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Momo se encontraba leyendo una revista, para nada interesante, que había encontrado sobre la mesita de centro de la sala de espera del consultorio de la Dra. Yang. La omega había vuelto a sus sesiones con la especialista, el Dr. Hwang encargándose de volver a conectar a la chica con la mujer.

Habían pasado tres días desde que volvieron de Japón y ese día había agendado la primera sesión de vuelta. No mentiría si dijera que se sorprendió, cuando, la menor le pidió acompañarla, se sintió feliz pero al mismo tiempo nerviosa.

No sabía cuánto tiempo duraba cada sesión, pero, podría darse una idea ahora que había pasado casi dos horas desde que la menor ingreso al consultorio.

Regreso temprano de las prácticas ese día, las demás se encontraban perfeccionando aun las coreografías que serían agregadas a la lista para los conciertos. Apenas llegaron, no pudieron descansar demasiado hasta que sus managers aparecieron con su horario.

Converso con su jefe, temprano por la mañana ese mismo día, acerca de Dahyun. La chica llevaba casi un año en completo hiatus, ni siquiera los medios podían obtener algún tipo de información de ella. Obviamente seguiría en la misma situación, la menor no se sentía preparada para volver a la vida pública, al menos por el momento. Su jefe apoyo la decisión de la omega, el volver a las sesiones con la Dra. Yang, y también que Momo la acompañe cada vez que pueda.

Dejo la revista en su lugar, se cruzó de piernas y miro por las ventanas del lugar. El consultorio de la Dra. Yang Chaewon se encontraba en el piso número 17 de un edificio, de consultorios médicos, ubicado casi en el centro de Seúl. Las vistas eran impresionantes, por lo cual, tomo un par de fotos para mostrárselas a Dahyun luego.

La recepcionista estaba ocupada atendiendo llamadas, anotando en su libreta y tecleando en su computadora. Momo pensó que, quizás, necesitaba unas vacaciones, se veía agotada.

El lugar era elegante, sofisticado y transmitía calma. Según escucho del Dr. Hwang, la mujer amaba el arte y podía darse cuenta de ello, el lugar tenía cuadros en las paredes y algunas esculturas. Una lámpara de vidrio colgaba del centro del techo, otras lámparas más pequeñas a su alrededor, sin perder el toque elegante. El suelo cubierto de una alfombra que fue hecha únicamente para la mujer. Sillas de madera acolchonadas y un tapiz que daba la sensación de estar en una de esas novelas de gente rica. Si el consultorio era así, podría hacerse una idea de cómo sería el hogar de la beta.

Un pitido anuncio que alguien más había llegado al piso donde se encontraban. Antes de que el ascensor se abriera, se acomodó la máscara y el cabello para tapar mejor su rostro y evitar ser reconocida.

— ¡MAMI! —Una pequeña niña paso corriendo delante de ella. — ¡Mami, ya estoy aquí, mírame!

La recepcionista salto de su asiento con una gran sonrisa en su rostro, Momo se sorprendió al ver como el cansancio en su rostro había desaparecido por completo, rodeo su escritorio y se puso a la altura de la niña.

— ¡Oh! ¿Esto es acaso un sueño o mami de verdad está viendo a su princesa?

La niña soltó una carcajada, que hizo sonreír a Momo, y luego puso sus pequeñas manos en las mejillas de su madre. — ¡Claro que soy yo, Mami! Tu princesa esta aquí. —La pequeña sonrió y Momo pudo ver que le faltaba un diente, rio por lo bajo ante esto.

La omega tomo en brazos a la niña para ponerse de pie y darle un abrazo mientras dejaba besos en su cabello. —Bueno, creo que realmente quería verte.

Momo, a este punto, fingía estar con su teléfono pero pendiente de lo que ocurría en el lugar. Miro de reojo y pudo observar a un hombre, alto, hombros anchos y con todo el perfil de que podría mandarte al hospital de un solo golpe. Se dio cuenta que este traía en brazos a un niño, mucho más pequeño, que dormía plácidamente en su hombro.

Mint and Roses - DahMoWhere stories live. Discover now