47. Prismas de cristal

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Me han cambiado el horario de trabajo, así que a partir de ahora actualizaré martes y jueves

Me han cambiado el horario de trabajo, así que a partir de ahora actualizaré martes y jueves ❤

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El mundo daba vueltas. Era incapaz de centrarme en un solo pensamiento. Las voces de mi mente cobraron fuerza y mi entorno se consumió bajo un huracán que me dejó débil y temblorosa. Un gruñido se abrió paso entre los gritos. Una mano fresca y fuerte impidió que me desplomase sobre el suelo.

Los ojos grises del sanador me observaron con preocupación. El enlace que me dibujó en la frente le tiñó el rostro de luz añil. El poder del agua me calmó y Adra formó letras de humo celeste que no logré interpretar.

—Son los hijos —susurré con el corazón acelerado—. Son los hijos.

«¿Qué hijos?»

Las palabras de Adra se disolvieron en cuanto eché a correr por los pasillos. Mi mente iba demasiado rápido como para poder explicar la línea que seguía mi pensamiento, así que dejé de intentarlo y tracé el camino de corredores que había seguido mil veces antes.

Recordé los ataques de Catnia, lo cerca que había estado de morir en aquella ala del castillo. El sonido de las piedras replegándose sobre sí mismas resonó en mi memoria y maldije mi propia estupidez. No sabía a cuántas personas les había pedido que analizasen la pared en busca de hechizos. Jamás se me ocurrió pensar que se podía tratar de una técnica empleada por los primeros humanos con magia que habitaron la Fortaleza.

Me detuve ante el muro y analicé las piedras en busca de la combinación que accionaría el mecanismo de nuestros ancestros. Deslicé los dedos por los cantos esperando encontrar alguna pista, pero el sanador se me adelantó. Adra presionó tres rocas que se adentraron en la pared. En cuanto sus dedos rozaron la última arista, volví a oír aquel sonido que no me había abandonado ni en las noches más en calma.

Adra y yo intercambiamos una mirada grave. El sanador creó una rueda elemental con la que protegernos en caso de encontrar compañía en el pasadizo que se formó ante nuestros ojos. Las piedras retrocedieron como si se tratase de olas en una orilla rocosa y varias lámparas de sal iluminaron las escaleras descendentes, que nos extendieron una invitación velada.

«Deberíamos alertar al Ix Realix y a la Guardia» —sugirió con el rostro tenso.

—Es mejor pedir perdón que pedir permiso, Adra. Además, los centinelas no tardarán en recorrer este pasillo.

«¿Y si hay alguien dentro?»

—¿Cómo sabías qué piedras presionar?

«Después de lo ocurrido con mi familia, nunca dejé de espiar a Catnia».

—¿A cuántas personas viste salir de aquí durante ese tiempo?

«Solo a Erasmo Faux y a Vulcano Tuz».

El gesto que hice fue suficiente para que Adra comprendiese que los fantasmas del pasado ya no podían hacer nada más que hostigar nuestros recuerdos. El sanador entró primero, decidido a protegerme, y el fulgor de las lámparas nos guio hasta una sala inmensa que se abría paso entre la misma piedra. El mobiliario formaba un despacho con una multitud de escritorios. Las paredes estaban ocultas bajo estanterías repletas de pócimas y una gran variedad de elementos mágicos cuyo poder bastaba para iluminar la estancia.

El engaño de la calma (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora