34. El corazón de una guerrera

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Las posiciones pasaron mientras les explicaba a los Ix Regnix lo que hMoabía ocurrido en las últimas lunas

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Las posiciones pasaron mientras les explicaba a los Ix Regnix lo que hMoabía ocurrido en las últimas lunas. Les hablé de mi visita a Atlane, de los encuentros con las patrullas, del Baldío Prohibido y lo ocurrido en las Tierras Ardientes. Les conté que regresé al bosque, que me oculté mientras buscaba una solución y que esperé a que llegase el momento oportuno para dejarme ver.

Omití la mayor parte de la información, por supuesto. Los Ix Regnix estaban tan cautivados por mi relato que solo me interrumpían para hacerme preguntas sobre lo vivido, nunca para cuestionar la veracidad de mis declaraciones. Me volví una experta en manipular la verdad para que los símbolos de humo celeste apoyasen mi versión de los hechos, que no era falsa, sino incompleta.

Con el paso del tiempo el agotamiento hizo mella, y aunque los Ix Regnix adoptaban una postura más relajada con cada palabra que salía de mi boca, yo anhelaba abandonar la estancia. Los recuerdos de lo ocurrido tras atravesar el escudo de magia transmutada de Catnia me hicieron estremecerme. Por suerte, Alis tomó el testigo y continuó la historia desde que se produjo nuestro reencuentro. Hasta el momento no le habían permitido intervenir, ya que deseaban ponerme a prueba, pero mi palidez sirvió como aliciente para que me concediesen un descanso.

Mi estado empeoró cuando la estancia se llenó de una poderosa luz esmeralda. Respiré hondo, tratando de calmar el dolor que me entumecía la mente. Sobre las manos de Oak se materializó una rama débil y arqueada que estaba rodeada por una esfera de energía. Entrecerré los ojos en un intento por distinguir de qué se trataba.

—Yo tampoco entiendo cómo conseguiste dispararle a Catnia con esto —dijo la Ix Regnix con una mueca incrédula.

—El corazón de una guerrera puede hacer de una hoja de algodón la peor de las armas.

No me permití apreciar el cumplido que me dedicó la líder diamante. El pulso me resonó en cada centímetro del cuerpo. El miedo me erizó la piel de la nuca mientras me esforzaba por encontrar similitudes entre aquel arco endeble y la hermosa pieza de ornamentos plateados que había desenterrado del bosque.

—Ya conoces las respuestas, pero estás demasiado asustada para enfrentarte a ellas —me recordó Trasno.

En el rostro del duende brilló el pesar que se reflejaba en sus ojos cada vez que colisionaban las realidades en las que vivía. Me llevé una mano al pecho; me costaba respirar. Oak dibujó un enlace esmeralda en el aire y junto al arco apareció una rama con una punta de madera triangular manchada de sangre.

—Sí, es esa —confirmó Alis.

Trasno se sentó sobre mi hombro para transmitirme un apoyo que me formó un nudo en la garganta. Necesitaba salir de allí.

—¿Qué pasó después? —le preguntó Lumbre.

—Catnia se abalanzó sobre nosotras. Moira utilizó una lágrima de luna para generar un escudo de llamas con el que protegernos, pero su energía se debilitó con cada ataque. La cueva vibró por las acometidas de los soldados contra la barrera de magia alquímica de Catnia, y cuando las patrullas se adentraron en la sala, todo se descontroló.

El engaño de la calma (Completa)Where stories live. Discover now