Capítulo 46: Viendo rojo

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Hermione estaba leyendo el periódico sentada a la mesa de Gryffindor la mañana siguiente mientras ella y Ron esperaban que llegara Harry. La portada seguía mostrando nuevas fotos del joven, de la noche que había vuelto al castillo en su armadura plateada, como salido de un cuento de hadas. Ron no había dicho nada aquella noche, pero Hermione sabía que sentía algo de celos. Oh, no es que quisiera estar en peligro, o tener las responsabilidades, y desde luego no envidiaba el terror que sentía Harry de forma constante, pero todos los chicos del colegio hubiesen deseado alguna vez llamar la atención de la forma en que lo hacía el joven continuamente. Irónicamente, Harry parecía ser el único que no deseaba hacerlo.

Aquella noche, no obstante, había estado orgullosísima de Ron. No se había desconcertado cuando el Ministro le había interrogado, sino que había apoyado a Harry sin dudar. Anteriormente, cuando ellos dos y Ginny habían sufrido las avalanchas de preguntas de prácticamente todo el mundo, Ron había sido fiel al guion que Dumbledore les había dado, liándoles alegremente.

Había sido Ron quien había deducido que Dumbledore no quería que el Ministerio supiese dónde se habían llevado a Harry, porque creía que el Ministro complicaría las cosas y lograría que Harry acabara muerto. Ante la certeza absoluta de Ron, Hermione y Ginny habían seguido su ejemplo y habían respondido a las preguntas con las ideas más vagas y peregrinas que les vinieron a la cabeza. Si no hubiese sido por la preocupación constante por Harry, hubiese sido hasta divertido.

– ¿Crees que me dejará probarme la armadura? –preguntó Ron mientras echaba un vistazo a las fotos de Harry por encima del hombro de Hermione.

–Seguro que sí –respondió ella– Y te quedará mejor que a él, sin duda: eres más alto y ancho de espaldas que Harry.

Ron se irguió al oír aquello, animándose por el cumplido. Sonrió ampliamente a Hermione, y ella se percató que la vida del joven era perfecta en aquel día, tenía que admitirlo: había ocasiones en que Ron Weasley le derretía el corazón con su honestidad emocional y sus respuestas sinceras.

Supo que Harry había entrado por el zumbido de conversaciones que se inició repentinamente. Instantes después se sentaba delante de ellos, sonriéndoles a los dos, y Hermione se encontró pensando que parecía más descansado. Sabía que debía estar preocupado por Sirius y Remus, y con buen motivo; también sabía que la noche anterior había ocultado a Remus para protegerle del Ministerio. Sin embargo parecía de mejor humor que la víspera.

– ¿Todo bien ayer noche? –le preguntó Ron por lo bajo. Harry asintió:

–Os lo contaré luego. ¿Se os ha ocurrido algo?

Hermione sabía que se refería a si habían descubierto alguna forma de evitar el matrimonio entre Sirius y Malfoy. Habían tenido algunas ideas ayer, incluyendo la de usar la Piedra en uno de ellos, cualquiera de los dos. Desgraciadamente desconocían el tipo de consecuencias legales que eso podría tener; Hermione había insistido en que necesitaban una copia del Conscriptus de los Black antes de tomar ninguna decisión.

–Aún no –confesó– Deberíamos ver el Conscriptus primero.

Harry frunció el ceño, pero empezó a servirse. Hizo un gesto hacia el periódico que Hermione tenía en sus manos todavía:

– ¿Qué tal las noticias? ¿Algo que debiera preocuparme?

–No, más de lo mismo –replicó ella– El Wizengamot ha exigido una investigación formal del tema de las Tierras de Invierno: quieren saber por qué sus peticiones de ayuda fueron ignoradas, pérdidas o reescritas. Y hay gran controversia por la Ley de Registro de Magos. Las cosas están muy liadas en el Ministerio. Sospecho que mucha gente va a perder su trabajo a causa de esto... Fudge no puede ser el único implicado.

La Piedra del MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora