Capítulo 34: A dormir

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La mujer les condujo escaleras arriba a un largo pasillo iluminado vagamente por espaciadas antorchas.

–Hay mucha gente y casi todo está ocupado esta noche, mis señores –les informó, deteniéndose frente a una pesada puerta de madera y empujándola con fuerza para abrirla. Todos entendieron por sus palabras que iban a compartir habitación aquella noche... algo que no molestó a Remus particularmente. Ninguno de ellos deseaba alejarse de Harry.

Remus dio las gracias a la mujer y luego fue tras los demás. Severus cerró la puerta en cuanto hubo pasado, bloqueándola y sellándola con numerosos hechizos. No había posibilidad de que alguien pasase a través de las guardias del Slytherin.

Una mirada alrededor les confirmó que les habían asignado uno de los cuartos familiares, de varios siglos de antigüedad. Debido al gran número de amenazas a la vida y al alma en aquella tierra, el espacio seguro tras las murallas del refugio era casi un lujo. No era nada raro que familias completas tuviesen que compartir un espacio reducido como aquel... aunque las habitaciones eran lo bastante generosas para todos.

Alguien se había preocupado por poner una pesada alfombra sobre las piedras del suelo, algo que Remus sospechaba que habían hecho por ser ellos los ocupantes. Y pese a que sólo había dos camas en el cuarto, las cortinas del dosel y las sábanas estaban frescas y limpias. En el amplio hogar se había encendido un fuego. Sirius lo estaba inspeccionando, sin duda para asegurarse de que no tenía acceso por Flu. Mientras Severus revisaba los lechos y las paredes tras ellos, Remus investigó el pequeño lavabo que había a un lado, asegurándose de que no hubiese sorpresas desagradables.

Los tres funcionaban curiosamente bien juntos, siendo todos los bastante paranoicos para vigilar y al mismo tiempo capaces de confiar en que los otros harían su parte. Harry sólo les miró asombrado, de pie en el centro de la habitación, hasta que finalmente suspiró y se acercó al fuego. Cuando Remus salió del baño vio que el joven se había deslizado hasta la alfombra frente a la chimenea, contemplando las llamas con gesto pensativo.

Pasaron por turnos al baño para prepararse para la noche. Sirius convenció a Harry de que usara el pijama que acababa de transfigurar para él. Una vez el chico desapareció a su vez en el lavabo, los tres hombres se encontraron mirándose unos a otros, indeciso.

–Ha estado muy callado toda la tarde –remarcó Remus, al darse cuenta de que los otros dos no iban a decir lo que estaban pensando. Sin duda ambos estaban preocupados por el estado mental de Harry... y debían estar meditando sobre el hecho de que sólo había dos camas.

–Ha tenido que pasar por mucho –admitió Sirius. Aquella noche habían oído la historia entera.

–Ocho muertes más –murmuró Severus. Ni Remus ni Sirius comentaron nada al respecto, sabiendo que Harry se culpaba demasiado por todo aquello.

–No me gusta su plan –suspiró Sirius– Llevar a Harry a... eso... –agitó la mano vagamente; sus dos interlocutores comprendieron que se refería a la batalla por venir.

–No se le puede disuadir –respondió Remus, recordando la mirada de Harry cuando les había pedido ayuda. Los asentimientos por parte de Sirius y Severus confirmaron que estaban de acuerdo. Algo había cambiado fundamentalmente la visión de Harry del mundo, aunque Remus no estaba muy seguro aún de qué iba a significar aquello en el futuro.

La puerta del baño se abrió y todos ellos levantaron la vista para encontrarse con Harry entrando en el cuarto de nuevo, vestido con el pijama que Sirius le había hecho, descalzo y delicado. Parecía notoriamente joven, pese a que sus ojos, que las gafas ya no escondían gracias a la poción de Severus, ya no eran los de un niño inocente. Sirius sonrió instantáneamente.

La Piedra del MatrimonioOnde histórias criam vida. Descubra agora