Capítulo 33: Largas historias

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Muchas horas después, Severus estaba sentado junto a Remus Lupin a una mesa de madera en el salón principal. Estaba lleno de gente, puesto que habían acudido guerreros de otras fortalezas de las Tierras ante la llamada de Asgeir, y estaban festejando antes de la batalla que llegaría con el próximo día.

Pese a que Harry parecía estar exhausto, seguía junto a su padrino, escuchando con fascinación una historia que Sirius contaba a un grupo de guerreros sobre alguna de las aventuras que él y James Potter habían corrido cuando eran aurores, muchos años atrás. Sirius parecía en su salsa, rodeado de seguidores que aguardaban cada una de sus palabras como hechizados. Severus podía ver al hombre tal y como fue en Hogwarts, como si los años pasados en Azkaban no hubiesen podido privarle del todo de la luz que había enamorado a Remus Lupin.

De hecho, el hombre lobo estaba contemplando aquella escena con ojos relucientes, sin apartar la mirada del rostro de Sirius, pese a que no mostraba nada de aquella adoración adolescente. Francamente, a Severus todo aquello le resultaba fastidioso; incluso Harry parecía cautivado por el Merodeador, y le hacía sentir algo tremendamente parecido a celos.

Le volvió a la cabeza la conversación que habían sostenido anteriormente con Harry, y pensó en aquella piedra. Debía pesar, a ojo de buen cubero, una tonelada o dos al menos, quizás incluso más. Y Harry les había dicho que la había levantado sin dificultad. No dudaba que Albus hubiese podido hacer algo así, o incluso Flitwick, pero ambos hombres eran Maestros en Encantamientos. Harry no. Ya había sabido que el chico era poderoso... todos lo sabían. Pero aquello superaba sus expectativas.

–Lupin –dijo, interrumpiendo las fantasías románticas del hombre lobo– ¿podrías tú levantar esa piedra? –Lupin era mejor que él en encantamientos... siempre lo había sido. Había sido el mejor de Hogwarts en aquella asignatura. Remus río por lo bajo:

–No, ni siquiera en un día bueno –admitió, mirándole con cierta diversión– Llevo toda la tarde pensando en ello. Una vez levité un coche muggle pequeño, pero no debía pesar ni la mitad que esa piedra, y me dejó agotado –Severus asintió, entendiendo. Él mismo había levantado un amplio número de objetos pesados en su vida, aunque no un coche– Pensé en decírselo a Harry –continuó Remus– pero si ha dicho que lo hizo, es que lo ha hecho, y si le digo algo al respecto puedo ocasionarle dudas mañana...

–Yo he pensado lo mismo –asintió Severus, sospechando que Sirius se había callado por lo mismo– ¿Cómo es tu Patronus?

–Adecuado –Remus se encogió de hombros– No tan potente como el de Harry, por supuesto, pero servirá.

– ¿Y qué hay de Black? –Preguntó Severus– Nunca le he visto lanzar uno en su vida.

–Ni yo –admitió Remus– pero confío en él. Si dice que puede hacerlo, sé que lo hará.

Tanta fe. Era algo tan patéticamente Gryffindor de decir que Severus estuvo tentado de burlarse del otro por ello, pero pensó en algo aún más cortante que decir.

–Bueno, a juzgar por todas esas mujeres que le están echando el ojo, no dudo que Black va a tener todos los recuerdos felices que necesite mañana...

Remus volvió la cabeza bruscamente, como si le hubiesen abofeteado, sus ojos color ámbar buscando a aquellas mujeres de las que le acababan de hablar. De hecho sí que había un grupo de jóvenes de buena figura contemplando con ojos ávidos y lujuriosos al famoso criminal, pero contrariamente a lo que Severus había dicho, Sirius no parecía haberse dado cuenta de ello. Remus, en cambio, pese a haber tenido la reacción predecible que había esperado, ya no era tan inocente como recordara el Slytherin.

La Piedra del MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora