Capítulo 29: Entender el deber

5.5K 594 45
                                    


Pasó media hora más antes de que llegaran a su destino, y para entonces el cielo ya se había aclarado considerablemente. La adrenalina del combate ya se había agotado y Harry ya no tenía su apoyo para combatir el horror hueco de cuanto había visto. Mientras avanzaban cuesta arriba, se encontraron atravesando la nieve. Harry temblaba violentamente por efecto del viento helado. Un hechizo calorífico en sus ropas ayudó un poco, pero hubiese deseado no haber perdido el abrigo de piel.

Llegaron a lo alto de una colina y Harry vio por fin las altas almenas de un inmenso fortín que se alzaba de la roca delante de ellos. Como la luz de la mañana aún era tenue, las antorchas ardían suspendidas en las paredes; iluminados por ellas se veían guerreros haciendo la ronda, todos ellos armados con pesadas ballestas. El castillo era enorme, pero de un diseño completamente distinto al de Hogwarts: era parco en adornos, una fortaleza de guerra más que el adornado palacio que era Hogwarts. Poseía enormes paredes e inmensas salas que sobresalían en forma de bloque de la estructura, y a medida que Harry trepaba por la colina pudo ver que las paredes se extendían largamente a cada lado. Aquella estructura podía acoger fácilmente a un millar de almas, y por el aspecto de los hombres que recorrían las almenas aquello era una torre vigía en funciones, a diferencia de la escuela en la que se había convertido Hogwarts.

El rugido de un cuerno retumbó en la pálida mañana mientras se acercaban, y Harry vio cómo el enorme rastrillo de hierro que guardaba la entrada de la fortaleza subía lentamente. Al seguir a sus guías al interior, con el rastro de cadáveres moviéndose delante de él, notó el suave cosquilleo de las defensas en la piel. Al menos, esa sensación era familiar, algo que podía comprender. Al igual que Hogwarts, aquel lugar estaba guardado por magia. No obstante, seguía sin comprender por qué había visto tan poca evidencia de su uso por parte de los hombres que le habían raptado.

Gritos de horror y pena le saludaron cuando dirigió los cuerpos al patio central y los depositó en el suelo con cuidado. Unas mujeres se abalanzaron sobre los cadáveres, aullando su dolor por la pérdida de sus seres queridos, mientras Harry permanecía de pie, aturdido, en silencio y sin saber qué hacer. Vio varios niños pequeños agarrando las manos ensangrentadas de sus padres, y contempló horrorizado como una chica, que no debía ser más que unos pocos años más joven que él mismo, acariciaba los cabellos de uno de los hombres para encontrarse con que la cabeza ya no estaba unida al cuerpo.

–Ven conmigo, Harry –le urgió Alrik. El chico permitió que el hombre le dirigiese lejos de la torturada escena, hacia el corazón del castillo.

Instantes después se encontró en un enorme salón que le recordó vagamente al Gran Comedor. No había velas flotantes, ni cielo movedizo, pero sí largas mesas de madera, y los muros estaban cubiertos con gruesos tapices. Una de las paredes tenía tres grandes chimeneas, cada una de ellas con su fuego rugiente. Alrik le llevó hasta una de ellas, y allí él tomó asiento en uno de los bancos, sin prestar demasiada atención a las actividades que tenían lugar a su alrededor.

Hombres y mujeres rodearon las mesas, que fueron llenándose de comida y bebida. Harry vio cómo varias ancianas, que probablemente fuesen curanderas, atendían a los heridos usando pociones y ungüentos para cicatrizar los mordiscos y zarpazos. Dos mujeres se detuvieron delante de él, le preguntaron si estaba bien, y luego realizaron varios hechizos de limpieza para asegurarse de que efectivamente así era. Otra persona le puso una copa en la mano y bebió el contenido sin fijarse en lo que consistía, atragantándose al notar el sabor de una especie de cerveza dulce. Segundos más tarde alguien reemplazó el cáliz por otro que contenía agua limpia que bebió agradecido. Su estómago comenzó a asentarse, y su mente a centrarse.

Alrik se aproximó entonces a él con un hombre alto de cabello dorado a su lado. El desconocido vestía cuero de dragón. Un capote de terciopelo azul oscuro cubría sus hombros. Llevaba el cabello recogido en dos trenzas y tenía cuentas entretejidas en la larga barba. Aunque aún parecía joven, Harry supuso, por parecido familiar, que aquel debía ser el padre de Alrik.

La Piedra del MatrimonioDär berättelser lever. Upptäck nu