Inocentes

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Capítulo largoooo 😍

La gran sala de reuniones se sumía en un silencio sepulcral

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La gran sala de reuniones se sumía en un silencio sepulcral. Los aquas les habían cedido sus butacas azules a los consejeros de mayor relevancia de los reinos. En el hemiciclo se formaban seis triángulos de color que se extendían hasta los asientos más altos de la plataforma. En la primera fila se encontraban los cinco Ix Regnix y, tras ellos, ataviados con la vestimenta propia de cada clan, los Ixes que representaban a cada gremio de la Autoridad.

El grupo aquamarina era el único que no contaba con la presencia de su Ix Regnix a la cabeza. La responsabilidad de aquel puesto le fue encomendada a Vayras, que ya no miraba a los demás por encima del hombro, sino que se mantenía sereno y agradecido por la confianza depositada en él. La Fortaleza había cambiado en las últimas lunas y el consejero no se había mantenido ajeno a dicha evolución.

El verdadero líder Aquamarina se encontraba frente al hemiciclo, en el asiento más alto de la tribuna, pues la potestad del Ix Realix era superior a la de los Ix Regnix. El asiento de cristal que había junto a Killian, sin embargo, estaba vacío. En el pasado lo habían ocupado Elísabet y su madre, pero ambas habían resultado ser una compañía pasajera.

Las puertas se abrieron para permitir la entrada de Moira y Mrïl y el rostro de Killian se suavizó. La joven se disculpó por el retraso sin darle demasiada importancia. Por su gesto trivial, casi parecía que no había hecho esperar a los líderes de los seis reinos con su demora. Crystal sonrió desde la soberanía del clan Diamante. A la Ix Regnix le gustó Moira desde la primera vez que se cruzó con su mirada desafiante. Tras descubrir lo que se ocultaba en aquel corazón sin magia, sus sentimientos no habían cambiado.

Moira se tensó conforme se adentraba en la estancia. A su alrededor se congregaban los neis de mayor rango de la Autoridad; su instinto de supervivencia le suplicaba que saliese de allí lo antes posible. La joven había aprendido a evitar a los neis desde que era una niña, por lo que entrar en aquel lugar por voluntad propia iba contra la base misma de su naturaleza. Por suerte, no estaba sola. La vegetación que crecía en el lomo de Mrïl se sacudió con una brisa que estabilizó las pulsaciones de Moira, aunque no por mucho tiempo. Killian la miró desde lo alto de la tribuna y le hizo un gesto para que se uniese a él. Moira arqueó las cejas con una incredulidad que se vio obligada a disimular.

—¿Vas a rechazar la invitación? —cuestionó Trasno tras materializarse sobre la superficie aquamarina.

—¿No te parece bien?

—¿Que sufra un poco? ¡Me parece maravilloso! —exclamó el duende con una malicia que la hizo sonreír—. Quizá así le nazca la aleta que le falta.

Moira subió las escaleras de la tribuna sin ser consciente del nerviosismo que se apoderó de los neis. Durante la lucha con los humanos, los elementales habían desarrollado la capacidad de escoger ante quién se hacían visibles. En aquel momento, Moira era la única que podía ver a Trasno, como había sido desde la llegada de los habitantes de Tirnanög a su vida. La conversación entre ambos probó que había algo en la sala que los Ixes no podían percibir, y la inquietud que tiñó el ambiente dibujó una sonrisa en el rostro del duende.

El engaño de la calma (Completa)Onde histórias criam vida. Descubra agora