37. Incongruencias

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Me alejé de la Fortaleza en cuanto tuve la ocasión

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Me alejé de la Fortaleza en cuanto tuve la ocasión. La muerte de Dana había desenterrado sentimientos que había reprimido durante lunas y no me sentía preparada para lidiar con ellos de golpe. Necesitaba estar sola. Necesitaba pensar.

El bosque me recibió con una familiaridad que me calmó. La luz del meridión se coló entre las hojas de los árboles, pero no bastó para que olvidase el dolor que reflejó el rostro de Aidan tras descubrir todo lo que había vivido su madre. Killian y él siempre se habían comportado como hermanos. Aunque saber que compartían un vínculo sanguíneo no cambiaría nada en su relación, sí lo haría en la que Aidan tenía con el resto del reino, pues de aquel momento en adelante, sería tratado como un Ix.

El jefe del clan, Max y mi padre se reunieron con el Consejo mientras Mónica y Quentin partían hacia Rubí. Nadie quería dejar a Aidan solo, pero las identidades secretas de los aliados de Catnia, junto con el peligro que suponía la magia alquímica, impedía que ninguno se tomase un descanso. Yo, sin embargo, tenía todo el tiempo libre del mundo.

Me senté contra uno de los troncos que crecían en la orilla del río Clariana. Su nombre se inspiraba en las aguas cristalinas que, motivadas por la corriente, se deslizaban sin descanso sobre las rocas. La vegetación creaba una zona en sombra en la que las estrellas de los árboles de constelación brillaban con mayor intensidad. Las luces que brotaban de las ramas se reflejaban en el agua y creaban un hermoso tapiz que imitaba al cielo nocturno. El lobo las admiraba fascinado.

—¿No deberías de estar acompañando a tu amigo? —me preguntó Trasno con reprobación.

—Mi amigo necesita estar solo para aceptar lo que ha descubierto.

—¿Y tú?

—Yo necesito silencio para escuchar la voz de mi mente.

—Cada vez resulta más difícil... —murmuró Esen con el rostro grave.

—¿Podemos hablar del «no es a ella a quien quiero»? —preguntó el duende.

—No —respondimos Esen y yo al unísono.

—¿Por qué no? —se quejó Trasno—. El calamar gigante tiene derecho a escoger con quién pasa el resto de su vida.

—¿Quién dice que va a ser el resto de su vida?

—¿Y a quién le importa eso cuando tenemos cientos de cosas más relevantes en las que pensar? —protestó Esen.

—Me gustaría saber cómo está lidiando Alis con la situación —dije con la mirada perdida en las estrellas—. La he buscado por todas partes, pero no sé dónde se mete.

—¿Qué te inquieta?

—Todo, Esen, todo. Dana estaba afectada por la magia alquímica, lo que significa que Catnia llevaba decenios transmutando la energía. Además de su uso, la Autoridad también prohíbe su estudio. Quién sabe cuánto tardarán en interpretar los conjuros que encontraron en las galerías secretas de Rubí.

El engaño de la calma (Completa)Where stories live. Discover now