Capítulo 41: Salvaje

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Harry entró en la enfermería, pasando silenciosamente ante la puerta de la oficina de la Señora Pomfrey y dirigiéndose hacia el cuarto particular, al extremo más alejado del recinto, en el cuál el mapa le había indicado que se encontraba Remus. La puerta estaba cerrada desde fuera, curiosamente. ¿Por qué motivo habría encerrado la enfermera a Remus?

Corriendo el cerrojo se coló en el interior. Al acercarse al lecho solitario, se percató de que había algo fuera de lugar. Remus estaba allí, efectivamente, pero sus brazos y piernas estaban encadenados a la estructura de la cama con acero, manteniéndole completamente inmóvil. La estructura había sido modificada también para resultar bastante más sólida que la clásica cama de enfermería, de forma que incluso la extraordinaria fuerza del hombre lobo no pudiese hacer mella en ella y liberarse. Harry se alarmó y se acercó para liberar al hombre. Aún quedaba semana y media para la luna llena, así que ¿para qué le habían atado? ¿Qué estaba ocurriendo?

Pero antes de que llegara junto a Remus, éste habló con voz ronca, más parecida a un gruñido que a un sonido humano:

–No me toques, Harry –le advirtió, deteniéndole en el acto. El chico le miró sorprendido mientras el hombre abría lentamente los ojos: no eran del cálido color ámbar al que Harry estaba acostumbrado, sino fríos y mortíferos. Los ojos de un lobo.

Alguna vez había visto cómo los ojos de Remus se volvían de ese color, en las escasas ocasiones en que el lobo que residía en su alma se tornaba más fuerte por la furia, pero siempre había sido un rápido relámpago antes de que la parte más racional de su ser recobrara el control y sus ojos volvieran a su tono natural. Eso no ocurría ahora.

– ¿Remus? –Susurró– Tus ojos están amarillos –era el mismo color que habían tenido los de Severus. ¿Qué había pasado, les habrían atacado la noche anterior?

–Lo sé, Harry –susurró Remus– Me he vuelto salvaje. He perdido control del lobo. Intento contenerlo, pero no sé si podré.

–No comprendo... –Harry quería alargar la mano y tocarle, calmar parte de la rabia y el sufrimiento que veía en su rostro.

–Ya te conté una vez que los hombres lobo no llevamos bien el tema de los celos –gruñó suavemente– Podemos estar tranquilos, o podemos estar furiosos, sin punto medio. Y ahora soy incapaz de tranquilizarme.

–Sabes lo de... –comenzó a decir Harry, para detenerse cuando Remus se tensó de golpe y empezó a luchar contra las cadenas que le retenían. Sólo duró unos instantes: probablemente estaba exhausto.

–Sí –dijo Remus con suavidad– Sé lo de la propuesta de matrimonio.

–Remus, ¡Sirius jamás se casará con Draco! –Insistió Harry– ¡Ya lo sabes!

–Morirá si no lo hace –Remus pareció momentáneamente roto y descorazonado, y entonces su rostro se retorció en una mueca cruel– ¡Voy a matar a los Malfoy si me libero!

– ¡Remus! –Gritó Harry– ¡No eres un asesino, contrólate!

De nuevo, Remus se debatió contra sus ligaduras, antes de desplomarse una vez más.

–No deberías estar aquí, Harry –le dijo con voz débil– No estás a salvo.

–Nunca me harías daño –le respondió, convencido.

–Es peligroso estar junto a un hombre lobo salvaje –susurró Remus– Nuestro estado de ánimo puede infectar a los que nos rodean. No debes quedarte, ya no es seguro. No puedo estar con gente. No soy de fiar.

–La poción de Slytherin te curará –le recordó Harry, esperanzado. Por un momento Remus pareció confuso, como si hubiese olvidado aquella cura... Remus, que se enorgullecía de su inteligencia y conocimiento.

La Piedra del MatrimonioΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα