Capítulo 19: Vínculos

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Harry notó la sensación familiar de ser empujado, estirado y caer cuando el trasladador les llevó de vuelta a las habitaciones de Severus en las mazmorras. Fue sólo vagamente consciente de que le conducían al sofá y le empujaban a sentarse sobre sus cojines. Contempló perplejo cómo las llamas de la chimenea cobraban vida. Unos segundos más tarde notaba como algo frío era colocado entre sus manos.

–Bébetelo –le ordenó Severus. Harry alzó las manos sin pensar y bebió el contenido del vaso que Severus le había dado. Le recordó vagamente al brandy que había probado antes, pero con una cualidad mucho más tranquilizadora. Notó cómo su cuerpo se calmaba inmediatamente, su mente volviendo del lugar en el que había estado. Se estremeció, cerrando los ojos, y sintió que por fin se liberaba del demonio que le había aferrado antes– Estás bien –le dijo Severus con gentileza– sólo conmocionado.

­–Ya me habían agredido anteriormente –le recordó al hombre. Conocía perfectamente lo que se sentía cuando estabas afectado por un ataque. Lo había sentido cuando le habían convertido en alfiletero la semana pasada. La diferencia ahora estribaba en que no estaba herido. No entendía por qué estaba reaccionando así.

–No sexualmente –dijo simplemente Severus.

Los ojos de Harry se abrieron de par en par y cercó la cara de Severus. Por supuesto, eso era. Aquella era la diferencia: el ataque de Julius no había sido como ninguno de los anteriores, y sin embargo su insensible forma de ignorar las emociones, deseos o voluntad de Harry no había sido tan distinto de la de los Mortífagos. Notar las manos de Julius en su cuerpo no le había herido como un Cruciatus, pero el sentimiento de rabia indefensa había sido el mismo. Quizás lo más horrible había sido el poder de su propia ira: había querido matarle. Lo habría hecho fácilmente si Severus no le hubiese parado; se había sentido incapaz de hacerlo por sí mismo.

–Gracias –susurró– Por detenerme.

Severus asintió, con una emoción imposible de descifrar relampagueando en los ojos oscuros. Estaba en cuclillas delante de Harry, del sofá en el que éste estaba sentado, con una mano reposando sobre su rodilla como si intentase confortarle. Frunció el ceño súbitamente, con la mirada en la frente del chico.

–Déjame ver si puedo arreglar eso –dijo con suavidad, alzando la mano para apartar los mechones de pelo de Harry lejos de su rostro. Sorprendentemente, Harry no sintió deseo alguno de apartarse de su toque. Era muy consciente del hecho de que su cabeza latía fieramente, y de que los dedos del Maestro en Pociones estaban agradablemente fríos en su piel al rozar con cuidado el hematoma que se había formado después de que el chico hubiese golpeado con su frente la de Julius. Cerró los ojos de nuevo, saboreando el inesperado consuelo.

Severus extrajo su varita y murmuró un hechizo curativo simple. Harry notó cómo el dolor disminuía y el morado remitía. Los fríos dedos se quedaron unos segundos de más, y luego le dejaron. Harry abrió los ojos y contempló cómo Severus se deslizaba hacia una silla próxima.

–Siento lo ocurrido esta noche –le dijo el hombre con pesar, con aire genuinamente afligido.

–No ha sido culpa tuya –le aseguró Harry.

–Es mi hermano –repuso Severus, agitando la cabeza enfadado.

– ¿Debería responsabilizarme yo del comportamiento de Dursley?

Severus alzó la mirada rápidamente:

– ¡Por supuesto que no!

–Entonces, ¿por qué deberías ser culpado por el comportamiento de Julius? –Le preguntó Harry– Ni siquiera os conocéis de verdad.

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