Capítulo 73: Así es como el mundo acaba

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Harry fue a su clase de Transformaciones algo distraído. Con cada paso que daba, volvía a su mente lo ocurrido durante los últimos minutos, cada mirada, cada beso, cada suave caricia de los largos dedos de Severus. Realmente, tenía unas manos preciosas. Harry se estremeció, sin saber si sentirse encantado, asombrado o avergonzado.

Oh, Dios mío, pensó para sí, acababa de enrollarse con el Maestro de Pociones. Al menos, suponía que aquello era "enrollarse"... no estaba muy seguro de los detalles. Siempre le habían dado a entender que había un sofá implicado, al menos, y en este caso habían estado tirados por el suelo. Pero no obstante, aquello había sido exactamente como siempre se había imaginado algo así... incluso mejor, de hecho.

Bueno, no al principio, pensó. Inicialmente había estado asustado, ya que Severus estaba furioso. Parecía tener un talento natural para sacarle de quicio. Pero entonces algo había cambiado radicalmente, y Severus había empezado a susurrarle al oído y a besarle con cuidado, con ternura, y algo se había derretido en su interior. Había pensado que los escasos besos que habían intercambiado con anterioridad habían sido increíbles, pero esto había sido mucho mejor. Además, el sonido de la voz de Severus, la voz más increíblemente sexy que hubiese escuchado jamás, había hecho que Harry se rindiera por completo.

¿A qué se debería el que, pese a que se veía a sí mismo como fuerte y agresivo, siempre acabara tan excitado ante la sensación de un cuerpo masculino reteniéndole? Severus siempre era dominante, incluso cuando no se mostraba agresivo como aquel momento en que su rabia había desaparecido, sustituida por algo mucho más dulce. Severus había sido el que controlaba, el que desbordaba los sentidos de Harry. Por algún motivo, el cuerpo de Harry respondía a aquella energía. Sólo el pensar en la forma en que Severus le había manipulado, controlado, la manera en que se había movido sobre él, su peso y su calor aplastándole... Harry tuvo que detenerse y respirar hondo. Diablos... no podía entrar en clase de la profesora McGonagall sonrojado y sexualmente excitado.

Pensar en la profesora le relajó de golpe, y segundos más tarde continuaba su camino, algo avergonzado por sus pensamientos. Pero aquello probablemente fuese normal, se dijo. En esto solían pensar la mayoría de chicos de su edad. De hecho, en los dormitorios solían discutir de aquellos temas de forma bastante cruda.

Bueno, no exactamente de lo que le había pasado a él... nunca habían hablado sobre profesores, y menos del Maestro en Pociones. Un año atrás, a Harry le hubiese horripilado la mera idea. En cambio, ahora que lo recordaba, había oído a algunos alumnos, o mejor dicho a una mayoría de alumnas, hablar sobre Remus Lupin en tercer año. Y todo el mundo hablaba sobre Sinistra. Y hacía un par de semanas había oído a un grupo de Hufflepuffs comentando lo mucho que les gustaba que el profesor Snape se inclinara sobre ellos durante las clases. Harry frunció el ceño.

Aquello era normal, decidió. Siempre se había sentido un poco aislado de aquel tipo de conversaciones en los dormitorios. Nunca había tenido la obsesión con el sexo que la mayoría de chicos de su edad aparentemente sentían, como si sus hormonas nunca hubiesen llegado a hacer acto de presencia. Al menos, no hasta que Severus había llegado a su vida, momento en el cual había empezado a tener sueños para los que no se sentía preparado. La mera idea de que pudiese sentirse atraído por personas de su mismo sexo le había cogido completamente desprevenido, y más por el hecho de que aparentemente sentía pasión por la naturaleza agresiva y dominante de cierto Slytherin. Aquello estaba estropeando su concepto de sí mismo. Oh, señor... ¿por qué no existía un libro de instrucciones para esto, como lo había para las reglas del Quidditch?

Llegó hasta la puerta del aula e intentó entrar en silencio. La clase ya había comenzado, y todos se volvieron a mirarle. La profesora McGonagall, que sostenía un pesado libro en una mano y la varita en la otra, le miró severamente mientras el joven se dirigía hacia el único sitio libre, al lado de Neville.

La Piedra del MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora