Capítulo 17: Espinas

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Durante un rato estuvieron sentados en el salón, con Diana tratando de mantener un mínimo de cortesía en las conversaciones entre los hermanos. Pero Harry veía que la animosidad entre los tres mayores no era algo que fuese a solventarse en una sola noche. Julius, por su parte, no parecía interesado en las riñas familiares y apenas participaba en la discusión. En vez de ello, para consternación de Harry, se pasaba la mayor parte del tiempo mirándole. Cada vez que el chico alzaba la vista se encontraba esos ojos oscuros contemplándole de forma especulativa, casi hambrienta. Le hacía sentir tremendamente incómodo.

Tal y como le había advertido Severus, Claudius, Marcellus, Delphina y Julliana encontraron la ocasión de hablar a solas con Harry, preguntándole sus planes para la Mansión Snape. Las dos mujeres le ofrecieron amablemente redecorarla para él, mientras que los dos hombres señalaron la importancia de tener un hogar apropiado a su estatus para las reuniones con dignatarios encumbrados. Harry les sonrió y les dijo de hablar el tema con Severus, ya que estaba demasiado ocupado con sus estudios para preocuparse por esos temas. Todos parecieron decepcionados, pero no disuadidos.

Eventualmente, Delphina y Julliana les condujeron al comedor para la cena. Harry se encontró sentado junto a Julius, en frente de Severus. Una ojeada a la mesa le mostró las famosas dagas de las que le había hablado Neville. Para su gran alivio, también había tenedores, pero situados en un ángulo extraño. Eso quería decir, según lo que Neville le había explicado, que estaban presentes como cortesía a un invitado de origen muggle, pero no para ser usados.

Antes de que se sirviera el primer plato, Claudius se levantó para dar un ampuloso discurso de bienvenida a la familia dedicado a Harry. Esto en sí no habría estado mal, sino hubiese sido porque lo había trufado generosamente de referencias a cómo el apellido se había manchado previamente de forma tan vergonzosa. Severus, sorprendentemente, soportó aquellos comentarios en silencio, probablemente por Diana, pero a Harry le pusieron furioso. No era tan diferente de la carta que le habían mandado a Severus. Tal vez no se llevase muy bien con el hombre, pero sabía a la perfección lo que se sentía cuando tu propia familia te trataba como una basura. Considerando que Severus era en realidad el héroe de aquel drama familiar, y no el villano como sus hermanos habían dejado pensar a todo el mundo, todo aquello era doblemente injusto.

Bien, se dijo irritado. Si iban a ser groseros, no se iba a preocupar por no ofender sensibilidades. Cuando sirvieron el primer plato desplegó su servilleta de seda de forma decididamente muggle y cogió el tenedor, ignorando por completo la daga. Cuando miró hacia Severus, le pareció detectar la más leve de las sonrisas en su rostro; había un brillo divertido en sus ojos. Harry le sonrió de oreja a oreja y se preguntó qué más errores podía cometer.

Por supuesto, nadie comentó nada sobre sus modales, aunque fueron evidentemente percibidos. Julliana llegó incluso a hacer un gesto contra el mal de ojo cuando pasó la sal en dirección contraria. Pero nadie dijo ni media palabra.

Julius le distrajo durante buena parte de la cena preguntándole por su posición en el equipo de Quidditch de Gryffindor, un tema del que adoraba hablar. Charlando se olvidó de la intensa mirada del joven que le hacía sentir tan incómodo, y llegó a pasarlo bien.

– ¿Qué hay de ti? –Preguntó eventualmente a Julius– ¿Jugabas en la escuela?

Julius se encogió de hombros.

–Intenté unirme a un equipo, pero nunca he sido un buen volador. No es que me importase mucho, en realidad: es igual de divertido mirar el juego.

Harry no podía estar más en desacuerdo, pero no lo dijo:

– ¿En qué casa estabas?

– ¿Casa? –Julius pareció confuso brevemente– Ah, claro, por supuesto. Las Casas. No fui a Hogwarts, sino a Beauxbatons. Todos fuimos allí, excepto Severus.

La Piedra del MatrimonioWhere stories live. Discover now