21. Las tinieblas de la taumaturgia

606 132 122
                                    

Gracias por todos los comentarios de los capítulos anteriores.

¡¡Mis lecto@s están de vuelta!! 

El bosque se oscureció bajo la nube de partículas alquímicas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El bosque se oscureció bajo la nube de partículas alquímicas. Las tinieblas me golpearon con la fuerza de cien soles. El poder enturbiado de las gemas tiñó el suelo del color de la noche y me debilitó, provocando que me flaqueasen las rodillas. Un mar de raíces espinosas brotó del suelo y amenazó con atravesarnos la carne. Àrelun me obligó a retroceder y se encargó de mantenerme en pie. Sentí los latidos de su corazón contra la espalda, los gruñidos del lobo sobre la piel.

Duacro yacía inconsciente. La energía transmutada se extendía ante nosotros como una maldición que asfixiaba cualquier muestra de vida en nuestro entorno. Los recuerdos me apuñalaron la mente y jadeé dolorida. La presencia maligna que cargaba el aire retumbó contra mi pecho. El veneno de la oscuridad me infectó los pulmones. La voz hipnótica que me invitaba a unirme a su reinado de sombras silenció las palabras de Àrelun. El remolino de partículas se reagrupó, atrayéndome hacia él. Estiré un brazo en su dirección. En el centro de la magia alquímica, se formó un rostro que me sonrió.

Un viento furioso sacudió el bosque y de la hierba ennegrecida nacieron ríos de sangre oscura que ascendieron por los troncos de los árboles. Las hojas se convirtieron en sombras. Las plantas, en hiedras de la noche. Sus brazos tenebrosos me liberaron de la prisión del elfo, envolviéndome en una burbuja de calma que me permitió respirar.

La voz de Adaír resonó en mi pensamiento. El poder de la energía transmutada silenció los gritos del bosque. El llanto de los árboles se convirtió en un murmullo incapaz de combatir a la oscuridad que se cernía sobre nosotros. El rostro de la magia alquímica me observó complacido. Las tinieblas formaron una esfera a mi alrededor. Me sentí bienvenida. Su ponzoña me acarició la piel y, agradecida, le devolví la sonrisa.

La magia que sostenía entre los dedos se deslizó sobre las hiedras de espinas y me protegió de sus ataques. Los rayos de luz rubí desafiaron a las tinieblas, cuyos aullidos se convirtieron en dagas que me mellaron las costillas. El golpe que aterrizó en mis entrañas me doblegó. Noté un líquido caliente reptándome por la piel. El mundo sucumbió al dolor.

«La siento a mi alrededor, puedo tocarla con las yemas de los dedos. Es como si ya no necesitásemos obtenerla de las gemas, como si el mundo estuviese cargado de electricidad y poder».

La voz de Musa resonó en mi mente con una claridad cristalina. El poder elemental se intensificó.

«La alquimia se nutre del propio huésped, pero sin un ancla que lo estabilice, el poder se descontrola y se transforma en oscuridad».

El recuerdo de Adaír se abrió paso entre los gritos del bosque. La desesperación de los árboles agrietó la tierra bajo mis pies.

«La capas magnéticas del planeta emanan energía Telúrica. Las gemas se nutren de su flujo para purificar el poder elemental».

El engaño de la calma (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora