Campanas tubulares

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Noventa y nueve amaneceres atrás

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Noventa y nueve amaneceres atrás

Max estaba en Esmeralda. Hacía lunas que no regresaba al lugar en el que había crecido. Sus padres siempre lo recibían con los brazos abiertos y se sintió culpable por no visitarlos más a menudo. Por suerte para él, Flora e Ilán lo conocían mejor de lo que se conocía el mismo. El soldado era hijo único, y el amor y el respeto siempre habían sido fundamentales en su familia. Su padre era botánico y su madre, una sanadora. Ambos sabían que su hijo había sufrido mucho en el reino de los bosques. El clan en el que tantos buenos momentos habían vivido estaba lleno de recuerdos oscuros para él, así que solían ser ellos quienes viajaban al reino Azul para visitarlo.

En ocasiones, Flora se arrepentía de haberlo animado a formar parte de la Guardia Aylerix. Tanto ella como Ilán se sintieron orgullosos de que Max lograse superar las pruebas de la Fortaleza Aquamarina, pues que su hijo fuese elegido por el Ix Realix era uno de los mayores honores de Neibos. Hacía helios que el muchacho se había convertido en uno de los centinelas más jóvenes de la Fortaleza Esmeralda y sus padres pensaron que no habría una gran diferencia con el nuevo cargo a desempeñar.

Y entonces llegaron los ataques, las amenazas, las guerras... Los padres de Max no estaban preparados para aquellos sobresaltos, eran neis pacíficos que llevaban una vida sosegada en la cabaña que habían construido en medio del bosque, donde se dedicaban a la investigación de las propiedades de las plantas. Flora buscaba beneficios sanadores e Ilán se deleitaba en su curiosidad botánica. Bajo la protección del bosque, no había espacio para la oscuridad del corazón.

La parte de la casa que más le gustaba a Max era el huerto mágico que crecía en el jardín trasero, pues era allí donde más diversión habían compartido. Cuando era niño, aquel pedazo de bosque le había parecido todo un reino por conquistar. Sus padres le habían enseñado a respetar a la naturaleza por encima de todo y allí, rodeado por especies elementales y luminiscentes, había aprendido las lecciones más valiosas de su vida.

Pero aquel rincón pronto se le quedó pequeño.

Mientras Max demostraba su destreza encandilando a las campanas tubulares para que emitiesen su curiosa música, Flora e Ilán comprendieron que su hijo necesitaría exponerse a todo un mundo de aventuras para satisfacer su necesidad de saber. Los padres del esmeralda aceptaron que su hijo buscaba una existencia que difería de la suya y por eso jamás intentaron frenar sus pasos.

Ni siquiera cuando fue herido en el primer ataque que vivió en la Fortaleza.

Ni siquiera cuando se mudó a otro reino y pasaron ciclos sin verlo.

Ni siquiera cuando se infiltró en una facción rebelde y regresó a casa herido y con el corazón roto tras la muerte de su nywïth.

A Max no le sorprendió encontrar a sus padres trabajando en el jardín trasero. Sus carcajadas resonaban en el bosque y el soldado no pudo evitar detenerse a observarlos. La magia de su madre activó las flores de nieve, que brillaban con la majestuosidad de las montañas de invierno. De su interior brotaron esferas de energía que se alzaron en lo alto del cielo y el rostro de Max se iluminó con una sonrisa. Ilán levantó la mirada para disfrutar de aquel regalo de la naturaleza, y entonces percibió a su hijo entre los árboles.

—¿Max? —preguntó con duda en la mirada.

La sonrisa del joven se ensanchó conforme avanzaba hacia ellos. Su padre lo rodeó con un abrazo que le dificultó la respiración. La felicidad de Flora les acarició la piel y los esmeraldas la envolvieron en una burbuja de amor y alegría que se extendió por toda la foresta.

—Te hemos echado de menos —le dijo su madre mientras le acariciaba la mejilla.

—Y yo a vosotros.

La mirada de Max se posó en la enredadera de cristal vegetal que cubría el porche de madera. Las esferas de energía alcanzaron su cenit y los copos de nieve cayeron sobre ellos con una magia que convirtió al bosque en un lugar de ensueño. Max utilizó su poder para despertar a las campanas tubulares y sus padres se miraron entusiasmados. Las notas resonaron entre los árboles, cargadas de una pureza que les acarició el corazón. El Aylerix disfrutó de la dulzura de la melodía como si fuese la primera vez que tenía el placer de oírla.

Pero hacía helios que la canción de regreso de Max no sonaba así.

Flora e Ilán se miraron con gravedad. El esmeralda se tensó cuando su padre lo agarró por los hombros para dejarle el cuello al descubierto. La piel de su nuca, inmaculada y libre de la maldición de la magia alquímica, transformó el rostro de su familia. Flora se desplomó sobre el suelo con los ojos llenos de lágrimas. Max se arrodilló junto a ella y buscó respuestas en el rostro de su padre.

—Oh, Max —sollozó Flora mientras lo abrazaba—. El damnare... ¿Cómo es posible?

—¿Sabíais que estaba maldito? —preguntó el joven aturdido. Ilán le acarició la mejilla con una sonrisa triste.

—Eres nuestro hijo, Max, por supuesto que lo sabíamos.

—¿Por qué nunca me dijisteis nada?

—Amor y respeto —respondió Flora con el cabello cubierto por copos de nieve.

Max se tragó la culpabilidad que le arañó la garganta. Lo último que quería era darle más preocupaciones a sus padres, así que dejó que lo envolviesen en un abrazo que le recordó lo afortunado que era por tenerlos en su vida.

—Creía que los damnares eran irreversibles —reflexionó Ilán en cuanto se separó de él.

—Así es —confirmó Flora—. ¿Cómo es posible, hijo?

Max miró a sus padres con admiración, y bajo el abrigo de la primera nevada de la temporada estival, se permitió llorar por todo lo que había ocurrido desde la huida de Catnia hacía tantas lunas.

—Alguien me ayudó —confesó entristecido.

—¿Alguien?

—Una persona a la que creía bondadosa, pero que resultó ser de la peor calaña de todas.

El veneno que le tiñó la voz hizo que la tierra huyese bajo sus pies. Flora e Ilán se miraron confundidos.

—¿Por qué iba una enemiga a liberarte de las garras de la muerte?

—Todavía no lo sé, papá, pero pienso averiguarlo.

—Todavía no lo sé, papá, pero pienso averiguarlo

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🏁 : 90👀, 40🌟 y 35✍

¿Qué os ha parecido Esmeralda? 🌲

¿Y los padres de Max? 🪴

¿Os ha gustado saber más sobre nuestro Aylerix de ojos verdes?  😍

Nos vemos el jueveeees 😘

Espero que estéis disfrutando de esto 😏

El engaño de la calma (Completa)Where stories live. Discover now