Capítulo 25: Nochebuena

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Harry pasó la mayor parte de la Nochebuena con Ron y Hermione jugando a multitud de juegos, tanto muggles como mágicos. La prometida tormenta de nieve se descargaba con toda su furia, y hacía demasiado frío para salir. Sin embargo, el tiempo volaba.

Se alegraba de haber conocido finalmente a los Granger. Al haber sido criado entre muggles, comprendía muy bien su shock cultural, y tanto él como Hermione habían pasado un buen rato explicándoles algunas de las costumbres más curiosas del mundo mágico. Algo tan simple como encender la luz en el dormitorio antes de ir a la cama les había supuesto un problema ante la carencia de interruptor. Hermione les había provisto de varias luces mágicas flotantes, para que no se tuviesen que preocupar por las velas. Luego había usado un hechizo para hacer que se encendieran y apagaran automáticamente cuando uno de sus padres daba una palmada. La idea había hecho reír tanto a los Granger como a Harry, mientras que el resto de los integrantes de la casa se quedaban confusos.

–Es un chiste muggle –explicó Harry. No tenía muchas ganas de entrar en sutilezas sobre cómo funcionaban los "Aplaudidores" muggle. Arthur se entusiasmaría demasiado rápido y querría tener uno.

También había disfrutado la lección de historia de la víspera, aunque había sido un tanto inquietante descubrir que Snape era realmente su "alma gemela". Apenas se toleraban mutuamente, algo bastante alejado de lo que proclamaban aquellas novelas románticas absurdas sobre las que su tía andaba siempre. No estaba muy seguro de entender el concepto; sin embargo, había aprendido más de Remus durante la tarde anterior que en años de clases del Profesor Binn. Se preguntaba si a Remus se le permitiría alguna vez volver a dar clases en Hogwarts. Se le daba bien de forma innata, y además parecía su vocación.

Bien entrada la tarde se encontró mirando a través de la ventana que daba a la fachada principal, escrutando el camino que llevaba a la casa.

– ¿Sucede algo, Harry? –le preguntó Ron desde el sofá en el que estaba instalado, machacando a Sirius en una partida de ajedrez mágico.

–Severus me prometió que vendría hoy –explicó Harry– Pensé que ya habría llegado a estas horas –ya oscurecía, y le preocupaba pensar que hubiese podido olvidar su promesa. Estaba sorprendentemente ansioso por verle; a pesar de lo bien que lo estaba pasando, echaba en falta su humor sarcástico.

– ¿Snape viene? –exclamó Sirius, aparentemente horrorizado. Harry se volvió ceñudo hacia su padrino.

–Te dije que venía –le recordó.

–Pensaba que bromeabas –gruñó Sirius– Justo lo que necesitábamos... Ebenezer Scrooge para iluminar nuestras vidas.

–Canuto, prometiste que te ibas a comportar ­le advirtió Remus, que acababa de llegar de la cocina.

– ¿Lo hice? –Preguntó Sirius dubitativo– No parece propio de mí. ¿Estás seguro...?

–Sí –declaró Remus enfático– Si no recuerdo mal, dijiste algo así como: "te prometo comportarme bien con Snape si me dejas dormir en la cama" –sus palabras fueron inesperadas, y tanto Ron como Harry casi se atragantan ante el repentino ataque de risa.

–Vale, pero no me refería a que fueses a dormir al sofá tú en mi lugar –gruñó, haciendo que Harry se carcajease aún más alto. Remus se encogió de hombros, tomando asiento en uno de los sillones junto al fuego.

–No precisaste nada. Y una promesa es una promesa.

–Está bien ­resopló Sirius, desplazando su reina por el tablero para encontrarse con que el alfil de Ron la destrozaba en el siguiente movimiento– ¡Oh, mira, ahora he perdido la partida por culpa de Snape! –exclamó.

La Piedra del MatrimonioUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum