30. Los confines del mundo

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Me desperté sobresaltada

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Me desperté sobresaltada. La tierra se hundió bajo mis músculos cuando me incorporé. Llevé la mano al cuchillo rubí, pero el tahalí estaba vacío. El pánico me aceleró el pulso. ¿Dónde lo había perdido? Un tacto suave me acarició la piel y aumentó mi confusión. Estaba cubierta por una colcha de espuma de mar azul. La cama de agua se adaptó a mis movimientos mientras me apartaba el pelo de la cara. Analicé el entorno con cautela. Me encontraba en la sala de sanación. Estaba en Aqua. Había regresado.

A pesar de lo sucedido en las últimas lunas, la estancia se mantenía inalterable. Me acerqué a las estanterías de Doc con una sonrisa. Los frascos que guardaban energía medicinal brillaban con cientos de colores que reflejaban la luz de las lunas. Encontré tarros con agua de manantial, cestas repletas de hierbas del bosque y baúles que contenían la magia de gemas nacidas en las profundidades de Neibos.

No me sorprendió descubrir que habían sellado la estancia con un hechizo para impedir que la abandonara. Me hubiese gustado salir a disfrutar de la brisa nocturna, pero dada la situación, decidí pasarlo por alto. Bebí el agua que flotaba en una copa de cristal junto a la cama y tomé un cepillo de uno de los cajones del sanador. La sala estaba iluminada por un fuego carente de magia que brillaba con tonos anaranjados. Me senté ante las llamas y dejé que su crepitar calmase los pensamientos que me atormentaban.

Sí, había regresado, pero tenía tantas cosas que explicar que el perdón de la Autoridad no llegaría con un amanecer. Ni con dos. Ni con tres. En aquel momento existían dos Alis, ya que habían conservado el cuerpo de la impostora durante todas aquellas lunas. Mi padre creía que facilitaría la resolución del conflicto. A mí, sin embargo, me inquietaba que hubiese dos versiones de la misma persona entre los muros de la Fortaleza.

Después de las pruebas y los interrogatorios, los centinelas permitieron que comiese con mi padre y Cruz. Se lo había contado todo, absolutamente todo. Estaba cansada de los secretos, de los engaños y de tener que escarbar en los confines del mundo para descubrir una pizca de verdad.

Aunque la compañía de mi familia resultó ser más efectiva que los remedios de los sanadores, bebí todo lo que me ofrecieron sin rechistar. No me convenía oponerme a las órdenes de la Autoridad. Además, Cruz y mi padre estaban preocupados por mí, así que hacía todo lo que estaba en mi mano para calmar su intranquilidad.

Desde que me habían recluido en aquella sala, no había visto a nadie más que a los centinelas. Killian y la Guardia se encontraban en Rubí, lidiando con lo sucedido, y el Consejo Aquamarina se esforzaba por mantener la calma en el reino. Quería ver a Alis, hablar con mis alumnos y conocer la situación de los hrathnis, pero sabía leer entre líneas y la voz del hechizo que sellaba mi prisión era cristalina.

Por el momento, tendría que conformarme con la compañía de las voces que resonaban en mi mente, aunque parecía que incluso Trasno y los demás estaban ocupados, pues ya no acudían a verme. En otra situación me habría alegrado de recuperar la lucidez, pero dadas las circunstancias, vivir en un mundo de delirios me resultaba más apetecible que enfrentarme a la realidad que se extendía más allá de aquellas paredes.

El engaño de la calma (Completa)Where stories live. Discover now