se esforzó por mantener sus emociones bajo control. Ante ella apareció un ser de sonrisa perversa y brillantes cuernos dorados que emitió una carcajada arropada por cientos de voces espectrales.

—Vaya, vaya... —murmuró la criatura—, he debido de portarme muy bien para que las gemas me regalen semejante manjar.

Moira respiró hondo y trató de calmarse. Duacro se acercó hasta que la espalda de la joven quedó pegada a la pared. La criatura ladeó la cabeza, sorprendida por la ausencia de gritos e intentos de huida.

—Tú... —susurró la mujer con voz fantasmagórica.

—¿Me reconoces?

La criatura se alejó, afectada por la esperanza que tiñó la voz de la joven.

—¿Sabes por qué este lugar se llama el Laberinto del Olvido? —le preguntó Moira—. Porque es una prisión que consume tus memorias y te obliga a olvidar la mujer que fuiste en el pasado.

Duacro la miró con el ceño fruncido. Quería saltar sobre ella y hundirle las garras en la yugular. Quería arañarle el rostro y sacarle los ojos, pero la calma de la joven se posaba sobre ella como un encantamiento que la impedía reaccionar.

—Sin embargo, a ti sí que te recuerdo, mocosa.

En lugar de ofenderla, el comentario dibujó una sonrisa en el rostro de aquella joven tan extraña. Duacro estiró una mano hacia ella y atrapó el mechón azul que brillaba entre su cabello castaño.

—¿Has redecorado el ático? —le preguntó con sorna.

La sonrisa de Moira se amplió y Duacro se vio atraída hacia ella por una fuerza magnética. La Sin Magia posó la mano sobre los dedos de la criatura, que se sobresaltó con el contacto. ¿Cuántos helios habrían pasado desde la última vez que la habían acariciado?

—No viviste siempre aquí —susurró Moira con la fuerza de una promesa—. Alguien te encerró con hechizos que todavía no he logrado descifrar, pero tú no eres así. Estás sometida por un conjuro especular que te obliga a replicar las emociones que los demás dirigen a ti. Te alimentas del miedo y de la rabia de los neis y por eso te has convertido en...

La voz de Moira se quebró por el dolor. Duacro sintió la veracidad de aquellas palabras en cada partícula de su ser.

—Eras una mujer brillante, valiente y astuta como ninguna —le dijo la joven con los ojos llenos de lágrimas—. Tu familia estaba orgullosa de ti.

Duacro aceptó el dibujo que le entregó con un nudo en la garganta.

—¿Recuerdas lo que sentías al sostener a tu bebé entre los brazos?

—¿Recuerdas lo que sentías al sostener a tu bebé entre los brazos?

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🏁 : 90👀, 44🌟 y 42 ✍

¡Vuelta al pasado! 💫*Obligatorio leerlo con la voz de Jeremy de Código Lyoko*

¡Vuelta al pasado! 💫*Obligatorio leerlo con la voz de Jeremy de Código Lyoko*

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¿Os ha gustado regresar al Laberinto del Olvido? 😵

Imagino que tendréis teorías sobre Duacro... 😏

¡Contadme! 🤩

Espero que lo hayáis disfrutado ❤

Un besiñoooo 😘

El engaño de la calma (Completa)Where stories live. Discover now