41. Mantén los ojos abiertos

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Ixeia depositó una taza de eldavá y un cuenco de madera repleto de fruta ante mí

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Ixeia depositó una taza de eldavá y un cuenco de madera repleto de fruta ante mí. Le dediqué una sonrisa agradecida y desvié la mirada hacia la abertura de la oquedad. La luz del amanecer iluminaba la Región Nívea. El viento se colaba entre las briznas de hierba que habían crecido en la montaña durante la temporada estival. Pronto regresarían la nieve y el frío, así que los hrathnis aprovechaban hasta la última oportunidad para pasar tiempo en el exterior.

Las carcajadas de los miembros más jóvenes de la colonia resonaron en la inmensidad. Alis jugaba con ellos dos alturas más abajo y presenciar aquella escena alivió la angustia que se negaba a abandonar mi pecho. No habíamos recibido noticias de la Fortaleza desde que la habíamos abandonado. Era incapaz de olvidar los rostros sin vida de los aquas que habían fallecido protegiendo el castillo, al igual que las miradas vacías del ejército que se ocultaba en el bosque rubí. Las ganas de regresar para ver qué había ocurrido en el reino me quemaban la piel.

—Necesitas recuperar fuerzas —señaló Ixeia mientras me acercaba la taza de eldavá.

—Estoy bien, Kira me ha dejado como nueva.

Tras recuperar parte de sus poderes, la mujer se había convertido en la curandera de la colonia. En el pasado, la ámbar iba camino de ser una de las mejores sanadoras de su reino. Por desgracia, su formación se había visto interrumpida por la necesidad de escapar de la Autoridad. No conocía los detalles, ya que los hrathnis se aseguraban de no compartir demasiada información para evitar poner en peligro a sus compañeros, por lo que solo conocíamos pequeños retazos de sus vidas anteriores.

—Sigues teniendo que comer —protestó Ixeia—. La situación se vuelve cada vez más peligrosa, Moira. La tierra se remueve inquieta: mantén los ojos abiertos.

Le di un trago a la bebida que me ofreció con un asentimiento. A lo largo de la madrugada habíamos analizado todos los escenarios posibles, desde las estrategias más sencillas a las soluciones más inverosímiles, y ya no quedaba nada por debatir. Tras la batalla, Alis y yo fuimos incapaces de dormir, por lo que Lion, Ixeia y otros amigos hrathnis nos acompañaron mientras esperábamos noticias de nuestros seres queridos.

Tomé el cuenco y me llevé un pedazo de fruta a la boca. El sabor de los alimentos cultivados en la tierra era incomparable a los obtenidos mediante la magia, al igual que su aroma. Además, poseían un mayor número de nutrientes, y su dulzor consiguió que me sintiese mejor en escasos latidos.

Un cuerno resonó en la inmensidad. Ixeia y yo nos levantamos de inmediato, pues no se trataba del sonido que anunciaba la llegada de neis a la montaña, sino de una alerta que informaba de que alguien había resultado herido. La obsidiana posó la mano sobre la roca y su brazo atravesó la pared sin encontrar resistencia alguna. El portal nos llevó a la entrada de la montaña, donde los hrathnis se reunían para recibir a una partida de exploradores.

—¿Qué ha pasado? —le preguntamos a Celeste.

La aqua sostenía el peso de Ígnea, que se esforzaba por caminar a pesar de la sangre que le brotaba de la pierna.

El engaño de la calma (Completa)Where stories live. Discover now