Capítulo 67: Cantos afilados

5.1K 537 15
                                    

Severus se levantó al amanecer, se vistió en silencio y se dirigió a la torre del Director para solicitarle su Pensadora. Aunque Albus no tuvo problema en prestársela, cuando le preguntó para qué la necesitaba Severus dudó en contarle la verdad.

En aquel momento se dio cuenta de cuál era su posición en el mundo ahora: era el compañero vinculado de Harry. Aquello superaba y reemplazaba cualquier otra lealtad anterior. Su deber era proteger a Harry a toda costa, y aunque no pensaba ni por asomo que el Director fuese una amenaza para Harry, lo ocurrido era algo que debía permanecer en secreto. El mundo necesitaba creer en Harry de forma absoluta, y Severus sabía que Dumbledore creía a pies juntillas que Harry era guiado por un poder superior. La fe de Dumbledore era uno de los fundamentos de su fuerza, y Severus sabía bien que Harry necesitaba que Dumbledore fuese fuerte, lo necesitaba más que ninguna otra cosa.

–La Marca Oscura –masculló Severus en vez de contestar. Cuando Albus frunció el ceño, Severus continuó-. Quería revisar el recuerdo del momento en que me marcaron. No recuerdo con claridad, y no puedo menos que preguntarme si podría haber una pista de su verdadero significado en la ceremonia.

– ¿Crees que podrías encontrar así la forma de retirarla? –preguntó Albus con curiosidad. Severus se encogió de hombros.

–No lo sé. Pero primero tengo que descubrir si representa una amenaza para Harry, si mi vínculo con el Señor Oscuro es un peligro para él –era una buena idea en realidad, pensó Severus mientras hablaba. Tal vez hubiese algo en el hechizo que creara la Marca que le ayudara en su búsqueda. Albus pareció opinar lo mismo, porque asintió aceptando su respuesta.

–Buena suerte, hijo –le dijo– Si necesitas algo más, no dudes en pedírmelo.

De vuelta a sus habitaciones, Severus colocó la Pensadora en la mesa que había frente al fuego. A su lado dejó un botellín irrompible que serviría para almacenar recuerdos de forma segura. Esperaba que aquel recuerdo se pudiese capturar correctamente, y que el hecho de retirarlo tuviese el efecto que él deseaba que tuviese.

No tuvo que esperar mucho. Harry, vestido y listo para ir a clase, salió del dormitorio poco después. Le dedicó a Severus una sonrisa ausente mientras se dirigía hacia la tetera que había cerca del hogar. La vacuidad de aquel gesto le resultó tremendamente significativa a Severus; le pareció increíble no haberse dado cuenta antes de lo que le ocurría a Harry. Se maldijo a sí mismo por no haber estado más atento.

–Harry, ven aquí y siéntate un momento –le dijo Severus, indicando el sofá que había delante de la mesa, donde estaba colocada la Pensadora. Aunque estaba preparándose el té, Harry dejó lo que estaba haciendo de inmediato y tomó asiento donde le había pedido Severus; el que ni siquiera dudara en hacerlo preocupó a Severus. Harry nunca era tan sumiso.

Harry miró brevemente hacia la Pensadora y parpadeó, pensativo por unos segundos antes de volver a mostrar su sonrisa desvaída. Miró hacia Severus, expectante. Éste se sentó a su lado, frunciendo el ceño.

– ¿Sabes lo que es esto? –le preguntó, señalando la Pensadora. Como mínimo, el muchacho debería mostrar curiosidad por ella: aquel bol de piedra estaba recubierto de tallas elaboradas e irradiaba magia.

–Parece la Pensadora de Dumbledore –replicó Harry, como si fuese algo común.

–Cierto –asintió Severus. Al menos el objeto le resultaba familiar, aunque Severus no sabía cuándo podía haber descubierto qué era– ¿Sabías que se utiliza para guardar recuerdos, verdad? –Harry asintió, así que Severus continuó– Quiero que introduzcas un recuerdo en ella para mí, Harry –el chico parpadeó, pero no dio muestras de mayor reacción que esa. Frustrado, Severus frunció el ceño– ¿Me entiendes...?

La Piedra del MatrimonioWhere stories live. Discover now