Capítulo 1: La piedra del matrimonio

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Harry hizo lo posible por ignorar las miradas fijas del resto de estudiantes mientras buscaba un compartimento vacío en el tren de Hogwarts. Estaba acostumbrado a que le mirasen y murmurasen a su espalda, pero este año parecía ser peor que nunca. Incluso sus compañeros de Gryffindor se quedaban en silencio al verle: Le sonreían cuando pasaba, y luego empezaban a susurrar en el instante en que creían que ya no les oía.

Se metió en el primer compartimento vacío que encontró, pensando que era irónico lo rápido que se pasaba de un extremo al otro sólo subiéndose a un tren: los Dursleys fingían que no existía, en cambio el mundo de los Magos parecía incapaz de quitarle la vista de encima.

Sólo esperaba que este año no ocurriese nada. Quizás entonces le dejasen en paz cuando la gente empezase a olvidar lo sucedido el año pasado. No es que le gustase ser la diana de Voldemort y sus Mortífagos... No era algo que hubiese pedido. Lamentablemente, así eran las cosas. Y el último año, el quinto para él, había sido el más movido, incluso sumando los otros cuatro y contándolos como uno.

Se las había arreglado para tener su rutina: jugar a Quidditch, aprender nuevas lecciones, pasar y suspender exámenes, sufrir la ocasional detención, ganar y perder puntos para su casa, pelearse y reconciliarse con sus amigos... Pero entre el caos de la típica vida escolar también había tenido que enfrentarse a los Mortífagos y su Señor Oscuro, no una vez, sino tres a lo largo del año. El último encuentro, justo antes de que la escuela cerrarse por vacaciones, había sido casi fatal para el mundo Mágico al completo.

Voldemort había aumentado su poder terriblemente, y conseguido un artefacto legendario: el Ojo de Odín, un cristal que podía destruir o subyugar a cualquier mago que se atreviese a desafiar a su poseedor. Por supuesto, atacó Hogwarts con él, con la intención de destruir a Harry Potter y Albus Dumbledore. Asesinó a la primera oleada de Aurores que le atacaron. Cayeron sin apenas resistencia, incapaces de igualar al restaurado Señor Oscuro y su nueva arma. En realidad, ya nadie podía igualársele, ni siquiera Dumbledore; nadie era lo bastante fuerte. Los mejores se aprestaron a la defensa del castillo y los niños atrapados en él. Esperaron sin esperanza, sabiendo que poner su fe en un chico era ridículo.

Por supuesto, Harry se alzó y les demostró que estaban equivocados. No es que tuviese un nivel de poder suficiente para desafiar a Voldemort, pero eso no evitó que se pusiera su capa de invisibilidad, se subiese a su escoba y se enfrentase al Señor Oscuro como si fuese un partido de Quidditch. Sin magia, sin hechizos, sin varitas de duelo... Harry Potter sencillamente se lanzó en medio de la armada de Mortífagos y robó el Ojo de Odín de la propia mano de Voldemort.

La onda expansiva de magia se liberó debido al robo mató a los Mortífagos cercanos a Voldemort, le drenó a este su poder e hizo aterrizar al joven en la enfermería por tres semanas. Voldemort huyó, debilitado pero no muerto. Los Mortífagos se dispersaron, volvieron a ocultarse y Harry Potter recibió unas cuantas palmaditas en la espalda del agradecido mundo... Y fue enviado a Privet Drive para sus vacaciones de verano. Se pasó esos meses sufriendo pesadillas encerrado en una pequeña habitación de casa de su tío mientras su rostro aparecía una y otra vez en portadas del Profeta.

Ahora volvía a ir a Hogwarts en tren, soportando los murmullos y miradas lo mejor que podía. Eventualmente Ron y Hermione le encontraron y fueron a hacerle compañía. Sus amigos hablaron de sus vacaciones, le entretuvieron con divertidas historias (sabían que él no era tan afortunado con los Dursleys) y, en general, hicieron lo posible por distraerle del circo en que se había convertido su vida.

Sólo cuando el tren ya estaba llegando a la escuela Hermione comentó sobre la extraña situación política que se había dado durante el verano: que Harry, el héroe del mundo mágico, se había convertido en una de las bazas más fuertes para las campañas de elecciones del Ministerio. Cornelius Fudge se había vuelto a presentar y tenía nada menos que quince oponentes. Ganar el favor de Harry Potter aseguraría la mayoría absoluta de aquel Mago o Bruja que lo lograse. Pero Harry no conocía a ningún otro candidato, ni tenía el más mínimo interés en dar soporte a Cornelius Fudge, así que desechó los avisos de Hermione sin darles importancia. Poco sabía Harry que el deseo de ser reelegido iba a volver su mundo otra vez patas arriba.

La Piedra del MatrimonioWhere stories live. Discover now