9. Asuntos pendientes

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Lo peor de avanzar de noche era tener que descansar cuando hacía calor

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Lo peor de avanzar de noche era tener que descansar cuando hacía calor. En la vastedad de arena ardiente que nos rodeaba no había ni una mísera roca que arrojase sombra en nuestra dirección. Las telas me protegían del viento cargado de polvo, pero la potencia de los soles me quemaba sin clemencia. Sudaba incluso tumbada en la tienda, y como era incapaz de dormir, mi mente se dedicaba a analizar todos los errores que había cometido desde que era pequeña; todo un clásico.

—La travesía sería mucho más llevadera si nos ahorrases tu mal humor —espetó Trasno mientras ascendía la duna con pasos envenenados.

—Déjala, ¿no ves que casi no ha descansado? —me defendió Esen.

Era de madrugada y el fulgor de mis zapatos de plasma iluminaba el entorno bañado por la luz de las estrellas. El Baldío Prohibido escondía cientos de horrores, pero sus cielos nocturnos, serenos y deslumbrantes, eran los más bellos que había presenciado nunca.

—¿Puedes dejar de cargar con ese condenado chucho? —exclamó el duende fuera de sí—. ¡¡Nos estás retrasando!!

—¿Y a este qué medusa le ha picado? —le pregunté a Esen.

—No lo sé, pero tiene razón. Soportar el peso del lobo, por muy liviano que sea, nos ralentiza. Además tenemos que compartir los víveres, que ya escasean, y si a eso le añadimos que casi no duermes...

Los ojos violetas del elemental me transmitieron una advertencia que decidí ignorar. El lobo dormía contra mi pecho, encogido entre mis brazos. Cada vez le costaba más aferrarse a la vida, pero si quería luchar por presenciar un atardecer más en aquel mundo, no sería yo quien le dijese que no tenía la fuerza necesaria para hacerlo.

Trasno siguió despotricando en la cima de la duna. Aunque el duende desapareció al otro lado, sus quejas llegaron a nosotros a través del viento. Después de lidiar durante lunas con aquellos episodios, había aprendido a leer entre líneas. Que el comportamiento de mis acompañantes se volviese errático significaba que había algo en mi interior que no funcionaba como debería. Analicé las señales de mi cuerpo para asegurarme de que la realidad alternativa en la que vivía no ocultaba ninguna herida, ya que no sería la primera vez que las construcciones de mi mente olvidaban comunicarme que llevaba atardeceres desangrándome.

El diagnóstico resultó favorable, así que dirigí la investigación hacia el plano psicológico. El problema era que, cuando pasabas helios ignorando las heridas que ocultaba tu interior, lo último que querías era hacer un viaje por el sendero de los traumas y los asuntos pendientes.

—¡Quizá aprendiésemos algo! —exclamó una voz furiosa entre la brisa.

El lobo se removió contra mi pecho y activó el dolor que me entumecía los brazos por pasar tanto tiempo en la misma posición. Me aferré al amuleto que me colgaba del cuello, que, en aquella ocasión, estaba formado por una espiral de hebras blancas que se expandían por mi piel como si sus raíces esperasen encontrar un hogar en mi corazón.

El engaño de la calma (Completa)Where stories live. Discover now