Capítulo 32: El dolor de crecer

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A través de los árboles se adivinaba la silueta de la Fortaleza de Bifröst, un enorme castillo sobre una montaña de piedra, que vigilaba los terrenos de labranza más allá del bosque. La bandera de los Brand ondeaba en la torre más alta, indicando que el señor del castillo estaba presente. Pese a que todavía quedaba luz diurna, las puertas estaban cerradas y había guardias armados patrullando las murallas.

Severus, agazapado tras un árbol caído, sintió cómo Sirius y Remus se ponían uno a cada lado de él. Los tres hombres detallaron el contingente armado que vigilaba los muros.

–Habrá barreras poderosas en la puerta –les informó Severus, mientras Remus señalaba a varios arqueos que Severus no había visto, acechando entre las sombras de las torres– pero una vez las pasemos casi no habrá magia ofensiva. Tendremos que luchar contra un ataque físico, y dispondrán de las mejores armas de por aquí; ni siquiera el cuero de dragón podrá evitar sus espadas.

– ¿Vamos a atacar abiertamente, entonces? –preguntó Sirius. Severus pudo adivinar, por su tono, que no estaba necesariamente en contra de aquello, sino más bien curioso. En cambio, Remus siseó, descontento.

– ¿No podemos intentar negociar primero? –Dijo– Hay mujeres y niños ahí dentro. Preferiría no arriesgarme a dañar a inocentes si podemos evitarlo...

–Ellos han empezado –le recordó Severus– Lo difícil va a ser derribar las barreras rápido. Una vez dentro de los muros, deberíamos ser capaces de reducir a esos guerreros. Alrik será nuestra única amenaza mágica real, y acabaremos con él fácilmente: no tiene gran habilidad como duelista.

–Remus y yo nos ocuparemos de las barreras –le dijo Sirius– Tú ocúpate de que no nos lluevan las flechas.

Pese a que Severus no apreciaba particularmente a los dos hombres, era muy consciente de que eran capaces de realizar magia conjunta, un talento poco habitual. Años de familiaridad unidos al vínculo que compartían y que sólo ahora empezaban a reconocer les convertían en un equipo formidable. Si se les daba suficiente tiempo, estaba seguro de que podrían derribar todas y cada una de las barreras mágicas que protegían los viejos muros.

–Sólo necesitamos que se retiren las barreras de una de las puertas –les recordó Severus, pensando que como Gryffindors eran muy capaces de excederse en su tarea y tratar de destruirlas todas, algo que les costaría un tiempo precioso que no quería malgastar.

– ¿Qué haremos si hieren a Harry? –preguntó Remus, enunciando el temor que todos compartían.

–No les daremos oportunidad –insistió Severus– Nos moveremos deprisa y detendremos a todo aquel que se interponga en nuestro camino. No perderemos ni un segundo –si era necesario, sabía que tomaría a esos niños y mujeres inocentes que Remus había mencionado como rehenes para lograr que Harry regresara sano y salvo. Utilizaría cualquier punto débil para recuperarle vivo. No quería ni pensar en la posibilidad de que Harry ya estuviese herido: había estado vivo cuando había realizado el Patronus; no había razón para pensar que pudiese no estarlo ya. Con la espada en una mano y la varita en la otra, Severus hizo un gesto de asentimiento a los dos hombres– Adelante.

Se movieron como una sola persona, abandonando su escondite para correr a través del campo abierto más allá del lindero del bosque, hacia el castillo. Tan pronto como surgieron de las sombras del bosque y empezaron a recorrer la distancia cubierta de nieve, oyeron los cuernos que clamaban alarma desde los muros del castillo. Los arqueros alzaron sus arcos mientras más hombres armados trepaban por las murallas.

Tardaron un tiempo en atravesar la distancia que separaba el lindero de los muros. Mientras corrían, Severus notó cómo los dos hombres que iban a su lado conjuraban sus poderes, alzando sus varitas para empezar el ataque a las barreras, que sintió pulsar a través de la propia tierra protegiendo la antigua puerta. Severus alzó un escudo mientras corrían para protegerles de cualquier flecha que les lanzaran. Pero antes de que ninguno de ellos pudiese lanzar su primer ataque, un hombre les llamó desde el castillo.

La Piedra del MatrimonioWhere stories live. Discover now