Capítulo 14: Volviendo a la normalidad

6.5K 691 37
                                    


Remus volvió con la cena y los dos hombres se sentaron con Harry a tomarla, charlando tranquilamente sobre la escuela y sobre Quidditch. Harry observó divertido cómo su padrino coqueteaba más abiertamente con Remus, más cómodo ahora que sabía que a Harry no le molestaba. Remus lo soportó con buen humor, aparentemente molesto y divertido a la vez, pero sin ofenderse. Pero no coqueteó con Sirius a su vez.

Eventualmente la Señora Pomfrey les echó, insistiendo en que Harry debía descansar todavía mucho. La medibruja comprobó el estado de sus heridas una última vez, asegurándole que se curaban bien, y que podría volver a sus habitaciones por la mañana. Después, ella también le deseó buenas noches y se retiró.

Un segundo más tarde Snape se colaba en el cuarto, moviéndose sigilosamente con la túnica negra ondeando tras él.

– ¿Se ha ido ella? –preguntó, con un tono de voz que hizo que Harry se estremeciese por algún motivo. Harry echó un vistazo hacia la puerta por la que acababa de desaparecer la señora Pomfrey.

–Creo que se ha ido a la cama –informó al Maestro en Pociones.

–Bien –Snape se sentó junto al lecho de Harry– Lo último que necesito es otro toque de atención suyo. Echar a Black es una cosa, pero llamarme idiota... ¡qué coraje! –parecía que Snape estuviese bromeando, y Harry le dedicó una sonrisa incierta, no muy seguro de cómo debería responder.

–Por supuesto, señor –dijo en tono neutro. Snape arqueó una de sus negras cejas con un brillo burlón en la mirada, pero no dijo más al respecto.

–Espero que su salud esté mejorando.

–Sí, señor –respondió Harry– La señora Pomfrey dice que podré salir mañana por la mañana.

–Excelente –dijo Snape en tono seco, aunque Harry supuso que probablemente hubiese preferido tener su hogar para él solo unos cuantos días más. No podía imaginar ni una sola razón por la cual pudiese alegrarse de que volviese– ¿No querríamos que perdiese clases, verdad?

–No, señor –asintió Harry. Luego recordó algo– Aunque... No tuve tiempo de terminar mis deberes de pociones. Pensaba hacerlo después de volver de Hogsmeade –supuso que esto le iba a costar a Gryffindor una docena de puntos. Snape nunca había sido indulgente con los retrasos, fuese cual fuese la excusa.

–Quizás debería haber terminado sus deberes antes de ir a Hogsmeade –sugirió Snape, con un brillo en los ojos que Harry reconoció. Estaba calculando cuantos puntos podía quitarle, y triplicándolos in mente si Ron y Hermione fracasaban también.

–Sí, señor –Harry le miró furioso, tratando de centrarse en esos puntos que pronto le iban a restar, pero fallando miserablemente. Porque las palabras de Snape habían iniciado otra cadena de pensamiento distinta, una que estaba intentando desesperadamente evitar. Intentó aferrarse al castigo, trató de imaginarse el marcador en la oficina de McGonagall, pero todo ello se desvanecía... Estaba oscuro, y la vela creaba sombras en las viejas paredes de piedra, y de alguna forma las palabras de Snape siempre parecían golpear más profundamente y con mayor fuerza que las de ninguna otra persona. Y el otro pensamiento, el pensamiento horrible, estaba rugiendo mientras cobraba vida en su interior, consumiéndole. Una pregunta directa de Ron no lo había logrado, tampoco la mirada preocupada de Sirius, pero un simple insulto burlón de Snape derrumbó por completo la pared de contención que ni siquiera había sido consciente de haber erigido. Cerró los ojos con fuerza para evitar la imagen de la diversión de Snape. Luego se dio la vuelta, quedando de lado y dándole la espalda para que no viese su dolor. Su respiración se bloqueó. Se le escapó un sollozo antes de que lo pudiese contener. Sus manos se aferraron a las sábanas.

La Piedra del MatrimonioWhere stories live. Discover now