Camaradería

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Os dejo el cap de ayer y de mañana, por si acaso, que no sé si me podré conectar 💜

Adra no dudó cuando Moira le pidió que la acompañase al Hrath para tratar a la compañera de su hija

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Adra no dudó cuando Moira le pidió que la acompañase al Hrath para tratar a la compañera de su hija. El sanador permitió que lo envolviese en un hechizo de desorientación e incluso la felicitó por semejante uso de la magia. Moira se rio y le vendó los ojos con una tela que no le quitó hasta después de haber atravesado quién sabía cuántos túneles y portales.

—No hago esto porque no confíe en ti, Adra —le explicó—, sino porque quiero protegerte.

El sanador reconoció la sinceridad en las palabras de Moira, así que mantuvo la calma hasta que la joven le devolvió la visión. Sus ojos grises necesitaron unos latidos para adaptarse a la luz y comprender que se encontraban en la gruta de alguna montaña del reino. No había nada a la vista, solo la cama que ocupaba Ígnea y el agradecimiento en el rostro de Celeste. Su hija se acercó para recibirlo y Moira se despidió con el amanecer.

—Gracias por venir, sanador —lo saludó Ígnea con voz débil—. Ya me encuentro mejor, no tiene que preocuparse.

—Dejemos que sea él quien lo decida —advirtió Celeste.

«No es ninguna molestia, jovencita» —respondió Adra mientras se acercaba a la cama—. «¿Puedes sostener este cristal?»

Ígnea tomó el ámbar con los músculos cansados y el rostro pálido. Adra no hizo preguntas, pues sabía que nadie le daría respuestas. Además, no necesitó más que verla para comprender que la hrathni había agotado su esencia con un uso desmedido del poder de las gemas.

Durante las siguientes posiciones, el sanador se dedicó a restaurar parte de la energía de Ígnea con ruedas curativas, cristales y hechizos que iluminaron las paredes de roca. Celeste lo observaba atenta, absorbiendo todos los detalles, y Adra no pudo evitar sonreír.

—¿Se ha dormido? —le preguntó la joven cuando empezó a recoger sus bártulos.

«Su cuerpo ha pasado por una experiencia intensa» —explicó el sanador sin perder de vista el rostro somnoliento de la ámbar—. «La magia energética siempre deja a los neis exhaustos».

—¡Qué desconsiderada! —exclamó Celeste—. Siéntese conmigo, por favor, le prepararé una taza de eldavá que lo dejará como nuevo.

«He oído a Moira hablar tan bien de esa curiosa bebida que temo que no podré rechazarla».

Celeste le sonrió mientras avivaba el fuego anaranjado y sin magia que calentaba la estancia. Adra, sin embargo, sintió una punzada de tristeza por todas las reacciones que se habría perdido a lo largo de la vida de su hija. La aqua atribuyó su cambio de humor al cansancio y lo distrajo con preguntas e historias descabelladas que le suavizaron el rostro. El aroma del eldavá inundó la sala y Celeste se aseguró de que Ígnea seguía dormida antes de sentarse junto al sanador.

El engaño de la calma (Completa)Where stories live. Discover now