Capítulo 18: El corazón del laberinto

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Para Severus, la noche había sido un seguido de sorpresas, no todas ellas agradables. La reacción de Harry ante la Mansión le había divertido, pero ese humor se había desvanecido rápidamente ante la muchedumbre que se había lanzado sobre el Chico­que­vivió como si fuese Merlín reencarnado.

Había supuesto siempre, injustamente al parecer, que Harry disfrutaba de su celebridad. Pero la mirada de horror del muchacho había desvanecido para siempre esa sospecha, de la misma forma que la forma en que se ocultó tras él cuando le había rescatado de la horda.

Debería haber esperado algo así, supuso. No era culpa de sus hermanos, pero al menos podrían haber intentado contener a sus esposas. Julliana y Delphina no se habían vuelto más inteligentes en los años que llevaba sin verlas.

Diana era como la recordaba, y se sintió complacido al ver lo feliz que estaba de verle. La desconfianza de Alrik, Claudius y Marcellus no se había atenuado lo más mínimo, pero al menos Diana no creía sus mentiras.

A Julius no lo sabía interpretar. El joven había sido bastante educado, pero eran unos completos extraños el uno del otro. Julius no era más que un niño la última vez que Severus le había visto, aunque había olvidado lo hermoso que era. La reacción de Harry al verle no había sido pasada por alto, y Severus admitía que las dolorosas emociones que había sentido eran definitivamente celos.

Pero aquello respondía a una pregunta que se estaba haciendo. Sólo porque la Piedra del Matrimonio hubiese elegido a Severus para Harry no implicaba que Harry tuviese que estar interesado en los hombres. Lejos de ello. La magia de la Piedra era tal que elegía la mejor pareja para una persona; eso no garantizaba que fuese una pareja de amantes. En el caso de Harry, lo más probable era que la mejor pareja fuese alguien que le pudiese proteger, enseñar, luchar a su lado y asegurarse de que tuviese la oportunidad de crecer y vivir su vida. No prometía amor. Las más famosas parejas de las que la Piedra era responsable eran todas románticas, pero no eran las únicas. Era posible que Harry Potter, destinado a la grandeza, no lo estuviese al amor. O quizás lo que sucedía era que el artefacto sabía que Severus no podía tener ambiciones románticas, porque el hombre era muy consciente de que no tenía ninguna posibilidad de reclamar al joven como suyo y miraría a otro lado cuando Harry decidiese, finalmente, enamorarse de alguien. Mientras fuese discreto, no iba a interponerse en la felicidad del chico.

Pero hasta el momento en que había mirado a Julius, Severus no había visto que Harry posase los ojos en un hombre con interés sexual. La única persona a la que le había visto contemplar así era Cho Chang, y aún en ese caso era poco entusiasta. Sospechaba que el chico estaba demasiado distraído con toda esa gente tratando de matarle como para preocuparse demasiado por las cosas que obsesionaban a la mayoría de alumnos de su edad.

El sonrojo que había teñido las mejillas de Harry al mirar a Julius había sido delator. Era obvio que era capaz de apreciar la belleza en alguien de su propio sexo. Lástima que para demostrarlo se hubiese fijado en alguien con quien nadie podría competir. Suponía que eso le dejaba a él fuera de juego.

Considerándolo todo en perspectiva, la noche había pasado bastante deprisa. Harry, lejos de estar nervioso e incómodo como había esperado, había sorprendido y divertido continuamente a Severus. Decidió que le gustaba cómo sonaba su nombre en labios de Harry. Después de cuatro o cinco veces, incluso empezó a sonar natural. Y miró con gran diversión cómo Harry dejaba de lado todo protocolo mágico de forma casi brusca, ignorando por completo la daga pese a haber estado practicando con Longbottom y Granger. Si no hubiese sabido la verdad, casi habría jurado que el Gryffindor estaba intentando hacerle reír.

Un rato después Harry había logrado dejarle atónito cuando les había lanzado el proverbial guante a sus hermanos a causa de sus más o menos sutiles insultos, y defendiendo su nombre y su honor con una elocuencia que no había sabido que el chico poseyera. Les había cerrado la boca a todos. Por primera vez, Severus había entendido por qué aquel joven inspiraba tal lealtad.

La Piedra del MatrimonioWhere stories live. Discover now